En Chile el nombre de Eloísa Díaz es conocido porque, en 1881, con solo 15 años dio y aprobó su examen de Bachillerato, convirtiéndose en la primera mujer estudiante de la Universidad de Chile y luego, en la primera en obtener el título de Médico Cirujano en el país.
Su historia fue un hito en un período en que la educación y los títulos profesionales eran terreno de hombres.
El acceso a la educación y la profesionalización en Chile se logró gracias a la lucha persistente de varias mujeres que, poco a poco, fueron visibilizando la necesidad de ampliar el acceso a nuevos espacios educativos desde y para la mujer.
Estando próximos a conmemorar el Día Internacional de la Mujer, la académica de la Escuela de Historia de la U. Finis Terrae, Paula Caffarena, recuerda y reconoce a aquellas mujeres que fueron relevantes para el proceso de la profesionalización de la mujer en Chile.
De acuerdo a la docente, el título de médica de Díaz formó parte de un escenario más amplio y que enriquece aún más su hazaña, pues “nos permite relevar el papel que durante el siglo XIX cumplieron algunas mujeres en la construcción de los espacios necesarios para que éstas pudieran alcanzaran un título profesional”, dice la académica.
Impulsoras de la profesionalización femenina
La historia muestra que el 6 de febrero de 1877, bajo la presidencia de Aníbal Pinto, se promulgó un decreto que permitió que las mujeres chilenas pudieran rendir exámenes oficiales para obtener títulos profesionales.
Este decreto fue promulgado con la firma del Ministro de Instrucción Pública de la época, Miguel Luis Amunategui.
“Lo que pocas veces se menciona es que tras su promulgación, destacó el implacable trabajo de dos mujeres que impulsaron esta medida. Me refiero a Antonia Tarragó, quien en 1865 fundó y dirigió el Liceo Santa Teresa, destinado a otorgar instrucción secundaria a mujeres”, cuenta Caffarena.
Gracias a la creación del liceo, explica la historiadora, algunas mujeres pudieron obtener un nivel de educación similar al que se le entregaba a los hombres en dicha época, “lo que, sin duda, ayudó a delinear el camino para los establecimientos educacionales de enseñanza media destinados a ambos sexos”.
Junto a los esfuerzos de Tarragó, destacó el trabajo de Isabel Le Brun quien en 1875 fundó en Santiago una escuela secundaria privada que llevó su nombre. Ahí realizó su enseñanza secundaria Eloísa Díaz y también Ernestina Pérez, que recibió el título de médico cirujano solo siete días después que Díaz.
En un momento en que la educación secundaria era limitada y solo disponible a través de escuelas religiosas, ambos colegios permitieron el acceso de algunas mujeres a la educación.
“Estas conquistas, fueron centrales para que a fines del siglo XIX Eloísa Díaz, Ernestina Pérez, y también Eva Quezada Acharán en 1894 y, posteriormente, durante los primeros años del siglo XX, Emma Cossio Pérez y Elvira Higueras Castillo, consiguieran conquistar el espacio de lo profesional”, explica la académica.
De esta forma, dice Caffarena, la lucha persistente de las mujeres que poco a poco fueron visibilizando la necesidad de ampliar el acceso a la educación, fue central.
Así quedó demostrado cuando en 1891 se abrió el primer Liceo femenino, que, en definitiva, permitió acoger la enorme demanda que existía en la sociedad por la educación secundaria femenina.