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El congreso aprobó la creación del nuevo Ministerio de Seguridad Pública, generando dudas sobre la posible necesidad de crear seremis de seguridad en todas las regiones. A pesar de la carga burocrática que implica cada ministerio, se reconoce la importancia de abordar la seguridad. La presión social y el aumento de temor en la población han impulsado esta modernización estatal.
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Durante la jornada, el congreso despachó a ley la creación del nuevo Ministerio de Seguridad Pública.
Una decisión que pone una gran interrogante sobre la mesa, si es que ahora se deberán crear seremis de seguridad en todas las regiones.
Si bien cada ministerio significa una cantidad de burocracia y un lastre gigantesco, alguien se tiene que hacer cargo de la seguridad.
Si bien durante los gobiernos de Bachelet y Piñera nombraron biministros y fusionaron ministerios, actualmente es como la multiplicación del pan, y ¿de qué ha servido?
Esta modernización del estado responde a algo que no se había visto hace mucho tiempo, y esa es la presión de las calles.
Si bien es algo nuevo, efectivamente las personas están sintiendo miedo de salir tarde o andan preocupados.
Sin embargo, si el día de mañana tenemos al primer Ministro de Seguridad, ¿qué les va a decir a las policías?
Esta inquietud refleja la incertidumbre sobre cómo se implementarán las nuevas políticas y si realmente se traducirán en acciones efectivas en el terreno.
En términos de auto, un auto de último modelo, funcional, de multitecnología, pero si tú no sabes ocuparlo, y ahí tiene que ver con las personas que se nominan.
Y esa es responsabilidad de cada presidente y sus equipos, aquí en estudio de signas, para que lideren esas carteras.
Esta afirmación resalta la importancia de contar con líderes capacitados que puedan gestionar adecuadamente las nuevas instituciones que se creen.
Finalmente, se concluyó que hay decisiones ejecutivas que se pueden hacer, lo que implica que, a pesar de las limitaciones burocráticas, aún existen oportunidades para implementar cambios significativos si hay voluntad política.
Revisa aquí el análisis de Nibaldo Mosciatti y Néstor Aburto, en Causa y Efecto.