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La ministra Orellana genera controversia al cuestionar la participación del Cardenal Chomalí en el debate sobre el aborto, señalando que no se puede subordinar las decisiones a la opinión de la Iglesia Católica. Se destaca la necesidad de que el Cardenal participe como ciudadano, aceptando réplicas y sin pretender hablar desde una superioridad moral. Se enfatiza en la importancia de considerar también la perspectiva científica en el debate. Por otro lado, se advierte que una posible reforma del sistema político podría fracturar la unidad del oficialismo, especialmente entre partidos pequeños que temen perder poder. Se subraya la complejidad de avanzar en mejoras políticas cuando los intereses particulares predominan sobre las ideas y se cuestiona la viabilidad de gobernar sin un congreso sólido en el futuro.
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Un tema que se ha tomado la jornada son las declaraciones de la ministra Orellana hacia el Cardenal Chomalí frente al aborto.
Algunos dicen que esto puede provocar fracturas también en el mundo del oficialismo, particularmente lo que ocurre con la democracia cristiana.
Pero hay que dejar de lado esas minucias para entrar al tema de fondo. Uno, la pertinencia de la participación del debate del propio Cardenal.
Tiene todo el derecho, así como los evangélicos y los adventistas, por ejemplo.
Pero, ¿es correcto tildarlo de príncipe? Si el Cardenal quiere participar del debate público y entrar a esa arena, tiene que hacerlo aceptando que se le replique. Y, por lo tanto, él no puede pretender que habla desde una superioridad moral.
Este es un debate ciudadano. Él tiene que participar como ciudadano, representando una opinión que es válida, pero tiene que aceptar que esa opinión entre en el debate al mismo nivel que las otras.
Aquí no hay superioridades morales para hablar de cualquier cosa. Por ejemplo, los militares no tienen superioridad moral para hablar de defensa, de la patria.
No podrá discrepar con lo que dice, pero la ministra dice que las decisiones sobre este tema no se pueden subordinar a la opinión de la Iglesia Católica. Que es una opinión más, a eso se refiere. Y estoy de acuerdo con eso.
Eso debería batirse, pero queda al nivel de la consigna. Para hablar del aborto hay que escuchar también a la ciencia, que es lo que dice respecto.
Yo creo que ellos son los principales respecto de cuándo empieza la vida.
Asimismo, hay que tomar en cuenta que hay científicos que tampoco quieren hablar en Chile porque les da miedo la funa.
La funa significa que después no tienen proyectos, o les sacan horas de clase, o terminan fuera de una universidad.
Pero es un debate, a ver, complejo, donde hay posiciones preestablecidas, de las cuales algunas no van a cambiar.
Incertidumbre en el escenario político
Por otro lado, se ha escuchado ya hace rato que se está escuchando una vocecilla, o varias vocecillas, que advierten que si se avanza, o si se pretende avanzar en una reforma del sistema político, esto podría dinamitar la unidad del oficialismo.
Obviamente, quienes dicen eso son los representantes de partidos pequeños, que con un cambio podrían tener menos del 5% y por eso corren el riesgo de desaparecer.
Ahora, que la unidad de un conglomerado se sostenga en esto, en el fondo que se sostenga en el ejercicio de los cupos, porque finalmente estamos hablando de las cuotas de poder, no hay ideas, ni mucho menos, es bien preocupante.
Esto es poner por delante los intereses particulares de estos conglomerados pequeños, que ven en peligro la supervivencia, y la supervivencia significa efectivamente, claro, puesto en el Congreso, ingresos, financiamiento.
Asimismo, siempre se ha dicho que pretender realizar una mejora al sistema político, con los incumplentes participando, es muy complejo, sobre todo en un año electoral.
Pero bajo ese argumento va a ser prácticamente imposible avanzar si efectivamente los parlamentarios ponen por delante sus intereses, y estamos hablando de intereses políticos, pero también que se traducen en intereses económicos.
Así va a ser difícil avanzar. Sin embargo, la política tiene que profesionalizarse desde el punto de vista de la identidad, el trabajo en equipo y de conglomerados.
Le pasó a Sebastián Piñera, le pasó en algún minuto a Michelle Bachelet y le está pasando a Gabriel Boric. La pregunta es, al próximo presidente del 2026, ¿cuál va a ser el escenario?
Un presidente sin un congreso es prácticamente imposible poder gobernar.
Revisa aquí el análisis de Nibaldo Mosciatti y Néstor Aburto, en Causa y Efecto.