Rebecca Zeni fue una famosa modelo estadounidense que brilló en Nueva York durante la década de los 40, llegó a trabajar para la Armada norteamericana e incluso incursionó en la televisión en Chicago.
No obstante, en contraste con su glorioso pasado, la mujer terminó sus días a los 93 años en el asilo de ancianos Shepherd Hills de la ciudad de LaFayette (en Georgia, EEUU),y siendo literalmente “comida viva” por ácaros y bacterias.
Tal como consigna el diario Washington Post, la mujer falleció en 2015, pero recién ahora se han conocido los escabrosos detalles de su deceso luego de que su familia demandara a la residencia para adultos mayores por negligencia, pues acusa que la dejaron morir de una enfermedad tratable y en denigrantes condiciones.
De acuerdo a Mike Prieto, abogado de la familia de la exmodelo, Zeni fue una mujer adelantada para su época en los años 40 y 50, ya que tenía un gran carácter, era trabajadora y enfocada en su carrera, en un momento en que las mujeres sólo aspiraban a ser dueñas de casa.
De hecho, apenas terminó la escuela secundaria esta mujer oriunda de Carolina del Norte se fue a trabajar a una base naval en Virginia, para más tarde mudarse a Nueva York, donde se desempeñó como asistente del famoso periodista Mike Wallace, de CBS News y luego se convirtió en modelo. Más tarde incursionó en la televisión en Chicago. Sólo después de forjar una exitosa carrera, se casó y tuvo hijos.
Pero como mencionábamos al inicio, su vida terminó de una manera muy distinta a como fueron sus años más prósperos. Rebecca tuvo una larga y dolorosa muerte tras sufrir un severo caso de sarna, que le generó múltiples y profundas heridas en la piel al extremo de que su mano derecha estaba completamente negra y sus dedos estaban a punto de caerse.
Según Prieto, la infección alcanzó un nivel tan grave que las bacterias se filtraron en su torrente sanguíneo, lo que le ocasionó la muerte.
Al enterarse de las condiciones en que murió Rebecca, la familia presentó una demanda contra la organización PruittHealth, dueña de una cadena de asilos que incluía a Shepherd Hills. Allí se consigna que Zeni vivió durante cinco años hasta su fallecimiento en este lugar, donde se registraron múltiples brotes de sarna en los últimos años y un historial de violaciones a las políticas de salud y procedimientos para prevenir la aparición y propagación de la enfermedad. Asimismo, acusan que en lugar de proporcionar la atención necesaria a Zeni, simplemente la dejaron agonizar.
“Los últimos seis meses de su vida, ella sufrió un dolor constante. Literalmente la sarna se la estaba comiendo viva”, aseguró el abogado.
En el historial de Shepherd Hills figura que se le ordenó pagar 337.786 dólares (más de 200 millones de pesos) en multas en los últimos dos años junto con tener la calificación más baja en cuanto a calidad que puede tener un recinto de este tipo en Estados Unidos.
Es más, en 2016 fue sancionada por cometer varios errores al medicar a los residentes, con resultados potencialmente mortales. Por ejemplo, un anciano recibió erróneamente morfina dos veces en media hora una mañana y continuó recibiendo el medicamento cada dos horas más tarde esa noche y al día siguiente, lo que derivó en una sobredosis. El hombre terminó en la Unidad de Cuidados Intensivos por esta grave equivocación.
Zeni llegó al asilo en 2010 tras ser diagnosticada con demencia, diabetes y otras enfermedades. Como debía recibir cuidado especializado y de tiempo completo, su familia la llevó a este recinto donde prometieron darle los cuidados médicos y humanos necesarios.
Según su hija Pamela Puryear, quien la visitaba a diario, la sarna comenzó a afectar a Rebecca en 2013 luego de que se produjera un brote en el establecimiento que afectó a diez residentes y diez empleados, de acuerdo con los registros del Departamento de Salud Pública de Georgia recogidos por Washington Post.
Puryear manifestó a través de sus abogados que el recinto no tomó las medidas necesarias para enfrentar la situación y tratar adecuadamente a los residentes. Las sábanas usadas por los contagiados se lavaron junto con las del resto, y se compartieron medicamentos sin tomar los resguardos ante una enfermedad altamente contagiosa. Asimismo, las familias no fueron informadas de lo que pasaba y en su lugar se pusieron algunos carteles no muy llamativos que indicaban que había un brote de la afección. En tanto, los residentes con sarna tampoco habrían sido puestos en cuarentena, y los empleados infectados trabajaron normalmente.
Según otro abogado de la familia, Lance Lourie, un segundo brote apareció en 2014 y un tercero en 2015. En la última ocasión veinte residentes y quince trabajadores se contagiaron.
Para entonces, la condición de Zeni había empeorado drásticamente. Las erupciones se habían extendido por su cuero cabelludo, cuello, pecho, hombros, espalda y brazos. Un médico había ordenado que se le administrara unas pastillas y una crema para tratar el problema, pero no le suministraron los fármacos de manera adecuada, aseguran los abogados.
La exmodelo murió el 2 de junio de 2015 de una septicemia por la bacteria Staphylococcus aureus, derivada de la grave sarna noruega (también conocida como sarna costrosa), según indicó la autopsia. Esta enfermedad es un tipo de sarna grave que afecta a las personas con sistemas inmunológicos debilitados, como ancianos o personas con VIH. “Se caracteriza por gruesas costras de la piel que contienen un gran número de ácaros de la sarna y huevos”, consigna el Instituto Nacional de Salud de Estados Unidos. Además, estas heridas suelen infectarse al aflorar bacterias.
Debi Luther, enfermera de Florida que revisó los registros médicos de Zeni, emitió una declaración jurada donde indicó que el hecho de que la casa de reposo no reconociera su estado deteriorado y no evitara la propagación de la sarna, provocó la muerte de la mujer.
Asimismo, un patólogo forense experimentado, el Dr. Kris Sperry, revisó el informe de la autopsia de Zeni a petición de un canal de televisión local y se mostró sorprendido con el resultado. “Esta es una de las cosas más horrendas que he visto en mi carrera como patólogo forense”, expresó.
“Al final del día, nuestra cliente confiaba en ellos y su confianza fue traicionada”, dijo Prieto, uno de los abogados de la hija de Rebecca.
Puryear dijo que sentía impotencia cada vez que visitaba a su madre porque no podía tocarla ni abrazarla. “Fue una pesadilla, no había dignidad”, expresó.