En Chile las mujeres ganan, en promedio, un 27% menos que los hombres. Así lo indicaba el Instituto Nacional de Estadísticas, luego de conocerse que en 2018 las mujeres obtuvieron $474.911 en promedio al mes, mientras que los hombres $652.397.
Éste término significa la diferencia que existe entre el promedio de sueldos de todos los hombres y el promedio de sueldos de todas las mujeres. Se utiliza, entre otras cosas, para medir y graficar las disparidades de género que aún existen en el mundo del trabajo.
Ésta suele calcularse en función del promedio de las remuneraciones entre hombres y mujeres. Sin embargo, si analizamos la brecha en términos de la mediana de ingresos mensuales, ésta se estrecha. Según cifras del INE, la mitad de las mujeres en Chile obtuvieron ingresos iguales o menores que $343.234 y los hombres $411.100. Es decir en ese caso la diferencia es del 16,5%.
Desde diferencias en las ocupaciones, la tasa de participación en el mercado laboral, la duración de las jornadas, el tipo de contrato, y hasta el determinante factor de la maternidad y el cuidado del hogar, influyen en que al día de hoy se siga dando esta brecha.
Una marcada diferencia ocupacional
Una de las principales razones detrás de la brecha salarial es la marcada diferencia en las ocupaciones en que tradicionalmente se encuentran hombres y mujeres. A simple vista, pareciera ser que vocacionalmente se tiende a escoger áreas de trabajo muy diferentes dependiendo del género, no obstante, la realidad podría ser más compleja.
Según datos del Instituto Nacional de Estadísticas, en Chile las mujeres están más presentes en áreas vinculadas a la salud, la educación y los servicios sociales, principalmente en carreras como enfermería o pedagogía. Por otro lado, los hombres están más presentes en carreras ligadas a la ciencia, la tecnología y las matemáticas, las cuales tienden a ser mejor remuneradas.
Según revelan los datos de la Encuesta Nacional de Empleo de 2015, tenemos que además los hombres lideran la ocupación en carreras de mayor riesgo, como la minería o la construcción.
En esa misma línea, un estudio de Comunidad Mujer realizado en base a datos del Ministerio de Educación, encontró que en 2017 las diferencias en el porcentaje de egresados en carreras “masculinizadas” y carreras “feminizadas” era extremadamente notorio.
Se entiende por carreras “masculinizadas” a aquellas que están dominadas por hombres, que suelen centrarse más en el trabajo y el estudio de las cosas, mientras que las carreras “feminizadas” son aquellas más dominadas por mujeres y que guardan mayor relación con el trato directo con las personas.
Hay quienes apuntan a que esto se trata de meras elecciones personales, donde incluso la biología y la evolución jugarían un rol importante. Un estudio de 2009 hecho en la Universidad de Illinois encontró que, en general, las mujeres no estarían interesadas en los trabajos de tipo STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas, por sus siglas en inglés)
Sin embargo, hay otros que apuntan duramente a que la crianza, la cultura y los diferentes roles de género juegan un rol determinante en las decisiones vocacionales de los jóvenes.
Según señala un informe realizado en 2015 por el Departamento de Estudios Laborales y el Departamento de Estudios Sociales del INE, “la distinción de género se reproduce en el campo laboral debido a la supuesta ‘asignación natural’ de roles. Ello genera características estereotipadas de ambos sexos, lo que deriva en un acceso desigual a los puestos de trabajo“.
Y agrega que “la segregación sexual en el mercado se hace evidente al analizar la distribución de las mujeres por actividad económica y categoría ocupacional”.
Hombre proveedor y mujer cuidadora
Según cifras del INE, en 2019 la tasa de participación nacional de las mujeres era de un 52,7%, mientras que la de los hombres alcanzaba el el 73,8%. Es decir, tenemos que, además de ubicarse en áreas mejor remuneradas, los hombres están más presentes en la fuerza de trabajo que las mujeres, reflejando una brecha de participación del 21%.
De aquellas personas que declaran razones familiares permanentes -como cuidado de los hijos, familiares y quehaceres domésticos- para no participar en el mercado laboral, el 96,6% son mujeres, mientras que solo el 3,4% son hombres.
Según la Encuesta Nacional de Empleo de 2019, de aquellas mujeres que están ocupadas, el 28% trabajó menos de 30 horas a la semana, en contraste con un 14,9% de los hombres ocupados.
De estas, el 82,4% declara que la razón principal de no poder dedicarse más horas a su trabajo es el cuidado de personas en el hogar. No obstante, solo un 12,5% declaró que les gustaría trabajar más horas, pero no lo pueden hacer.
Según se explica en el informe del Departamento de Estudios Laborales del INE, la división del trabajo al interior de los hogares guardarían directa relación con la segregación ocupacional en la estructura del mercado laboral.
