El lobby feroz y caperucita Rojas

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Ahora todos hablan sobre lobby.

Hubo un tiempo en que era una palabra prohibida, un concepto inefable, uno de esos vocablos que es mejor tragarse antes de pronunciarlo. Hasta hace apenas diez años, no existía una investigación seria que explicase por qué, hasta entonces, Chile no tenía una ley que regulase esta actividad.

En el Congreso, los lobistas se reunían con diputados y senadores, se paseaban por comisiones e incluso tenían a periodistas pagados dentro del Parlamento, a fin de mantenerse informados de cada movimiento legislativo.

Ese año llegó la ley, parida luego de tres proyectos de ley, once años de tramitación y decenas de postergaciones inexplicables. El primer proyecto fue de un grupo de diputados formado por Jorge Burgos, quien reclutó a nombres como Carolina Tohá y otros. El proyecto fue apoyado, personalmente, por el presidente Ricardo Lagos Escobar. Las reglas propuestas ponían el foco en los lobistas y sus obligaciones. Era una normativa aceptable, quizás mejor que la tenemos ahora y más temprana, sin embargo, encontró férrea oposición en la misma industria del cabildeo, que es un sinónimo castellano para el lobby. Ese texto legal, estando listo para ser publicado, fue inexplicablemente vetado por la presidenta Michelle Bachelet en 2008. Sí: Bachelet vetó el proyecto de ley de Lagos cuando ya estaba aprobado.

Ahí nació una frase para el bronce: El lobby mató al lobby.

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Ahora todos hablan sobre lobby.

Hubo un tiempo en que era una palabra prohibida, un concepto inefable, uno de esos vocablos que es mejor tragarse antes de pronunciarlo. Hasta hace apenas diez años, no existía una investigación seria que explicase por qué, hasta entonces, Chile no tenía una ley que regulase esta actividad.

En el Congreso, los lobistas se reunían con diputados y senadores, se paseaban por comisiones e incluso tenían a periodistas pagados dentro del Parlamento, a fin de mantenerse informados de cada movimiento legislativo.

Ese año llegó la ley, parida luego de tres proyectos de ley, once años de tramitación y decenas de postergaciones inexplicables. El primer proyecto fue de un grupo de diputados formado por Jorge Burgos, quien reclutó a nombres como Carolina Tohá y otros. El proyecto fue apoyado, personalmente, por el presidente Ricardo Lagos Escobar. Las reglas propuestas ponían el foco en los lobistas y sus obligaciones. Era una normativa aceptable, quizás mejor que la tenemos ahora y más temprana, sin embargo, encontró férrea oposición en la misma industria del cabildeo, que es un sinónimo castellano para el lobby. Ese texto legal, estando listo para ser publicado, fue inexplicablemente vetado por la presidenta Michelle Bachelet en 2008. Sí: Bachelet vetó el proyecto de ley de Lagos cuando ya estaba aprobado.

Ahí nació una frase para el bronce: El lobby mató al lobby.