Este martes 8 de noviembre millones de estadounidenses elegirán a un nuevo presidente, a través de una elección indirecta.

Los votantes acudirán a las cámaras de votación y al momento de escoger por Donald Trump o Hillary Clinton, no lo harán directamente por ellos, sino por “grandes electores” reunidos en el Colegio Electoral, quienes representan a cada candidato.

Cada estado tiene una cantidad determinada de miembros del Colegio electoral, definidos según su cantidad de habitantes, y en la mayoría de los estados el candidato que obtiene más votos, se queda con la totalidad de los grandes electores, salvo Maine y Nebraska, donde se reparten de forma proporcional.

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De esta forma, se producen dos grandes efectos, el primero es que no necesariamente el candidato que tiene más votos ‘ciudadanos’ es elegido presidente, tal como pasó en el año 2000, cuando Al Gore consiguió más sufragios, pero George W. Bush logró más votos electorales y se convirtió en presidente.

El segundo efecto es que los “estados indecisos” cobran vital importancia, como es el caso de Ohio o Florida, donde los candidatos concentran sus campañas.

En total, hay 538 grandes electores, por lo que el candidato que obtiene al menos 270 votos del Colegio Electoral se convierte en el nuevo presidente de Estados Unidos.

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