Científicos del programa Pristine Seas de National Geographic exploraron la Reserva Nacional Kawésqar junto con líderes indígenas Kawésqar y Yagán. Los expertos pudieron comprobar científicamente condiciones del mar y de los ecosistemas que los kawésqar ya habían observado hace miles de años.
Eliminar la salmonicultura del área protegida y establecer una coadministración con las comunidades indígenas son las principales recomendaciones de la investigación.
Hace mucho tiempo, unos niños “porfiados” tomaron sus canoas y se fueron hacia mar abierto. El viento los llevó cada vez más lejos y para que no murieran de frío, alguien, una fuerza sobrenatural, los transformó en un ave.
Los científicos escucharon en silencio y con los ojos bien abiertos la historia que contó Leticia Caro a bordo del buque Hanse Explorer. Estaban en medio de la Reserva Nacional Kawésqar, navegando en los canales inexplorados de un territorio clave para la existencia de ballenas, orcas, delfines, elefantes marinos, lobos, aves, peces e invertebrados y que ha sido habitado desde hace miles de años por el pueblo indígena que lleva ese nombre, Kawésqar, y que quiere decir ‘hombres de piel y hueso’.
Lo que buscaban los científicos era comprender este espacio austral, enclavado en la última región, la de Magallanes y Antártica Chilena, tanto en su dimensión científica como cultural. Hacer una fotografía de la vida que habita bajo el mar, buceando y utilizando cámaras remotas para llegar hasta aguas profundas, pero incluyendo también en esa imagen los significados que durante siglos los kawésqar han dado a los animales, al agua, a los recovecos marinos que se enredan en miles de islas. Por eso Caro, representante de la comunidad indígena Grupos Familiares Nómades del Mar, fue durante tres semanas también parte del equipo de exploradores conformado por científicos del programa Pristine Seas de National Geographic.
El resultado de esta investigación fue un informe que por primera vez integra lo científico y lo biocultural, más un estudio publicado en la revista científica PLOS ONE, que identificó la extraordinaria biodiversidad de la reserva Kawésqar y las amenazas a las que se enfrenta.
Científicos confirman el conocimiento Kawésqar
Entre 23.000 y 19.000 años atrás, durante el Último Máximo Glacial, el retroceso de los hielos dejaron a su paso un entramado de fiordos, lenguas de mar encajonadas entre montañas boscosas. La Reserva Nacional Kawésqar cubre 26.000 km2 de ese territorio marino que en gran parte continúa inexplorado, alejado de la mano del hombre, debido a su lejanía, su difícil acceso y las duras condiciones ambientales.
Conocerlo es importante para saber cuál es la biodiversidad que estaría siendo conservada por la reserva, así como las actividades que pueden o no ser permitidas al interior del área protegida y que deberán quedar estipuladas en un plan de manejo que está siendo elaborado por la Corporación Nacional Forestal (CONAF).
Con este fin, el equipo de científicos y dos líderes indígenas, Leticia Caro y Juan Calderón, representante Yagán, otro de los pueblos indígenas de esta remota zona, iniciaron una expedición el 21 de febrero de 2020 para recorrer un total de 2.352 km. Los científicos de Pristine Seas habían estado en distintas ocasiones recorriendo la Patagonia más austral, “así que teníamos una idea de lo que podía haber”, cuenta Alex Muñoz, director para América Latina de Pristine Seas. Sin embargo, lo que encontraron fue “un ecosistema completamente único e irrepetible, ya que ahí se fusionan una cantidad de hábitats, muy difícil o imposible de encontrar en otras partes del mundo”, asegura Muñoz. Pero lo que más sorprendió a los expertos fue que las exploraciones realizadas mediante buceo y el uso de cámaras submarinas dieron cuenta de algo que los Kawésqar ya habían notado hace siglos: el territorio marino de la reserva está compuesto por dos espacios completamente diferentes.
En la zona del interior, los fiordos y canales que se adentran en medio de la selva fría reciben agua dulce de los ríos y cascadas que desembocan en el mar y del deshielo de los glaciares que se desprenden del campo de hielo sur, la tercera fuente de agua dulce congelada más grande del mundo después de la Antártica y Groenlandia. Esta influencia hace que el agua sea menos salada, pero además la gran cantidad de materia orgánica que las lluvias arrastran desde la tierra al mar vuelven el agua más turbia. A esta zona, los Kawésqar la llamaron Jáutok.
