Los escándalos y polémicas de la monarquía inglesa son casi tan antiguas como ella misma. Las intrigas y los secretos que esconde la familia real han cautivado por siglos al público y creado un negocio lucrativo en torno al morbo.

Desde el histórico divorcio de Enrique VIII en el siglo XVI hasta las polémicas fotos en topless de Kate Middleton hace algunos años, el interés de la gente sólo ha ido aumentando con el paso del tiempo. Pero mientras mayor alcance tienen estas noticias, más peligrosas se vuelven para la realeza.

En los años 30, sin ir más lejos, la monarquía vivió su periodo más inestable debido a uno de los romances más grandes de la historia, el que incluso llevó a un rey a abdicar a su trono.

Un mujeriego que encontró el amor

Eduardo VIII reinó por 325 días antes de renunciar a su título por amor, en 1936. De esta forma cumplía la profecía hecha por su padre Jorge V. “Tras mi muerte, el chico arruinará su reinado en 12 meses”, comentó el monarca sobre su hijo menos favorito.

Y es que Eduardo, conocido como David por su familia, siempre tuvo una actitud despreocupada e inmadura, además de ser un mujeriego empedernido.

Edward VIII | BBC
Edward VIII | BBC

El futuro rey mantuvo romances con decenas de mujeres casadas de la alta sociedad de Londres, hasta que, en 1931, una de ellas le presentó a quien se convertiría en el verdadero amor de su vida.

Wallis Simpson tenía 34 años y venía de una familia de clase media de EE.UU. La mujer no sólo estaba casada en ese momento, sino que antes ya se había divorciado de un oficial de la Marina, que abusaba físicamente de ella.

En 1927, poco antes que su divorcio estuviese terminado, Wallis comenzó un bullado romance con Ernest Simpson, un ejecutivo de transporte marítimo que en ese momento también estaba casado. El amorío con la mujer lo llevó a pedir el divorcio a su esposa para formalizar su relación con Wallis.

Tras la depresión del 29, donde ellos perdieron parte de su fortuna, la pareja se asentó en Londres y formaron parte de la clase alta del país, así llegaron a codearse con el entonces príncipe de Gales.

Wallis y Ernest Simpson

El autor del libro The Duchess of Windsor, Michael Bloch, asegura en su publicación que en los siguientes años el futuro rey era una presencia constante en la vida de la pareja que comenzaba a pasar complicaciones financieras debido a sus excesivos gastos y costosa forma de vivir, la que no se adecuaba a su realidad económica.

Poco a poco Wallis y el Príncipe fueron acercándose y haciéndose cada vez más amigos. Él estaba encantando con el carisma de la mujer y ella estaba fascinada con la oratoria de él.

En 1933 el romance entre “David” y Wallis ya era un secreto a voces, a pesar que ellos lo negaran. Sin temor a romper reglas, al año siguiente partieron juntos a un crucero por la costa Dalmacia donde fueron fotografiados por los paparazzi de la época.

“Cuando Eduardo y la entonces señora Simpson fueron al crucero (…), salió una foto. Esa foto dio la vuelta al mundo e impactó a la gente, porque de pronto se dieron cuenta que el futuro rey era un adúltero. La prensa británica no escribió sobre eso. No había censura pública, podrían haberlo hecho, pero fue un acto de respeto hacia la familia real”, señaló la historiadora Lisa Hilton en el documental The Royals.

Wallis Simpson

El ímpetu y entusiasmo del príncipe con su nueva relación lo llevaron a presentar a Wallis a sus padres, quienes no estuvieron nada contentos, pues si había algo que desaprobaba la monarquía de la época era el divorcio.

“El rey o la reina de Inglaterra, es el jefe supremo de la Iglesia. En ese tiempo, se esperaba que la monarquía siguiera las enseñanzas de la Iglesia que se oponía al divorcio -no permitía casarse con un alguien separado cuyo cónyuge siguiera con vida-”, explicó el historiador Robert Lacey, en la misma producción de 2014.

Por esta razón, además de la personalidad fuerte y extrovertida de la mujer -que dio pie a decenas de rumores-, el rey y la reina la veían como una amenaza.

Wallis y Eduardo

Por amor

Cuando Eduardo ascendió al trono tras la muerte de su padre en febrero 1936, el príncipe estaba empecinado a casarse con Wallis a como diera lugar y sin importar todas las leyes que se lo prohibían.

En octubre de ese año, los trámites del divorcio de la mujer habían llegado a su fin gracias a su alegato de adulterio en contra de su marido. La noticia se informó ampliamente en la prensa internacional, lo que aumentó el asedio contra Wallis, por lo que tuvo que ser llevada a escondidas al sur de Francia.

