Hace unos meses hubo un debate sobre la homeopatía y su uso en farmacia en la Universidad de Sevilla, en el contexto de un congreso de farmacéuticos, y uno de los que ocupaban la mesa, portavoz de una conocida empresa de producción de productos homeopáticos recibió una pregunta que fue incapaz de responder: “Si yo a usted le doy un comprimido de ‘Nux Vomica 30CH’ y otro de ‘Ledum Palustre 15CH’, ambos productos homeopáticos, de mismo tamaño, aspecto, sabor y peso, sin etiquetar ¿Qué técnica de laboratorio usaría para distinguir uno de otro?”.
Seré sincero. Cuando le lancé esta cuestión sabía de antemano que no iba a obtener una respuesta satisfactoria. Existen muchas técnicas que nos permiten diferenciar un comprimido de ibuprofeno de uno de paracetamol, por ejemplo, incluso aunque nos la presenten con la misma forma, color, tamaño y sabor. Desde probar los productos en grupos de ratas y comprobar sus efectos, hasta introducir las muestras en un espectrógrafo por resonancia magnética nuclear que nos dirá con una gran precisión qué moléculas tengo en cada comprimido.
Si asumimos que los dos productos homeopáticos son distintos —y según su fabricante, sirven para cosas distintas— deberá ser posible diferenciar uno del otro. Me da igual qué método se emplee para ello, siempre que sea un método fiable, con resultados comprobables y repetibles, y que se ajuste a la realidad. Pero nunca ningún homeópata ha contestado a esa pregunta de forma satisfactoria.
Porque no pueden. Porque ambos comprimidos no son sino una mezcla de dos azúcares: glucosa y lactosa. Comprimidos que han sido rociados con agua que, según dicen ellos, procede de una extrema dilución de un extracto, de la nuez vómica (Strychnos nux-vomica) uno, y del té del labrador (Ledum palustre) el otro. ¿Pero queda algo de las plantas que alguna vez contuvieron?
El efecto de la homeopatía es indistinguible del placebo
En el código homeopático 15 CH significa coger una parte del extracto de la planta y diluirla en 99 partes de agua; luego coger una parte de esa muestra y diluirla de nuevo en 99 partes de agua… y repetir el proceso 15 veces. Es obvio que el 30 CH es repetir dicho proceso 30 veces. A esto se le llaman centesimales Hahnemannianos. Tras cada dilución hay que seguir un ritual que llaman sucusión que, según Samuel Hahnemann, creador de esta pseudociencia, implica agitar en varias direcciones y golpear una Biblia, pero no entraré en eso.
El caso es que la cantidad de producto homeopático Ledum Palustre 15CH que necesitas para encontrar sólo una molécula de la planta es de cerca de dos mil toneladas. Y es bien sabido en farmacología que con una sola molécula no se hace nada. Todo medicamento debe superar un umbral de dosis —que se llama dosis mínima efectiva—, a partir del cual empieza a haber efecto farmacológico. Umbral al cual la homeopatía no llega.
Ellos se suelen escudar en explicaciones fantásticas que intentan mezclar conceptos científicos sin mucho acierto —como la física cuántica—, pero lo cierto es que son hipótesis creadas ad hoc para justificar lo que no son capaces de demostrar.
Y es que la homeopatía es solo azúcar. Es lógico que todos los ensayos clínicos serios y los diversos metaanálisis realizados aporten los mismos resultados: el efecto de la homeopatía es indistinguible del placebo. Porque lo que los homeópatas proponen viola una buena parte de los conocimientos que ya tenemos en física, química y biología.
Pero volviendo al principio. Si no hay ninguna forma de comprobar qué producto es cada cual, ¿cómo puede saberse que la etiqueta es correcta y que uno se está tomando Nux Vomica 30CH y no Ledum Palustre 15CH? Es más. ¿Quién puede garantizar que estas bolitas de azúcar han sido pulverizadas con el producto que dicen que le han pulverizado, tras sucesivas diluciones, agitaciones y golpeteos bíblicos?
Para un homeópata la pregunta es de muy difícil respuesta, porque no la tienen. Pero asumir que no la tienen implica de forma directa que toda posible prueba de su eficacia quede derrumbada. Porque, al realizar cualquier experimento, los homeópatas no tienen ninguna forma garantizar que el producto con el que están experimentando es el producto con el que quieren experimentar. Porque ningún homeópata puede garantizarte que te está vendiendo lo que dice estar vendiendo. Aunque en realidad, están experimentando con pastillas de azúcar. En realidad te están vendiendo el azúcar más caro del mundo.
Para demostrar su punto, en 2014, el biólogo Álvaro Bayón intentó “suicidarse” consumiendo una sobredosis de medicamentos homeopáticos mientras era grabado en video. Los resultados pueden verlos pero, dado que escribió esta columna este año, evidentemente sobrevivió.
Álvaro Bayón es biólogo e investigador en la Estación Biológica de Doñana por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). Esta columna fue publicada originalmente en el diario El País de España.