El Chaco Sudamericano cubre más de 100 millones de hectáreas y es el hábitat de emblemáticas especies de mamíferos como el jaguar (Panthera onca), el tapir (Tapirus) y la capibara (Hydrochoerus hydrochaeris).
Este bosque seco tropical –que se extiende por Bolivia, Paraguay, Brasil y Argentina– está bajo constante presión y se ha convertido en uno de los ecosistemas más deforestados del mundo, con grandes extensiones arrasadas en las que se han instalado la ganadería y las plantaciones de soya principalmente.
Una investigación publicada recientemente en la revista Global Change Biology revisa qué ha sucedido en el Gran Chaco entre los años 1985 y 2015 y cómo estos cambios están impactando la diversidad de los mamíferos: número de especies, diversidad evolutiva, y el rango de roles ecológicos.
La publicación titulada Destrucción del hábitat y sobreexplotación conducen a declives generalizados en todas las facetas de la diversidad de mamíferos en el Gran Chaco fue elaborada por científicos de Bolivia, España y Alemania y liderada por investigadores de la Universidad Humboldt, en Berlín, Alemania.
Una visión amplia de la biodiversidad
El Gran Chaco es el bosque seco tropical más grande del mundo y se extiende sobre 110 millones de hectáreas en cuatro países de Sudamérica. Un extenso territorio que para esta investigación se dividió en espacios de cino por cinco kilómetros cuadrados —equivalentes a 2500 hectáreas cada uno— y en ellos se investigó cómo ha cambiado la biodiversidad durante las tres décadas evaluadas.
La investigación –realizada en Bolivia, Paraguay y Argentina– evaluó estos cambios en cuanto a número de especies, diversidad evolutiva, y el rango de roles ecológicos. Los resultados indican que, en más de la mitad del área evaluada, los tres aspectos de la biodiversidad se redujeron drásticamente.
Se trata de una visión amplia de lo que está pasando en el Gran Chaco sudamericano que no solo evaluó la reducción de la población de las especies, sino también la historia evolutiva de los mamíferos más grandes, así como la función que tienen cada uno de ellos en el ecosistema.
Alfredo Romero-Muñoz, investigador del departamento de Geografía de la Universidad de Humboldt de Berlin y autor principal del estudio, asegura que la mayoría de investigaciones solo se enfoca en el número de especies – que también se incluye en este estudio– pero no tanto en las otras dos variables.
El investigador explica que la diversidad filogenética es la historia evolutiva que comparten las diferentes poblaciones de cada especie y tienen que ver con millones de años de transformación; mientras que la diversidad funcional se refiere a los atributos de los mamíferos que son heredables y que tienen un rol en las funciones ecológicas qué ofrecen.
Este trabajo científico tiene como antecedente otra investigación en la que se analizó qué había pasado con cada una de las 48 especies de los mamíferos más visibles del ecosistema chaqueño que, según indica Romero-Muñoz, alberga alrededor de 150 especies dentro de esta clase de animales.
“El declive en los tres aspectos de la biodiversidad, desde 1985, revela un empobrecimiento generalizado del número de especies, historia evolutiva y roles ecológicos. Esta pérdida incluye la disminución de especies endémicas como el pecarí del Chaco y el armadillo de cola desnuda (Cabassous Chacoensis)”, se explica en el artículo académico.
El documento menciona que también existe un declive en especies de mamíferos “con roles ecológicos clave, principalmente los dispersores de semillas” como el lobo de crin (Chrysocyon brachyurus) y el tapir (Tapirus terrestris), o los principales depredadores como el jaguar (Panthera onca) y el puma (Puma concolor).
Especies como el tapir —explica Romero-Muñoz— tienen un rol ecológico especial como grandes depredadores o dispersores de semilla. “El tapir, entonces, es importante en cuanto a diversidad funcional”, enfatiza.
La disminución de la diversidad funcional “puede tener implicaciones importantes para el funcionamiento del ecosistema, como la regeneración forestal y la regulación de la abundancia de herbívoros y mesopredadores (depredadores de rango medio que se alimenta de animales más pequeños)”, explica el artículo.
Otro ejemplo de cómo la destrucción del hábitat y la sobreexplotación afectan al Gran Chaco se explica con el riesgo de que se extingan especies como el pecarí del Gran Chaco, pues se perderían 8 millones de años de evolución.
