El incesto existe desde el principio de los tiempos, sin embargo, uno de los casos más impactantes es la historia de Josef Fritzl, el monstruo de Amstetten, en Austria.
Fritzl mantuvo por 24 años secuestrada a una de sus hijas, periodo en el que no sólo abusó sexualmente de ella en más de tres mil ocasiones, sino que además procrearon siete hijos.
El hombre comenzó a violar a la niña cuando ella apenas tenía 11 años y a los 18 decidió encerrarla para siempre en el sótano de la hostal donde él vivía junto a su esposa, y donde además arrendaba habitaciones.
Una infancia en la oscuridad
Antes de convertirse en uno de los hombres más repudiados del mundo, Josef vivió junto a sus padres en Amstetten y fue criado como hijo único. Su familia tenía serios problemas de dinero y su padre -también de nombre Josef- no hacía nada por solucionarlos, además le era constantemente infiel a su esposa.
Cuando Fritzl tenía cuatro años, su padre los abandonó y nunca más volvió a contactarlos, aunque con el tiempo se enteraron que el hombre había fallecido en 1944 mientras luchaba en Alemania durante la Segunda Guerra Mundial.
Su madre Mary, en tanto, era una mujer muy estricta y se esforzó por educarlo a como diera lugar. Lo matriculó en una escuela de Amstetten, donde era dos años más grande que sus compañeros. “Probablemente fue por la guerra que empezó la escuela tan tarde. Pero era un alumno que pasaba totalmente inadvertido. Incluso diría que fue uno de los mejores alumnos que teníamos”, señaló uno de sus compañeros, Karl Dunki, en el documental Josef Fritzl: Story of a Monster.
La relación con su madre era muy complicada y aunque de cierta forma se sentía una especie de esposo para ella, tenía que aguantar constantes maltratos. “Ella nunca me mostró amor, ella me mordía y me pateaba hasta que yo estaba en el suelo y sangrando”, señaló Fritzl en una sesión con el psiquiatra austriaco Adelheid Kastner, la cual fue filtrada por el diario Österreich y posteriormente publicada por el diario inglés The Guardian.
“Me sentía débil y humillado. Nunca me dio un beso o un abrazo a pesar que traté de complacerla siempre. La única cosa que hizo conmigo fue llevarme a la Iglesia (…) Ella me insultaba, me decía era Satán y que no era bueno”, agregó.
Durante la investigación por el secuestro de su hija, también se descubrió que Josef mantuvo a su madre en cautiverio por alrededor de 20 años.
En 1965, la mujer se trasladó al hogar de Fritzl quien aún dolido por la vida que ella le dio, decidió vengarse encerrándola en el ático cuyas ventanas fueron tapiadas con ladrillos para mantenerla en la oscuridad. El hombre la mantuvo allí hasta que la mujer murió en 1980.
La esposa de Josef, Rosemarie, aseguró que nunca sospechó lo que ocurría con su suegra.
Rosemarie
Tras salir del colegio, Josef se comenzó a trabajar como ingeniero. En ese periodo conoció a una tímida joven de nombre Rosemarie, quien se convertiría en su compañera de años.
“Mi hermana siempre fue muy tranquila, una persona muy tranquila y silenciosa. No sobresalía entre la multitud como otros adolescentes. Era una chica tranquila. Se conocieron en una cafetería. Ella nunca había tenido un novio antes. Él fue el primero. Unas semanas después lo llevó a casa para conocer a nuestros padres”, señaló al mencionado documental, la cuñada de Fritzl, quien pidió ser identificada como Christine R.
La primera impresión de la familia fue buena. Casi todos vieron al hombre como una persona trabajadora y cariñosa, sin embargo, con el correr del tiempo esa opinión fue cambiando. A pesar de esto, Rosemarie de 17 años, se casó con Josef sólo meses después de conocerse en 1955.
El matrimonio se fue a vivir junto a los padres de la joven y con el tiempo formaron una familia compuesta por dos hijos y cinco hijas.