Por el contrario, en la parte oeste de la reserva, aquella que está expuesta al océano abierto, hay poca selva impenetrable y el paisaje está dibujado más bien por turberas y planicies extensas con playas de arena. Allí, el lugar que los Kawésqar llaman Malté, la salinidad aumenta y también la visibilidad bajo el agua. “Las zonas de fiordos son mucho más oscuras, pero eso cambia muchísimo acercándote a la zona que da al Pacífico donde creo que es uno de los lugares con mayor visibilidad en bosques de algas que se puedan encontrar en el mundo”, dice Matías Hüne, uno de los biólogos que participó en la expedición.
La variación de la salinidad entre un lugar y otro “es altísima”, asegura el biólogo, por lo que la reserva alberga un ecosistema particularmente heterogéneo donde las especies van variando. Por ejemplo, dice el informe, “en el caso de los peces costeros existen más especies hacia los canales y fiordos en el Jáutok”. En cambio en Malté, la diversidad y abundancia de mamíferos marinos es mayor. La diferencia entre ambos espacios —que también es provocada por otros factores climáticos como el viento, la temperatura, las precipitaciones o el relieve— “hace que especies como el chungungo (Lontra felina), se mantenga en sectores con mayor salinidad y el huillín (Lontra provocax), se asocie a ambientes de agua dulce como ríos y lagos”, dice el informe. “Para nosotros esa diferenciación —entre Malté y Jáutok— fue algo nuevo, pero para ellos (los Kawésqar) es algo normal que ya habían observado hace mucho tiempo”, agrega Hüne. De hecho, para Alex Muñoz, tal vez “lo más interesante fue comprobar científicamente que las observaciones que tenían los kawésqar sobre el mar, eran correctas”.
Donde los científicos encontraron mayor biodiversidad marina fue en la zona intermedia entre Malté y Jáutok. Hüne ha buceado en diferentes partes de la Patagonia, pero lo que vio allí lo sorprendió, dice. Hay “grandes bancos naturales de choritos. Fue como ver un arrecife de estos moluscos y entre medio está lleno de esponjas, anémonas y muchos peces”, cuenta.
Además, en el Malté hay enormes y densos bosques de algas. En el Jautok también los hay, aunque más pequeños, pero en ambos casos se trata de un refugio importante para numerosas especies endémicas, es decir, que no habitan en ningún otro lugar del mundo. De hecho, “esta región está clasificada entre las áreas de mayor prioridad de conservación a nivel mundial debido a su alto grado de endemismo”, asegura la publicación científica en Plos One. Sin embargo, de estas especies “muy poco se sabe”, dice Hüne, aunque algunas ya se encuentran con problemas de conservación, asegura el experto. Es el caso, por ejemplo, del pez hielo que es parte de una familia de peces originarios de la Antártica. “Estos peces se llaman así porque no tienen glóbulos rojos y su sangre es transparente”, explica Hüne. La especie que habita en la reserva Kawésqar es la única de su familia que habita fuera de la Antártida y se encuentra catalogada como Vulnerable por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).
Una protección poco efectiva
Estos ecosistemas son uno de los más vulnerables que existen en nuestro planeta, asegura el informe realizado por Pristine Seas, sin embargo, son pocas las áreas protegidas que permiten asegurar su conservación, asegura.
En enero 2019, cuando se creó la reserva nacional Kawésqar para proteger la porción marina de ese territorio, también se creó el parque nacional Kawésqar para resguardar el área terrestre. Mientras este goza de una protección total, la reserva admite el desarrollo de diferentes actividades incluidas la acuícola. Es por ello que en su interior existen 67 concesiones para salmonicultura y otras 80 están en trámite lo que “constituye una amenaza grave a los objetivos de conservación de este frágil ecosistema”, asegura el informe.
