Lenin regresa a Rusia (1917)

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Como buen revolucionario bolchevique, Vladimir Illich Ulianov, Lenin, había experimentado la pasión por el cambio social con las persecuciones y castigos de parte de las autoridades de Rusia. En ello no estaba solo: muchos de sus camaradas habían sufrido también la cárcel, las deportaciones y el exilio, en ocasiones la soledad, pero en medio de la compañía de aquellos que compartían la ilusión, el sueño del mundo futuro y la certeza de la victoria final.
¿Cuándo se daría ese paso? ¿Cómo se produciría la revolución en Rusia? ¿Ocurriría primero ahí o era necesario esperar una victoria inicial en otro lugar de Europa? Después de todo, Lenin llevaba algunos años en el exilio. Al comenzar la Primera Guerra Mundial estaba en la Galizia de Austria-Hungría y fue detenido como sospechoso de espionaje, pero posteriormente fue liberado. Luego se trasladó a Suiza, país neutral, donde se dedicó a estudiar y a escribir. Desde un comienzo se opuso a la guerra, a la que consideraba de carácter imperialista, aunque se mantuviera cada vez más solo en esa posición, a medida que distintos partidos socialistas fueron adoptando posturas favorables a sus respectivos gobiernos que entraban al conflicto bélico.

La situación comenzó a cambiar a comienzos de 1917, cuando Lenin se encontraba en el exilio en Suiza y después de casi quince años de vida en el exterior, con algún breve intervalo en su país. El momento específico se produjo en febrero, tras la Revolución derribó al zar Nicolás II, abriendo el camino a un gobierno liberal parlamentario. Esta situación la había predicho Ulianov en 1902, señalando que después de la revolución burguesa contra los Romanov vendría la revolución proletaria: el momento había llegado y por tanto era necesario volver a Rusia. Eso para el país, por cuanto para su caso personal, la ausencia del zar le permitía volver a su patria. Por lo tanto, debía enfrentar un dilema: si cruzar Alemania podía interpretarse como una traición, quedarse en Suiza era una contradicción con todo lo que había esperado esa oportunidad. Aprovechando la ayuda del Alto Mando alemán, las cosas estaban dadas para el regreso. Por cierto, también fue clave su propia determinación, considerando que muchos cercanos se oponían a que emprendiera el viaje.

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Como buen revolucionario bolchevique, Vladimir Illich Ulianov, Lenin, había experimentado la pasión por el cambio social con las persecuciones y castigos de parte de las autoridades de Rusia. En ello no estaba solo: muchos de sus camaradas habían sufrido también la cárcel, las deportaciones y el exilio, en ocasiones la soledad, pero en medio de la compañía de aquellos que compartían la ilusión, el sueño del mundo futuro y la certeza de la victoria final.
¿Cuándo se daría ese paso? ¿Cómo se produciría la revolución en Rusia? ¿Ocurriría primero ahí o era necesario esperar una victoria inicial en otro lugar de Europa? Después de todo, Lenin llevaba algunos años en el exilio. Al comenzar la Primera Guerra Mundial estaba en la Galizia de Austria-Hungría y fue detenido como sospechoso de espionaje, pero posteriormente fue liberado. Luego se trasladó a Suiza, país neutral, donde se dedicó a estudiar y a escribir. Desde un comienzo se opuso a la guerra, a la que consideraba de carácter imperialista, aunque se mantuviera cada vez más solo en esa posición, a medida que distintos partidos socialistas fueron adoptando posturas favorables a sus respectivos gobiernos que entraban al conflicto bélico.

La situación comenzó a cambiar a comienzos de 1917, cuando Lenin se encontraba en el exilio en Suiza y después de casi quince años de vida en el exterior, con algún breve intervalo en su país. El momento específico se produjo en febrero, tras la Revolución derribó al zar Nicolás II, abriendo el camino a un gobierno liberal parlamentario. Esta situación la había predicho Ulianov en 1902, señalando que después de la revolución burguesa contra los Romanov vendría la revolución proletaria: el momento había llegado y por tanto era necesario volver a Rusia. Eso para el país, por cuanto para su caso personal, la ausencia del zar le permitía volver a su patria. Por lo tanto, debía enfrentar un dilema: si cruzar Alemania podía interpretarse como una traición, quedarse en Suiza era una contradicción con todo lo que había esperado esa oportunidad. Aprovechando la ayuda del Alto Mando alemán, las cosas estaban dadas para el regreso. Por cierto, también fue clave su propia determinación, considerando que muchos cercanos se oponían a que emprendiera el viaje.