C. S. Lewis nació en Belfast, Irlanda, el 29 de noviembre de 1898 y falleció en Oxford, Inglaterra, el 22 de noviembre de 1963. Buena fecha, entonces, para recordar al gran escritor. Sus padres eran Albert Lewis y Florence Hamilton. Tuvo un solo hermano que se transformó con el tiempo en su mejor amigo, Warren, a quien llamaban Warnie. Lewis es uno de los escritores más afamados de habla inglesa, conocido por las Crónicas de Narnia, pero también autor de numerosos y valiosos libros de ensayos: Los cuatro amores, El problema del dolor y Mero cristianismo; también algunas interesantes obras como Cartas del diablo a su sobrino y Una pena observada, entre muchos otros textos de su autoría. Un relato hermoso y valioso del sus primeras décadas de vida se encuentra en su autobiografía titulada Cautivado por la alegría (Madrid, Ediciones Encuentro, 1991), publicado también en Chile con el título Sorprendido por la alegría (Santiago, Editorial Andrés Bello, 1994), 247 páginas.
Irlanda es un país marcado por la religión, y eso se notaba en esta familia. Por ejemplo, el reverendo Thomas Hamilton, abuelo de C. S. Lewis, dudaba que un católico romano tuviera posibilidades de salvarse. Así resume Lewis en su autobiografía espiritual la formación de su familia. “Nací en Belfast durante el invierno de 1898; hijo de un notario y de la hija de un pastor protestante. Mis padres tuvieron dos hijos, ambos varones, de los cuales yo era el más pequeño, con unos tres años de diferencia” (C. S. Lewis, Cautivado por la alegría, p. 11). De sus primeros años recordaba algunas cosas relevantes: en primer lugar, la alegría de vivir (interrumpida a los nueve años por la muerte de su madre); también la amistad y la familia; cierta vida religiosa y la pertenencia a la clase media inglesa. Finalmente, debemos destacar los libros y la lectura.