“La fragmentación del territorio que se produjo al otorgar la categoría de parque nacional a la parte terrestre y de reserva nacional a la zona marina, admitiendo la posibilidad de usos industriales, lo deja expuesto a un deterioro grave e irreparable”, precisa el estudio y Alex Muñoz agrega que “la diferencia entre tipos de conservación no solamente desprotege la parte marina sino que no respeta una concepción indígena que ve esto como un sólo territorio.
Para los Kawésqar todo se conecta. “De lo humano se pasa a lo animal y de lo animal al territorio en un círculo que no se puede romper”, dice el estudio. Esa conexión es posible verla en los cuentos que tienen un rol educativo, explica el informe. Así, por ejemplo, se cree que los ancestros se encuentran en algunos animales como las orcas y la historia al inicio de este reportaje, aquella en que los niños que se transforman en pájaros, permite explicar la existencia de una lechuza pequeña que habita en los canales. Asimismo, la conexión con el espacio también se revela en tradiciones como que hay lugares donde los Kawésqar no pueden ir nunca, son tabú y en muchos de ellos descansan los cuerpos de los antiguos.
Así, “para las Comunidades Kawésqar por la Defensa del Mar, en este territorio ampliamente recorrido por sus antepasados, todos y cada uno de los lugares son importantes y asimismo las especies. Por ello es que, en sus mismas palabras, consideran que ‘zonificarlo es un acto que atenta contra la cultura, el territorio en sí y sus memorias’”, dice el estudio.
Pero la relación entre el mar y la tierra también es algo que la ciencia ha comprobado. “Hay un vínculo estrecho entre el mar y la tierra principalmente por la presencia de campos de hielo sur”, dice Hüne y precisa que “hay muchas especies terrestres que se alimentan de organismos marinos”. El martín pescador (Megaceryle torquata) es una de ellas. Esta ave “se refugia en los árboles donde descansa y observa a los peces, cuando los detecta en la orilla se zambulle y los atrapa en el agua”, asegura el estudio.
Por otra parte, existen aspectos de la cultura Kawésqar que “pueden comprenderse como codificaciones de un sistema ecológico cultural, cuya visión sobre la naturaleza advierte la importancia de asegurar la continuidad de las especies, verificar el estado de ciertos productos, o administrar los residuos”, dice el informe. Así, por ejemplo, antes de consumir un alimento, los kawésqar deben esperar un tiempo para que el espíritu del animal se vaya de él. Está estrictamente prohibido comer en la embarcación y arrojar las conchas al mar porque “no se puede contaminar el mar ni nada, es un tabú”, aseguran los líderes indígenas en el informe, y tampoco está permitido dar los primeros choros cosechados a los niños.
Muñoz asegura que “se ha reconocido lenta pero crecientemente la importancia de los pueblos originarios en la protección de sus territorios”, por lo que “para salvaguardar la naturaleza única e irreemplazable del ecosistema del Parque Nacional y Reserva Kawésqar y la integridad biocultural del pueblo Kawésqar, las medidas de conservación deben respetar la unidad del territorio ancestral que no reconoce divisiones entre el mar y la tierra, y reconoce la principios de autonomía y autodeterminación de los pueblos originarios que habitan esta zona”, asegura la publicación científica.
Además, el estudio recomienda que para avanzar en la conservación efectiva de esta región, “es fundamental implementar un sistema de coadministración (con las comunidades Kawésqar)”, para incorporar sus conocimientos ancestrales en la gestión del área protegida sobre todo considerando que los hallazgos científicos “son consistentes con el conocimiento indígena de la región”, dice el estudio.
Asimismo, entre las acciones de gestión de la reserva, la investigación recomienda que se prohíban las salmoneras dentro del área protegida. “Tanto el retiro de las que existen como la prohibición de instalar nuevas”, precisa Muñoz, quien agrega que también “debería impulsarse una nueva discusión sobre el tipo de área marina protegida que debe aprobarse en esta zona”.
El director de Pristine Seas para América Latina aseguró a Mongabay Latam que la información expuesta tanto en el paper científico como en el informe biocultural “será enviada a CONAF para que sea considerada en el plan de manejo de la reserva marina”.
Este artículo fue publicado originalmente en la revista internacional de conservación natural Mongabay Latam.