El alba apunta cuando aparece la silueta gigante de Tolstoi, un elefante cuyos colmillos llegan prácticamente al suelo y que vive desde hace casi cincuenta años en el parque nacional de Amboseli, al pie del Kilimanjaro, ahora amenazado por los cultivos de palta.
Tolstoi ha sobrevivido a los cazadores furtivos, a los ataques con lanza, a la sequía, pero la demanda creciente del “aguacate” amenaza su reino.
Una explotación de 180 acres (73 hectáreas) situada cerca del célebre parque nacional keniano de Amboseli, santuario de numerosas especies de animales salvajes, está en el centro de una batalla jurídica.
Sus detractores – propietarios locales y grupos de protección de la naturaleza – aseguran que esta plantación obstaculiza la circulación de los elefantes y está en contra del uso histórico de estas tierras.
Pero los inversores se defienden. Para ellos no amenaza la fauna y crea empleos indispensables en tierras sin explotar.
Kenia, un gran productor de palta, ha visto sus exportaciones aumentar exponencialmente con la moda de este “súper alimento”, convertido en un imprescindible de las cartas de cafés y restaurantes hípster del mundo entero.
Oro verde
Sexto proveedor de Europa, las exportaciones de palta de Kenia crecieron 33% hasta alcanzar los US$127 millones (107 millones de euros) en octubre de 2020, según la Asociación de Exportadores de Productos Frescos del país.
Durante ese año excepcional, la empresa keniana KiliAvo Fresh Ltd obtuvo la autorización de la Autoridad Nacional de Gestión del Medio Ambiente (NEMA) para instalar su explotación en tierras compradas a propietarios masai.
La vegetación del terreno, que se cercó, fue destruida. La explotación fue equipada con paneles solares, un vivero y perforaciones para explotar las napas freáticas.
Preocupados, los propietarios vecinos y grupos de protección de la naturaleza defienden que la agricultura a gran escala está prohibida en este lugar debido a los planes para el uso de suelos en la región.
En septiembre, por la presión, NEMA ordenó a KiliAvo que suspenda sus actividades mientras se examina el caso. La empresa ha impugnado esta decisión ante el tribunal medioambiental de Kenia, donde está siendo instruido el caso.
Mientras tanto prosiguen los cultivos. Una mañana, a principio de marzo, había tractores trabajando la tierra roja y los obreros agrícolas regaban filas de jóvenes aguacates, constató la agencia AFP.
¿Cohabitación imposible?
Aunque floreciente, el cultivo de palta en Kenia tiene mucha menos importancia que el turismo, que en 2019 generó US$1.600 millones.
Sin embargo, el director de la producción y accionista de KiliAvo, Jeremiah Shuaka Saalash, aseguró que la explotación ha “salvado” a muchos trabajadores del sector turístico que se quedaron sin empleo por la covid-19.
“Defiendo la idea que se puede coexistir con la fauna y tener otra fuente de ingresos”, explicó este masai nacido en la región, aseverando que cerca hay una explotación de frutas y verduras aún más grande.
Los propietarios vecinos y expertos de la fauna son categóricos: los dos no pueden cohabitar.
Un cultivo que consume grandes cantidades de agua como el de la palta pone en peligro el ecosistema clasificado patrimonio mundial por la Unesco, que ya se enfrenta regularmente a la sequía.
Los elefantes ya se han topado con la verja eléctrica de KiliAvo, prueba, según ellos, que se encuentra en las rutas que suelen transitar los paquidermos cuando se van de Amboseli para reproducirse, buscar agua y pasto.
¿Se imaginan que los elefantes de Amboseli mueran de hambre para que los europeos puedan comer aguacates?”, lanzó Paula Kahumbu, que dirige la ONG Wildlife Direct.
Según los detractores, autorizar a KiliAvo a proseguir sus actividades crearía un precedente peligroso, ya que que otros empresarios codician estas tierras.
En Kimana, localidad situada cerca de Amboseli, los carteles que proponen terrenos baratos dan una idea del riesgo.
Tolstoi y los dos mil elefantes de este ecosistema ya tienen bastante con los autos para atravesar el santuario de Kimana, punto de paso esencial entre diferentes parques.
“Si seguimos así, el parque nacional de Amboseli va a morir”, advirtió Daniel Ole Sambu de la Big Life Foundation, una ONG local.
“Estos elefantes (…) se irán, y será el fin del parque. Esto significará el hundimiento del turismo en la región”. espetó.
“Cultura perdida”
La mayoría masai en torno a KiliAvo ha convertido sus tierras en reservas privadas, pero abiertas, donde la fauna y la ganadería – esencial para esta comunidad de pastores – pueden desplazarse y pacer libremente.
“Si (KiliAvo) gana, perderemos las reservas. La cultura masai se perderá completamente”, alertó Samuel Kaanki, responsable de una asociación de 342 propietarios en torno a KiliAvo.
Para Paula Kahumbu, la agricultura comercial de Kenia “es mucho más peligrosa para los animales que la caza furtiva”.
Por ello exhortó a los distribuidores extranjeros a informar sobre el origen de lo que compran, como el gigante británico Tesco, que rompió sus relaciones con una importante plantación de paltas keniana en octubre debido a los malos tratos a sus empleados.
“No se puede instalar un cultivo de paltas en una región salvaje como ésta”, cerró.