Como afirma el experto Niall Binns en su libro La llamada de España. Escritores extranjeros en la guerra civil (Editorial Montesinos, 2004), el conflicto fratricida que sacudió a la Península en la década de 1930 provocó uno de los fenómenos más interesantes de la historia política y de la cultura en el siglo XX. La conmoción provocada por el drama alcanzó también a distintos lugares del mundo y como consecuencia de ello numerosos intelectuales y escritores desde los más diversos países acudieron a luchar por alguno de los bandos en pugna, de preferencia por los republicanos, aunque no faltaron otros en las filas nacionales.
Así aparecieron por España André Malraux y Paul Claudel, Roy Campbell y Stephen Spender, Upton Sinclair y Ernest Hemingway, entre otros habitantes de las democracias de entonces. Desde los países totalitarios –aunque no necesariamente partidarios de los regímenes existentes en esos países– se advirtió la presencia de Bertolt Brecht y Arthur Koestler (Alemania), Emilio Vittorini (Italia), Mijail Kolstov y el famoso Ilya Ehrenburg (Unión Soviética).
América Hispana no estuvo ajena a las luchas y los dolores de la Madre Patria, como lo ilustraron el peruano César Vallejo, los cubanos Alejo Carpentier y Nicolás Guillén, el ecuatoriano Demetrio Aguilera-Malta, el mexicano Octavio Paz y el argentino Raúl González Tuñón. Lo mismo ocurrió con Chile, como ilustra el caso más conocido de todos, el del poeta Pablo Neruda.
Así lo podemos apreciar en el libro que comentamos, de Matías Barchino (Introducción, estudio y edición, con la coedición de Jesús Cano), Chile y la guerra civil española. La voz de los intelectuales (Madrid, Calambur Editorial, 2013), 693 páginas.