Guillermo Fandos, de la Universidad de Postdam y coautor del estudio, recuerda que en El Chaco hay una enorme diversidad de mamíferos, que abarca muchas ramas del árbol evolutivo de la vida. “Algunas especies no se encuentran en ningún otro lugar de la Tierra, como el sajino del Chaco y el armadillo bola. Perder la diversidad de estos mamíferos significa cortar las ramas de ese árbol de la vida, destruyendo millones de años de evolución”, dice.
“Es un estudio pionero en este tipo de análisis y a una escala tan grande. No se trata solo del número de especies, sino de la filogenia y la diversidad funcional”, comenta Silvia Gallegos, vicepresidenta del Colegio de Biólogos de La Paz.
Gallegos explica que estos hallazgos son importantes porque al analizar la situación de los animales bajo mayor presión se entiende el rol que cumplen. “Si desaparecen los grandes mamíferos, por ejemplo, puede haber una sobrepoblación de sus presas. El control de los animales de las diferentes especies esta determinado por un depredador”, comenta.
Un mapa para la protección
Los resultados del estudio también indican que para proteger la biodiversidad de El Chaco se debe conservar por lo menos el 23% de este gran ecosistema. Sin embargo, para el periodo que contempla el estudio, entre 1985 y 2015, solo el 5% estaba protegido.
“Los mapas elaborados durante la investigación ayudarán en la planificación de las conservación, y muchas de estas áreas deberían ser protegidas. Aunque este mapa no es determinante sobre dónde deberían estar las áreas naturales protegidas, creo que puede contribuir significativamente a delinearlas”, dice Romero-Muñoz.
Silvia Gallegos, del Colegio de Biólogos de La Paz, comenta que el sur de Bolivia es un área prioritaria para la conservación de las diferentes facetas del Gran Chaco, principalmente debido a su endemismo y a que se trata de uno de los lugares más diversos que aún queda en este ecosistema. “Entre las áreas protegidas de Bolivia que tiene mayor diversidad destaca el Parque Nacional del Gran Chaco Kaa-Iya”.
Gallegos agrega que, actualmente, el sur de Bolivia está bajo una gran presión «sobre todo tras los incendios de 2019 y 2020.
El estudio también da a conocer que la reducción de la biodiversidad en los 30 años de análisis se dio con mayor fuerza en Paraguay, en segundo lugar está Bolivia y por último Argentina. “El 20% del Chaco paraguayo ha desaparecido en las ultimas dos décadas, la deforestación ha sido intensa”, dice el artículo.
En el caso de Argentina, que abarca el 60% de este ecosistema, la pérdida en el periodo estudiado ha sido menor porque el uso de la tierra y el cambio de suelo empezó mucho antes que en los otros dos países. En cambio, en Bolivia y Paraguay, los bosques eran prístinos y las comunidades de mamíferos también hasta 1985.
En cuanto a amenazas, la investigación indica que la destrucción del hábitat ha sido la principal causa de disminución de los tres aspectos de la biodiversidad. En cuanto a la presión de la caza, esta ha sido más importante en el aspecto taxonómico o numérico y en el filogenético, principalmente porque se expandió en las áreas más remotas.
“Es importante ver que el Chaco, aunque es muy extenso, tiene gran parte de su territorio deforestado, pues se encuentra bajo mucha presión humana”, explica Romero-Muñoz.
En Argentina y Paraguay la principal causa de deforestación ha sido el avance de la ganadería. En Argentina también se debe tomar en cuenta la cacería y la expansión de los cultivos de soya como causas de la pérdida de los bosques del Chaco.
Romero-Muñoz señala que el avance de la agroindustria ha sido posible por el desarrollo de soya transgénica. Y en el caso de Bolivia y Paraguay la deforestación ocurre principalmente por el avance de la ganadería a gran escala.
En cuanto a la cacería, Romero-Muñoz explica que se presenta con más frecuencia en las áreas más remotas, donde no se observa mucha deforestación, pero sí se pueden ver caminos. “La cacería sigue siendo alta en zonas prístinas”, explica el investigador sobre la base de un estudio previo que analizó el impacto de esta actividad en cada una de las 48 especies.