Diego Haeussler Pérez (28) es Ingeniero Comercial de la Universidad del Desarrollo, pero dedica su vida a algo completamente diferente: al ‘arte y medicina del jugar’. Con juegos sencillos y sin utilizar ningún elemento ni herramienta, hace talleres y charlas en empresas y organizaciones para lograr que las personas reconecten con su esencia infantil y así transformar su mirada y percepción del mundo.
Diego es uno de los cientos de chilenos que ya han sumado su iniciativa a Reacciona por el Clima, la campaña impulsada por la Unión Europea, el Ministerio de Medio Ambiente y fiiS, que busca involucrar a la ciudadanía en la búsqueda y aplicación de acciones concretas para combatir el cambio climático. Él tiene un enfoque diferente para dar la pelea ambiental: lo hace impulsando transformaciones sociales, y jugando.
“La regeneración ecológica viene de una regeneración social”
Su vida y sus raíces, cuenta, han estado ligadas al campo desde que era pequeño: los fines de semana y vacaciones los pasaba allí, mientras que el resto de su vida transcurría en la ciudad. “Esta visión en el campo me empezó a aportar algo: me empezó a generar una inquietud, una inconformidad con el mundo. Me empecé a dar cuenta de que las relaciones sociales, los vínculos, la sociedad… había algo que no estaba funcionando”, explica Diego.
Entró a estudiar Ingeniería Comercial, y allí tuvo una experiencia reveladora a partir de 2 profesores de ramos vinculados a la innovación, que en vez de enseñar de manera tradicional, lo hacían a través del juego y de las emociones. Para Diego fue una iluminación: “me mostraron que el camino era por ahí y no como la ingeniería comercial me lo estaba mostrando”.
El 2014 egresó, y decidió no dedicarse a su carrera: “Renuncié, por así decirlo, a mi título de ingeniería comercial y a buscar trabajo en eso. Renuncié a mi profesión”, dice. Desde entonces, cuenta que comenzó un camino de exploración y búsqueda de proyectos sociales, causas y movimientos “que estén transitando hacia nuevos paradigmas de sostenibilidad, desarrollo, colaboración y crecimiento”. Además, se hizo vegetariano, tomó cursos de improvisación teatral, viajó y se integró a diversas organizaciones de trabajo social y medioambiental.
Su opinión en torno a cómo es nuestra sociedad hoy en día es categórica: “estamos mirando lo superficial, dejamos de ver la esencia; estamos escuchando lo que queremos, no estamos escuchando lo que la gente realmente quiere decir”, reflexiona. Para Diego, “hay vínculos que están muy rotos”, y cree que esto tiene un impacto en cómo podemos enfrentar la crisis ambiental en que se encuentra nuestra sociedad: “la regeneración ecológica viene de una regeneración social”, asegura.
El juego como herramienta de sanación y reencuentro con la naturaleza
“Si queremos mejorar el medio ambiente, si queremos hacer una agricultura regenerativa, si queremos enfrentar de cualquier manera el cambio climático, tenemos que como sociedad organizarnos, y tiene que ser de manera entretenida, tenemos que ir a la esencia, que es despertar y activar ese niño y esa niña interior a través del jugar, y en sociedad cambiar esta manera de vincularnos”, explica.
Con esta convicción, creó un taller llamado ‘El Arte y Medicina del Jugar’, el que aplica en empresas y organizaciones de todo tipo. “Mi rol de trabajo es el de facilitador lúdico”, cuenta. Lo que hace, literalmente, es poner a las personas a jugar, ya sea en parejas o grupos, sin importar la cantidad de gente. Y los juegos que aplica son sencillos y no requieren ningún elemento externo ni herramienta: basta solo el propio cuerpo para sumergirse en los juegos con los que Diego trabaja. “Son juegos que no tienen nada externo del ser humano en sí, nada que nos separe la mirada del uno al otro. No hay ningún objeto que nos separe”, explica.
El ingeniero comercial dice que ve al juego como una herramienta ancestral de desarrollo del ser humano, a través de la cual los niños, por ejemplo, aprenden a vincularse con el mundo de los adultos. Pero, ¿qué ocurre cuando los adultos vuelven a jugar? Ésa es la pregunta que buscó responder cuando inició este taller.
“En el acto del jugar, recuperamos muchas habilidades básicas para luego aprender de la vida y de otras cosas. Recuperamos la capacidad de asombrarnos, la capacidad de reír de lo simple, la capacidad de equivocarnos, y enfrentarnos al error y disfrutar el error”, dice.
A partir de este taller, dice, se generan dinámicas sociales que facilitan el diálogo y la comunicación entre quienes participan, además de reconectar a las personas con su esencia como seres humanos y con la propia naturaleza. “Cuando juegan, empiezan a despertar magia dormida en ellos”, detalla.
Lo que busca mediante el taller es “recordarnos qué es ser humanos, recuperar nuestras confianzas, vincularnos de una manera completamente distinta, para que juntos desde el juego, el diálogo y la apertura, podamos colaborar en la regeneración de nuestros suelos y del planeta tierra”.
Diego se define como un emprendedor social nómada: “soy muy libre, muy abeja, vuelo por muchos lugares, y no me caso con ningún proyecto. Estoy siguiendo un rol de polinizador, donde veo en cada persona, en cada institución y organización, una flor, donde voy a extraer ese polen, ese conocimiento de todas esas personas o instituciones. Voy absorbiendo, voy creando mi propia miel, y voy compartiendo”.
A través del boca a boca, distintas organizaciones lo conocen y lo invitan a participar e intervenir instancias para generar un cambio. Y Diego espera ir dejando huella en las personas y de ese modo también ir plantando una semilla para un cambio medioambiental: “si no hay diálogo, si no hay escucha, si no hay empatía, va a ser súper difícil construir el mundo que queremos”, concluye.