Las cosas parecían ir bien para Josef, sin embargo, en 1967 fue acusado de violar a una mujer de la zona y condenado a 18 meses de cárcel. Tras salir de la prisión volvió a intentar abusar de otra mujer. “Estaba por sacar las llaves de mi bolso y ponerlas en la cerradura. De pronto, me tomó de los antebrazos. Me defendí. Estaba tan sorprendida que no podía gritar. Estaba listo para tener sexo, estaba totalmente listo. Pero no pudo llevarme al piso. Me soltó y mientras se iba me dijo: ‘Un día te atraparé’. Eso es todo. No dijo nada más”, recordó Marie Neubauer, una de las víctimas de Fritzl. “He tenido pesadillas desde entonces. Esos recuerdos han estado acechándome desde que ocurrió el ataque”, agregó.
A pesar de las acusaciones, Rosemarie perdonó a su esposo y lo llevó de regreso a casa, sin embargo, el hombre jamás agradeció ese gesto, al contrario.
Josef continúo con los maltratos hacia su esposa los que no sólo eran físicos, sino que también psicológicos. Además de decirle gorda en cada oportunidad que tenía, se limitaba a darle dinero sólo para la comida y la amenazaba con echarla de la hostal donde ahora vivían si no hacía lo que él decía. Por temor, ella siempre lo complacía.
Tras su captura por los horrores que cometió con su hijaen 2008, Josef seguía pensando que su esposa lo perdonaría. “Le he escrito ocho cartas. No he recibido respuesta. Pero sé que aún me ama porque ella siempre ha mantenido su fe en mí”, señaló en una entrevista con el diario Bild.
Elisabeth
En 1966 la pareja tuvo a su cuarta hija a quien nombraron Elisabeth. Al igual que su madre, la niña tenía una personalidad tímida y tranquila, algo que no le gustaba a su padre pero que no impidió que comenzara abusar de ella cuando apenas tenía 11 años.
En 1983, cuando tuvo la edad suficiente para cuidarse de si misma, huyó de su casa y se escondió en Viena, en el hogar de un amigo. La policía, sin embargo, dio con su paradero y la regresaron con sus padres.
Josef comentaba a todos sus amigos que la joven tenía malas compañías y que incluso bebía y se drogaba, por lo que no le extrañaría que volviera a huir de casa.
El 29 de agosto de 1984, Fritzl le pidió ayuda a Elisabeth para llevar una puerta al sótano -donde había construido una habitación secreta- . Cuando estuvieron allí el hombre puso una toalla con cloroformo en el rostro de la joven, quien quedó inconsciente de inmediato. Desde ese día, nunca más volvió a salir de ese cuarto. El hombre la mantuvo encadenada a la pared y sólo la liberada para violarla.
Mientras eso ocurría la madre de Elisabeth presentó una denuncia por la desaparición de su hija, pero su esposo se encargó de difundir el rumor que la joven se había unido a una secta.
Cerca de un mes después de su partida, la familia recibió una carta supuestamente enviada por Elisabeth donde le pedía a sus padres que no la buscaran.
“Queridos mamá y papá. He decidido mudarme para ser independiente. Estoy con gente que me quiere y estoy a salvo. Por favor no se preocupes por mi ni vengan a buscarme. Esto es mi decisión, mi vida. Por favor, mándenle mi amor a la familia”, decía el mensaje, según consigna The Guardian.
En tanto, prohibió a toda familia e inquilinos que se acercaran al sótano diciendo que había problemas con la electricidad y podrían recibir una descarga.
Durante el tiempo que mantuvo a Elisabeth aislada, la mujer tuvo siete hijos con su padre. Según declaró ella, en 1996 tuvo gemelos, pero uno de los bebés nació con problemas respiratorio y Fritzl se negó a llevarlo a un hospital… El niño murió a los pocos días. Su padre se hizo cargo del cuerpo y lo cremó en la caldera de la hostal.
Otros tres menores fueron arrebatados del lado de su madre y dejados en diferentes ocasiones afuera del hogar de los Fritzl para que fueran criados por Rosemarie.
Junto a cada bebé que no superaban los seis meses de edad, iba una carta supuestamente escrita por elisabeth, donde decía que no podía hacerse cargo de ellos.
Las autoridades permitieron que Rosemarie y Josef cuidaran a los niños, aunque eran frecuentemente visitados por asistentes social, quienes tampoco descubrieron los horrores que ocurrían en la casa.