A finales de ese año, el rey informó formalmente al Primer Ministro de la época, Stanley Baldwin, su intención de casarse con su amante. Baldwin le explicó las consecuencias que tendría tal decisión puesto que incluso el parlamento se oponía, por lo cual las únicas alternativa que le quedaba eran abdicar a su trono o terminar su relación.

Él tuvo que elegir y eligió lo que muchos consideraron que era el gesto más romántico de la historia. Él decidió que amaba tanto a Wallis, que como dijo en su discurso de abdicación, no podía continuar cumpliendo su deber, sin la mujer que amaba a su lado”, explicó  Hilton.

Wallis y Eduardo

El 10 de diciembre se concretó su renuncia y realizó una breve declaración para su pueblo, dando paso al reinado de su hermano Jorge VI -historia que vimos en la cinta El discurso del rey-.

“Tras larga espera, puedo al fin hacer una breve declaración auténticamente personal. No he pretendido ocultar nada, pero por respeto a la Constitución, hasta ahora no me ha sido posible hablar. Hace apenas unas horas cumplí mis últimos deberes como Rey y Emperador, y ahora que he sido sucedido por mi hermano, el duque de York, mis primeras palabras han de ser para proclamar mi fidelidad hacia él. Así lo hago con todo mi corazón”, comenzó diciendo.

EDUARDO VIII

“Todos ustedes conocen las razones que me han llevado a renunciar al trono. Quisiera hacerlos comprender que, al tomar esta resolución, no he olvidado en absoluto al país o al Imperio, a los cuales, primero como príncipe de Gales y más tarde como Rey, he dedicado veinticinco años de servicio. Pero pueden creerme cuando les digo que me ha resultado imposible soportar la pesada carga de la responsabilidad y desempeñar mis funciones como Rey, en la forma en que desearía hacerlo, sin la ayuda y el apoyo de la mujer que amo”, prosiguió.

Varios meses después de la abdicación de Eduardo, en junio de 1937, la pareja contrajo matrimonio en Francia y pasaron a ser los duques de Windsor, titulo concendido especialmente por Jorge VI. La boda se realizó el mismo día del cumpleaños del padre de Eduardo -lo que fue tomado como un agravio- y a ella no asistió ningún miembro de la familia real.

Wallis y Eduardo

Tres meses después de la boda, el matrimonio se vio envuelto en otra polémica de la que no pudieron recuperarse: La pareja realizó una amistosa visita a la Alemania Nazi.

“Cuando Eduardo se casó con Wallis Simpson, se convirtió en un exiliado. Así que se prepararon para ir a cualquier lugar donde fueran bienvenidos. Causaron un gran alboroto en Alemania, porque fueron tratados como la realeza que ya no eran y eso los atraía mucho emocionalmente”, explicó Hilton.

La peor parte del viaje, es que fueron fotografiados sonrientes mientras saludaban a Adolfo Hitler. Desde dicho momento, Wallis fue siempre vinculada a los movimientos facistas, acusada de ser una espía para los Nazi e incluso amante de uno de ellos.

(FILES) Picture dated 23 October 1937 of the Duke of Windsor (C), the great great uncle of Prince Harry, and his wife Wallis Simpson meeting the German Chancellor Adolf Hitler. Prince Harry has apologised after being pictured in a Nazi uniform at a fancy dress party. The Sun
STR UK

En medio de la Segunda Guerra Mundial los duques vivieron en diferentes zonas de Europa y la relación entre Wallis y la familia real empeoraba con el paso del tiempo, especialmente con su concuñada la reina Isabel, madre de la actual monarca.

En ese mismo periodo comenzó a ser muy criticada por sus excesivos gastos y por hablar mal de Inglaterra, lo que muchos consideraron una venganza contra “el país que no la quiso hacer reina”.

Sus últimos años

En 1950, Wallis ya se mostraba aburrida de su vida junto a Eduardo, aunque permaneció a su lado hasta la muerte de su marido. En ese mismo periodo comenzaron especulaciones que la mujer estaba siendo infiel con un joven millonario estadounidense de nombre Jimmy Donohue.

Donohue era homosexual, algo que los medios aseguraron que parecía no molestarle a la duquesa, quien habría mantenido la relación durante cuatro años.

Wallis y Jimmy

La relación del matrimonio fue enfermiza y obsesiva desde el primer momento. Antes de casarse y conciente que la gente la odiaria por haber hecho abdicar a un rey, Wallis intentó alejarse de Eduardo, pero según consigna el diario español El País, él la amenazó con suicidarse si ella lo dejaba.

En la década del 60 la salud del ex monarca se deterioró y en 1971 fue diagnosticado con cáncer de garganta, el cual terminó con su vida al año siguiente.

