La locura de la Revolución Húngara

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Entre el 23 de octubre y el 11 de noviembre de 1956, Hungría y el comunismo en el mundo vivieron un momento histórico. El año comenzó de una forma compleja e inédita para la Unión Soviética. Todavía no se cumplían mil días desde la muerte de José Stalin, y el XX Congreso del Partido Comunista de la URSS decidió revelar su famoso “informe secreto”, que se iría conociendo con el tiempo. En lo esencial, denunciaba el “culto a la personalidad” hacia Stalin, como un factor crucial de los errores cometidos durante su administración, entre los cuales destacaban las matanzas masivas contra la población, incluso dentro del propio Partido, que había sufrido el asesinato de un porcentaje importante de miembros del Comité Central en las famosas purgas de la década de 1930. Pronto se probaría que esa era una explicación pueril para encubrir bajo eufemismos una masacre inmensa del régimen comunista ruso.
Ese mismo 1956 fue el año de la emotiva Revolución Húngara, que despertó rápidamente el interés de la prensa internacional, en especial la de Occidente. La última década había sido decisiva para el crecimiento del comunismo en Europa Oriental, que logró reproducir el modelo político soviético en países como Polonia y Alemania Oriental, Checoeslovaquia y, ciertamente, también en Hungría. El comunismo avanzaba y el Telón de Acero (o la Cortina de Hierro, según se prefiera) dividía al mundo en dos ideologías contrastantes que luchaban por la influencia mundial bajo la Guerra Fría.
Indro Montanelli, gran periodista italiano, fue uno de los occidentales que pudo conocer la Revolución Húngara en vivo y en directo. Se emocionó y narró sus impresiones en artículos breves e incisivos, que se encuentran reproducidos en este libro: La sublime locura de la revolución (Gallo Nero, 2015), 212 páginas. Los textos combinaban la descripción con el análisis político de la situación, sus propias impresiones con los comentarios que le hacían los propios húngaros que observaban o eran partícipes de los acontecimientos.

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Entre el 23 de octubre y el 11 de noviembre de 1956, Hungría y el comunismo en el mundo vivieron un momento histórico. El año comenzó de una forma compleja e inédita para la Unión Soviética. Todavía no se cumplían mil días desde la muerte de José Stalin, y el XX Congreso del Partido Comunista de la URSS decidió revelar su famoso “informe secreto”, que se iría conociendo con el tiempo. En lo esencial, denunciaba el “culto a la personalidad” hacia Stalin, como un factor crucial de los errores cometidos durante su administración, entre los cuales destacaban las matanzas masivas contra la población, incluso dentro del propio Partido, que había sufrido el asesinato de un porcentaje importante de miembros del Comité Central en las famosas purgas de la década de 1930. Pronto se probaría que esa era una explicación pueril para encubrir bajo eufemismos una masacre inmensa del régimen comunista ruso.
Ese mismo 1956 fue el año de la emotiva Revolución Húngara, que despertó rápidamente el interés de la prensa internacional, en especial la de Occidente. La última década había sido decisiva para el crecimiento del comunismo en Europa Oriental, que logró reproducir el modelo político soviético en países como Polonia y Alemania Oriental, Checoeslovaquia y, ciertamente, también en Hungría. El comunismo avanzaba y el Telón de Acero (o la Cortina de Hierro, según se prefiera) dividía al mundo en dos ideologías contrastantes que luchaban por la influencia mundial bajo la Guerra Fría.
Indro Montanelli, gran periodista italiano, fue uno de los occidentales que pudo conocer la Revolución Húngara en vivo y en directo. Se emocionó y narró sus impresiones en artículos breves e incisivos, que se encuentran reproducidos en este libro: La sublime locura de la revolución (Gallo Nero, 2015), 212 páginas. Los textos combinaban la descripción con el análisis político de la situación, sus propias impresiones con los comentarios que le hacían los propios húngaros que observaban o eran partícipes de los acontecimientos.