En algunas ocasiones muchas personas no comen incentivadas por el hambre fisiológica, sino más bien por aspectos emocionales, lo que comúnmente se denomina “comer por ansiedad”.
Según la psicóloga de Nutramed, Macarena Ghiardo, en casos más extremos, hay personas que motivadas por un miedo exacerbado a ganar peso, restringen su alimentación por medio de dietas muy restrictivas.
“Paradójicamente, bajo ciertas condiciones estas personas aumentan sus niveles de ingesta, sobrealimentándose. Esto lleva frecuentemente y a lo largo del tiempo a un patrón recurrente y repetitivo de restricción alimentaria y sobre-ingesta posterior, el cual ha recibido el nombre de patrón dietante crónico o comedores emocionales”, agrega la especialista.
Ghiardo entrega algunos consejos para manejar de manera positiva las emociones y regular de buena manera las “ganas de comer”:
– No sometas a censura tus emociones; éstas no son buenas o malas, salvo cuando por nuestra falta de habilidad hacen daño a nosotros o a otras personas.
– Permanece atento a las señales emocionales, tanto a nivel físico como psicológico. Aprende a estar más en contacto con tu cuerpo y reconocer las emociones que vas sintiendo.
– Investiga cuáles son las situaciones que desencadenan esas emociones; en qué contextos ocurren, por qué crees que reaccionas de cierta manera, etc.
– Designa de forma concreta los sentimientos y señala las sensaciones que se reflejan en nuestro cuerpo en lugar de hacer una descripción general, ponle nombre a tu ansiedad: estoy triste, estoy nervioso, estoy contento, etc.
– Descargar el malestar o la ansiedad que nos generan las emociones, a través de alguna actividad que te cause disfrute: caminata, andar en bicicleta, bailar, leer una revista o un libro, tomarse un café y conversar con una amiga etc.
Otros trucos
Extiende tus calorías durante el día : Los antojos no siempre nacen del hambre, pero si tu estómago está un poco gruñón, se incrementan las posibilidades de que aparezcan. Por ello, lo mejor es comer constantemente pequeñas porciones, en lugar de comer una gran ración de una sola vez. Por ejemplo, si quieres una golosina, ingiere sólo la mitad y la otra guárdala para después.
Mantente distraído: Cuando esas ganas incontrolables de un trozo de torta vengan a ti, ponte a trabajar, a enviar correos electrónicos, a escribir en un blog o a realizar cualquier otra actividad. Los estudios demuestran que las distracciones son muy eficaces para evitar pensar en los alimentos.
Come una mentita: Dale placer a tu lengua y no a tu estómago. Mantén siempre una bolsa de mentas a mano en caso de emergencia. Éstas pondrán en marcha el sentido del gusto y del olfato, sin añadir calorías innecesarias.
Autoconvencimiento: Repite al menos 3 veces “no voy a comer esta hamburguesa” y se convertirá en un hecho. Investigaciones han mostrado que una declaración de intención puede aumentar la fuerza de voluntad.
Sé breve: Si ya te rendiste a los pies de tu antojo, no todo está perdido. Trata de limitar tu indulgencia a unas pocas probadas, saboreando el sabor y la textura, pero evitando la completa aniquilación del deseable bocadillo. Si bien las ganas de satisfacer tu capricho serán intensas al principio, el placer disminuirá después de las primeras masticadas. Así que disfruta lentamente de la comida y luego autodetente.