Décadas de conflicto dejaron a Sudán del Sur casi sin carreteras, aeródromos o infraestructuras turísticas.
Ningún visitante osa poner un pie en este país de África Oriental, que sin embargo posee un enorme potencial ecoturístico.
Sudán del Sur es uno de los paraísos de la fauna y la flora africanas, un lugar de una increíble biodiversidad, entre las junglas tropicales y los desiertos áridos y desolados del continente.
Pero también es un país sin turistas, que alberga algunos de los hábitats salvajes más inexplorados de África, devastado por la violencia.
La mayor parte de los Estados desaconsejan además a sus ciudadanos viajar a este país, incluso después de la formación en febrero de un gobierno de unión nacional que parece poner fin a seis años de guerra civil.
Pero Sudán del Sur cuenta con un enorme potencial ecoturístico sin explotar, con la mayor sabana y humedal de África, la segunda mayor migración de mamíferos del mundo, sus leones, sus elefantes y su miríada de otras especies emblemáticas y amenazadas, que los turistas visitan en otros países del continente.
“Una biodiversidad fantástica”
“Sudán del Sur se convertirá en un núcleo del turismo”, declaró a la AFP Alfred Akwoch Omoli, quien hasta febrero era ministro de Turismo. “La fauna y la flora son tan importantes que la mayoría de otros países nos envidian”, afirma.
Se trata de una visión optimista, pues incluso en momentos de paz se necesitarán meses, incluso años, para ver emerger un sector turístico viable. Algo que el gobierno reconoce.
Los ingresos actuales del Estado se basan enteramente en la producción de petróleo, la cual puede “acabar de la noche a la mañana”, subrayó Omoli, que estimó que se deben encontrar alternativas para reconstruir una economía destruida por la guerra.
Ve como ejemplos perfectos a los vecinos Uganda y Ruanda, dos países también vivieron sangrientos conflictos, pero hoy son destinos turísticos populares.
Albert Schenk, de la ONG Wildlife Conservation Society (WCS), señaló que Sudán del Sur “tiene el mismo potencial que los demás países de la región. Todo está ahí. Hay una biodiversidad fantástica en este país”.
Su principal potencial es el espacio Boma-Bandingilo, una vasta extensión salvaje situada al este del Nilo blanco, que llega hasta Etiopía y constituye la mayor sabana preservada de África.
Cada año, cerca de 1,2 millones de antílopes y de gacelas atraviesan en inmensas manadas este ecosistema de 95.000 km2, el tamaño de un país como Hungría.
Los turistas, alejados
El evento anterior solo es superado por la gran migración de los ñús, un mamífero rumiante de la familia de los antílopes, entre los parques del Serengueti, en Tanzania, y del Masái Mara, en Kenia. Salvo que no hay nadie para verlo.
El último folleto turístico del gobierno de Sudán del Sur se imprimió este año y, con ambición, ofrecía a los visitantes más intrépidos hacer safaris, rafting y vuelos por encima del Nilo en helicóptero.
La primera imagen es un rinoceronte, aunque esta especie está oficialmente extinguida desde hace tiempo en Sudán del Sur, debido a la caza.
Un proyecto de construcción de un campo de safari de lujo, que habría sido el primero en el país, fue abandonado cuando estalló la guerra civil en 2013.
Este conflicto dejó más de 380.000 muertos y provocó una crisis humanitaria catastrófica.
Los años de esfuerzos de WCS en Boma quedaron reducidos a la nada este año, cuando surgieron los combates alrededor del parque nacional. Los guardias huyeron y el director del parque fue ejecutado.
No todo está perdido
Pero fotos aéreas y las realizadas con cámaras escondidas han permitido demostrar que no todo está perdido.
La fauna se adaptó, ocultándose en vastas zonas pantanosas o en bosques impenetrables. Y las amplias manadas de antílopes y de gacelas continuaron transitando.
Estos últimos años, especies escasas y raramente observadas como el bongo (una especie de antílope), el licaón (perro salvaje africano), o el colobo rojo occidental (una especie de mono) fueron fotografiados por el grupo de defensa del medioambiente Flora and Fauna International.
WCS contribuyó a establecer una ley que convierte en zona protegida al corredor migratorio entre los parques nacionales de Boma y Bandingilo. Según Schenk, es un avance considerable pues esta zona es rica en petróleo y minerales.
William Til, el actual director del parque nacional de Boma, espera que los turistas lleguen un día a “ayudar a desarrollar” este lugar aislado.