10 años después del secuestro, Fritzl había adecuado la habitación para la joven y los hijos que vivían con ella. En el cuarto se podía encontrar radio, televisión, video, cocina y refrigerador con comida, la cual ellos podían preparar. Sin embargo, cuando el hombre quería castigarlos, simplemente no bajaba a dejarles alimento durante semanas o les cortaba la luz. Además los amenazaba diciendo que si intentaban escapar abriría el gas para que muriesen asfixiados, lo que no era cierto pues jamás se encontró evidencias de instalaciones de gas en el cuarto.
El hombre bajaba al sótano a diario a las 9 de la mañana y a veces se quedaba toda la noche allí, sin que nadie sospechara nada. Un día, sin embargo, uno de los inquilinos de Fritzl le hizo ver que cada cierto tiempo escuchaba ruidos en providentes del sótano y que su perro ladraba permanentemente hacía el lugar. Josef le aseguró que sólo se trabaja de un calentador de aire viejo.
El fin
El 19 de abril de 2008, la hija mayor de Josef y Elisabeth, Kerstin, comenzó a sufrir de fuertes dolores de estómago cayendo inconsciente a las pocas horas. La mujer le rogó a su padre llevarla a un hospital, quien finalmente accedió y llamó a una ambulancia diciendo que había encontrado a la joven así en la puerta de su casa.
En la clínica, los médicos descubrieron que Kirsten de 19 años sufría de un problema renal pero como no contaban con su historial médico comenzaron a buscar a sus padres.
Al día siguiente Josef volvió al hospital señalando que encontró una nota de la mamá de la joven y que era nada menos que Elisabeth. “Por favor, por favor, cuídenla. Kirsten le tiene miedo a la gente. Kirsten, por favor, mantente fuerte hasta que nos volvamos a ver”, decía el papel.
La carta dejó más preguntas que respuestas, por lo que la policía decidió investigar a Fritzl y reabrir el caso de la desaparición de Elisabeth. Desesperado, el hombre sacó a su hija del encierro y la llevó hasta el hospital, esta fue la primera vez en 24 años que la mujer veía el exterior.
El médico a cargo del caso de Kirsten dio aviso a la policía, quienes interrogaron a Elisabeth, quien se negó hablar hasta que le aseguraran que no volvería a ver a su padre. Fue entonces cuando contó toda la historia en detalle, señalando incluso cómo la había obligado a recrear escenas de películas pornográficas en frente de sus niños.
El 28 de abril de 2008, Fritzl fue arrestado por cargos de asesinato, violación, incesto, coacción y esclavización. El hombre reconoció todas las acusaciones y fue condenado a cadena perpetúa. No quiso apelar.
Elisabeth, sus hijos y Rosemarie fueron trasladados a una clínica cercana a la localidad de Amstetten, donde fueron tratados física y psicológicamente. Los niños no sólo estaban desnutridos sino que también jamás habían visto el exterior. Parte de su rehabilitación incluyó paseos nocturnos para evitar que el sol los dañara e integración a actividades grupales controladas conforme a su edad.
Kerstin, en tanto, fue puesta en coma inducido tras un fallo multiorgánico, sin embargo, logró recuperarse.
Tras el juicio, Elisabeth y los niños de establecieron en un pueblo cercano a Amstetten, donde se les dio nuevas identidades para evitar el acoso de la prensa, pero en 2013 un gráfico del tabloide británico The Independent llegó al lugar para tomar algunas fotos de ls familia, pero los vecinos del sector se opusieron y lo obligaron a irse.
A pesar de eso el diario reveló los nombres actuales y publicó imágenes de las víctimas que hoy llevan una vida casi normal ayudada por una pensión que les entrega el Gobierno.
Fritzl se encuentra internado en prisión para enfermos criminales de Stein, Austria, donde ha comenzado a mostrar signos de demencia senil. Tiene 80 años.
Parte de la historia inspiró la aclamada cinta Room, protagonizada por Brie Larson quien incluso se llevó un Oscar por dicho papel. En el filme de ven similitudes como que el captor la mantiene encerrada tras una puerta que sólo de abrir con código de seguridad y los castigos cuando algo me le gustaba. Además muestra la difícil transición de la victima y su hijo hacía el mundo exterior.