Eduardo fue enterrado en el cementerio real en Frogmore, detrás del Mausoleo Real de la reina Victoria y el príncipe Alberto, en una ceremonia a la que asistió gran parte de la familia real.

REX

Tras la muerte de su marido, Wallis se volvió a vivir en Francia -a la casa donde pasó la mayor parte del exilio de su marido- y se mantuvo con la herencia que él le dejó y con una pensión otorgada por la reina Isabel II.

En los años siguientes, Wallis se volvió senil, perdió su habilidad para hablar y permaneció enclaustrada y solitaria hasta el final de sus días. El 24 de abril de 1986, 14 años después que su esposo, la duquesa de Windsor falleció en su hogar en Paris.

Fue enterrada junto a Eduardo y en su lápida se puede leer Wallis, duquesa de Windsor.

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Ambición

Tras la muerte de Wallis salieron a luz varios documentos y cartas personales que fueron usadas por diferentes autores para contar la historia desde el punto de vista de ella.

En éstas se daba a entender que la mujer siempre temió a la pobreza, pero que cuando tuvo la riqueza que siempre deseó, se dio cuenta que no le traía la felicidad que ella esperaba.

En una de las misivas a su ex marido aseguró que estaba atrapada en su matrimonio y que Eduardo era un hombre débil que no tenía las armas para ser rey. Además le decía a Simpson que pensaba todos los días en él.

Discurso de abdicación de Eduardo VIII

11-12-1936
Tras larga espera, puedo al fin hacer una breve declaración auténticamente personal. No he pretendido ocultar nada, pero por respeto a la Constitución, hasta ahora no me ha sido posible hablar. Hace apenas unas horas cumplí mis últimos deberes como Rey y Emperador, y ahora que he sido sucedido por mi hermano, el duque de York, mis primeras palabras han de ser para proclamar mi fidelidad hacia él. Así lo hago con todo mi corazón.

Todos vosotros conocéis las razones que me han inducido a renunciar al trono. Quisiera haceros comprender que, al tomar esta resolución, no he olvidado en absoluto al país o al Imperio, a los cuales, primero como príncipe de Gales y más tarde como Rey, he dedicado veinticinco años de servicio.

Pero podéis creerme si os digo que me ha resultado imposible soportar la pesada carga de la responsabilidad y desempeñar mis funciones como Rey, en la forma en que desearía hacerlo, sin la ayuda y el apoyo de la mujer que amo.

Deseo, asimismo, que sepáis que la decisión ha sido mía y sólo mía. Era una cuestión sobre la que debía juzgar únicamente por mí mismo. La otra persona afectada de modo directo ha intentado, hasta el último momento, persuadirme en el sentido contrario.

He tomado esta decisión, la más grave de mi vida, con la sola preocupación de dilucidar qué sería, el último extremo, lo más apropiado para todos. Ha sido menos difícil adoptar una determinación gracias al pleno convencimiento por mi parte de que mi hermano, con su amplia experiencia en los asuntos públicos de este país, y sus magníficas cualidades, se halla en condiciones de ocupar mi puesto, de ahora en adelante, sin afectar ni paralizar en forma alguna la vida y el progreso del Imperio. Además, él posee una bendición que tantos de vosotros compartís, y que a mí no me ha sido concedida: un hogar feliz con su esposa y sus hijas.

Durante estos penosos días he sido confortado por el afecto de Su Majestad, mi madre, y de toda mi familia. Los ministros de la Corona, y en particular el primer ministro, el señor Baldwin, me han mostrado en todo momento la mayor consideración. Jamás ha existido entre ellos y yo, o entre el Parlamento y yo, la menor discrepancia en lo relativo a la Constitución. Educado por mi padre en la tradición constitucional, nunca hubiera permitido que tal cosa sucediera.

Desde que recibí el título de príncipe de Gales, y más tarde cuando ocupé el trono, he sido tratado con el mayor cariño por todos los estamentos del pueblo, en cualquier lugar del Imperio donde he vivido o por el que haya viajado. Y siento por ello un inmenso agradecimiento.

Ahora me retiro de los asuntos públicos, y dejo a un lado mi carga. Quizá pase algún tiempo antes de que regrese a mi tierra natal, pero siempre seguiré los destinos de la raza y el Imperio británicos con el mayor interés; y si en algún momento del futuro puedo ser útil a Su Majestad desde un puesto anónimo, no le decepcionaré. Y ahora, todos tenemos un nuevo Rey.

Desde lo más profundo de mi corazón le deseo a él y a vosotros, su pueblo, la mayor felicidad y prosperidad. ¡Dios os bendiga! ¡Dios salve al Rey!