Y se agrega: “Es claro que la división sexual del trabajo ya mencionada, con la consiguiente responsabilidad que les asigna a las mujeres en cuanto al trabajo doméstico y de cuidado de personas, afecta directamente su participación en el trabajo remunerado con igualdad de oportunidades”.
La presencia de las mujeres dentro del hogar se hace notar incluso cuando se observan las cifras de microemprendimiento en el país. Según datos del INE, en 2019 el 44,8% de las mujeres que emprendió y desarrolló un negocio lo hizo desde el propio hogar. En hombres esta cifra es de 19,9%.
En esa misma línea, se puede observar que las mujeres microemprendedoras trabajan en total 9,1 horas más a la semana en promedio que los hombres microemprendedores, con una marcada diferencia en la cantidad de horas dedicadas al trabajo no remunerado y al trabajo en la ocupación.
Para el caso de los hombres, 42,4 horas a la semana lo dedican a actividades directamente relacionadas al trabajo en la ocupación, mientras que 11,3 son de trabajo no remunerado. En el caso de las mujeres, las cifras son de 33,4 y 29,4 respectivamente.
Por el mismo trabajo
En junio de 2009 se promulgó en Chile la ley 20.348, la cual consigna que “el empleador deberá dar cumplimiento al principio de igualdad de remuneraciones entre hombres y mujeres que presten un mismo trabajo“.
No obstante, la ley también aclara que no son consideradas arbitrarias “las diferencias objetivas en las remuneraciones que se funden, entre otras razones, en las capacidades, calificaciones, idoneidad, responsabilidad o productividad”.
Según cifras de la Dirección del Trabajo, hasta el año 2017 sólo 8 denuncias por vulneración a la igualdad remuneracional llegaron a tribunales.
Algunos de los factores que contribuyen en que al día de hoy exista esta diferencia dentro del mismo trabajo son, entre otras, la maternidad y el cuidado de los niños, y en segundo lugar la cantidad de mujeres que se especializan en su área y son capaces de acceder a títulos de posgrado.
Según datos de ONU Mujeres, la brecha salarial es mayor para las mujeres con hijos, esto porque pasan más tiempo dedicadas al trabajo doméstico y de cuidado no remunerado que los hombres, lo cual afecta sus oportunidades de obtener trabajo remunerado de calidad.
Esto ocurriría porque aún existe la visión de que la mujer es la primera cuidadora de los hijos, por lo que se asume que en caso de cualquier tipo de complicación doméstica, urgencias médicas o asuntos escolares, es la mujer quien deberá ausentarse del trabajo para suplir las necesidades de sus hijos.
Esto incide en que aquellas que son madres opten por jornadas más cortas, afectando su sueldo y disponibilidad para atender tareas en el trabajo que puedan suponer una mejora en su rendimiento, dificultando por ejemplo las posibilidades de ser ascendida a futuro.
Según indicó un informe de la Universidad de los Andes en octubre de 2020, “uno de los principales hitos que trunca los caminos laborales de hombres y mujeres es el nacimiento de hijos. De esta manera, muchas mujeres abandonan por un tiempo la fuerza laboral u optan por ‘mommy tracks’, carreras laborales que sean más compatibles con la crianza, mientras que los hombres, a pesar de ser padres, continúan con trayectorias laborales ascendentes”.
Ese mismo informe explica que “hay una discriminación directa hacia la maternidad, existiendo brechas salariales entre mujeres madres y no madres, con similares estudios y experiencia, dentro de una misma empresa”.
El panorama covid
Un informe realizado por ONU Mujeres, explica que hay una serie de factores que han impactado de forma negativa a las mujeres durante esta pandemia, perjudicando sus ingresos y estabilidad laboral.
Según se indica en el documento: “en la categoría ocupacional de trabajadores(as) de servicios y vendedores(as) de comercios, 65% son mujeres (INE, 2016). Este sector se ve afectado por el cierre obligatorio de la gran mayoría de los locales, instituciones y centros comerciales, generando condiciones de incertidumbre laboral”.
En el caso del trabajo doméstico, uno de los rubros más afectados por el confinamiento, se señala que este en un 97% de los casos es desarrollado por mujeres. “De este porcentaje, un 48% de los casos se realiza de manera informal, el 52,6% percibe menos que el mínimo mensual y el 10,6% son mujeres extranjeras (CASEN, 2017)”, explican.
Los roles de género y la distribución desigual de las labores del hogar se hizo aún más notoria en pandemia, donde es la mujer quién, además de ajustarse a las condiciones de teletrabajo, es quien ha debido asumir en mayor parte la tarea de cuidar el hogar durante el confinamiento.
“Niños, niñas, adolescentes y otras personas que requieren cuidados deben permanecer en sus casas, por lo tanto estas funciones incrementan para las mujeres que realizan trabajo no remunerado y también para las que desempeñan labores remuneradas, debiendo estas últimas conciliar el trabajo y/o teletrabajo con estas actividades” sentencia el artículo.