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La denuncia de acoso sexual contra el Presidente Gabriel Boric ha generado confusión debido a detalles sobre un pendrive con fotos íntimas que habría sido hurtado hace años y recientemente filtrado en internet. La prescripción del presunto delito original contrasta con la difusión actual de las imágenes. La forma en que la Presidencia accedió a la denuncia es motivo de controversia, con discrepancias entre la Ministra Vallejo y el Subsecretario del Interior Cordero. La confusión entre la vida privada y pública se evidencia en este caso, donde la implicación del Palacio de Gobierno plantea interrogantes sobre los roles institucionales.
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Ya todos conocemos la denuncia de acoso sexual contra el Presidente Gabriel Boric, si bien, en un inicio los detalles fueron confusos, al transcurrir los días, se dio a entender que la denunciante acusa el hurto de un pendrive, en el cual tenía fotos íntimas, hace muchos años.
Y es este año, que las imágenes fueron filtradas y subidas a internet por alguien, y ella presume que el responsable fue el Presidente, ya que hace 10 años compartieron oficina mientras hacían la práctica juntos en Punta Arenas.
Hay que entender que el presunto delito original estaría prescrito, sin embargo, la difusión de estas imágenes no estaría prescrito ya que ocurrió “recién”.
Si bien esto es lo que se está investigando, hay que tener atención con las prescripciones. Esto porque la gran discusión es que si hay que investigar primero para luego declarar la prescripción o se declara inmediatamente, es algo ya zanjado por la justicia chilena.
Otro punto relevante, dentro de varios en este caso, es conocer cómo accedió la Presidencia de la República a conocer esta denuncia. Dentro del abanico de explicaciones en las que pinponean al responsable de dar con el responsable, estas son malas.
La vocería realizada por la Ministra Vallejo, fue desmentida por el Subsecretario del Interior Luis Cordero, ha provocado una gran confusión.
Vida particular vs. vida pública
Si uno quiere ejemplificar este caso, se puede decir que cuando uno confunde la vida particular con la vida de ejercer un cargo, estas se mezclan, se enredan y no se sabe bien cuándo empieza una y termina la otra.
Involucrar al Palacio de Gobierno completamente en esta eventual falta, como acceder a una información que, hasta donde se sabe, no es una fuente abierta, es ahí donde demuestra que hay una gran confusión entre los dos roles.
Revisa el análisis de Katherine Cubillos y Tomás Mosciatti, en Radiograma.