Efemérides: El 09 de marzo de 1974 se rinde Hiroo Onoda, último soldado de la Segunda Guerra Mundial

Raymundo Fleming

Periodista BBTV

09 de marzo | 09:47
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Un día como hoy, 9 de marzo, pero hace 51 años atrás, en la isla filipina de Lúbang, el último soldado japonés de la Segunda Guerra Mundial se rindió finalmente. Se trataba del teniente Hiroo Onoda, un oficial de inteligencia del ejército imperial japonés. A pesar de que Japón había capitulado en 1945, Onoda y su pelotón de cuatro hombres se negaron a creer que la guerra había terminado.

Hiroo Onoda y su guerra de 30 años

En 1965, Onoda, junto con su único compañero restante, Kinshichi Kozuka, logró sintonizar una radio de una granja local, escuchando emisiones de Australia. Aunque sorprendidos por las noticias, seguían convencidos de que las emisiones formaban parte de un plan de los Estados Unidos para forzarlos a rendirse. Sin embargo, la situación se complicó cuando Kozuka fue abatido en un tiroteo con la policía filipina. Desde ese momento, Onoda enfrentó su lucha en solitario.

El giro en su historia llegó a principios de 1974, cuando un joven japonés, Norio Suzuki, decidió aventurarse en la jungla de Lúbang para verificar los rumores sobre un soldado japonés aún luchando. Tras un arduo rastreo, encontró a Onoda, quien se mostró reacio a rendirse sin una orden directa de su comandante. Suzuki regresó a Japón y localizó al comandante Taniguchi, quien voló a Filipinas para entregarle a Onoda las órdenes oficiales de rendición. Finalmente, tras recibir la orden, Onoda comprendió la magnitud de su error y se sintió profundamente abrumado por los años perdidos.

Onoda, de 52 años, regresó a Japón tras ser perdonado por el presidente filipino Ferdinand Marcos, a pesar de haber matado a más de 30 personas durante su tiempo en la jungla. Fue recibido como un héroe nacional, aunque rechazó el dinero que le ofrecía el Estado por sus años de servicio. En su libro Sin rendirse, mis 30 años de guerra, relató sus experiencias, lo que le permitió amasar una fortuna. Sin embargo, al regresar a su país, se encontró con un Japón que había cambiado drásticamente. En 1975, decidió emigrar a Brasil, donde se dedicó a la cría de ganado y más tarde fundó la Escuela de Naturaleza de Onoda.

En este video, Nibaldo Mosciatti nos cuenta más acerca de este acontecimiento que marcó la historia

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Un día como hoy, 9 de marzo, pero hace 51 años atrás, en la isla filipina de Lúbang, el último soldado japonés de la Segunda Guerra Mundial se rindió finalmente. Se trataba del teniente Hiroo Onoda, un oficial de inteligencia del ejército imperial japonés. A pesar de que Japón había capitulado en 1945, Onoda y su pelotón de cuatro hombres se negaron a creer que la guerra había terminado.

Hiroo Onoda y su guerra de 30 años

En 1965, Onoda, junto con su único compañero restante, Kinshichi Kozuka, logró sintonizar una radio de una granja local, escuchando emisiones de Australia. Aunque sorprendidos por las noticias, seguían convencidos de que las emisiones formaban parte de un plan de los Estados Unidos para forzarlos a rendirse. Sin embargo, la situación se complicó cuando Kozuka fue abatido en un tiroteo con la policía filipina. Desde ese momento, Onoda enfrentó su lucha en solitario.

El giro en su historia llegó a principios de 1974, cuando un joven japonés, Norio Suzuki, decidió aventurarse en la jungla de Lúbang para verificar los rumores sobre un soldado japonés aún luchando. Tras un arduo rastreo, encontró a Onoda, quien se mostró reacio a rendirse sin una orden directa de su comandante. Suzuki regresó a Japón y localizó al comandante Taniguchi, quien voló a Filipinas para entregarle a Onoda las órdenes oficiales de rendición. Finalmente, tras recibir la orden, Onoda comprendió la magnitud de su error y se sintió profundamente abrumado por los años perdidos.

Onoda, de 52 años, regresó a Japón tras ser perdonado por el presidente filipino Ferdinand Marcos, a pesar de haber matado a más de 30 personas durante su tiempo en la jungla. Fue recibido como un héroe nacional, aunque rechazó el dinero que le ofrecía el Estado por sus años de servicio. En su libro Sin rendirse, mis 30 años de guerra, relató sus experiencias, lo que le permitió amasar una fortuna. Sin embargo, al regresar a su país, se encontró con un Japón que había cambiado drásticamente. En 1975, decidió emigrar a Brasil, donde se dedicó a la cría de ganado y más tarde fundó la Escuela de Naturaleza de Onoda.

En este video, Nibaldo Mosciatti nos cuenta más acerca de este acontecimiento que marcó la historia

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