Los días pasan desde que el submarino Ara San Juan desapareciera con 44 tripulantes a bordo en el océano Atlántico. La Armada argentina ya ha barrido casi dos veces el área donde se sospechaba que podría estar y, a falta de novedades, se anunció que se ha ampliado el área de búsqueda.
El Ara San Juan estableció su última comunicación el pasado 15 de noviembre de 2017, mientras viajaba desde el sureño puerto de Ushuaia, el más austral del país, hasta su base de Mar del Plata, a 430 kilómetros al sur de Buenos Aires.
Además de buscar la embarcación, Argentina investiga las causas de su última tragedia nacional. Según un reportaje de la radio de Baviera, los investigadores tienen en la mira dos empresas alemanas. Concretamente, tratan de esclarecer el papel de ambas empresas en las tareas de reparación y puesta al día que se llevaron a cabo en 2011.
Durante esos trabajos, se cambiaron las baterías de la nave. “Existe la sospecha de que hubo sobornos en la reparación y que dos empresas alemanas podrían estar involucradas en el asunto”, asegura el tagesschau.de, citando a Cornelia Schmidt-Liermann, presidenta de la Comisión de Exteriores del Parlamento argentino.
¿Errores en la reparación?
Oscar Aguad, ministro argentino de Defensa, también duda de que todo haya sido “limpio” en los trabajos de reparación de las empresas alemanas: “Hay indicios de corrupción”, dice tagesschau.de citando al ministro Aguad. “Y hay también testimonios de que los materiales utilizados no tenían la calidad necesaria”.
Las sospechas recaen concretamente sobre las empresas alemanas Ferrostaal y EnerSys-Hawker, con sede en Essen y Hagen. Se firmó un contrato con ellas para el suministro y recambio de 964 baterías. Hay políticos argentinos convencidos de que hubo sobornos en algún momento.
Y no solo eso: Schmidt-Liermann critica también que no esté documentado de forma precisa cuál de las empresas alemanas hizo cada uno de los encargos realizados y si ellas mismas asumieron y supervisaron los trabajos de recambio de baterías. “Existe la sospecha de que las baterías nuevas no tenían parcial o totalmente la calidad requerida”, dice Schmidt-Liermann. “Tampoco conocemos su procedencia, si venían de Alemania o de otro país. Por eso queremos saber qué técnicos estuvieron presentes durante los trabajos y quién firmó el visto bueno de la reparación”.
Al parecer, se ha requerido al Gobierno alemán por escrito que que aporte la documentación que tenga al respecto. La empresa Ferrostal niega cualquier responsabilidad sobre el tema, asegurando que cumplió su trabajo como intermediaria y que por ello recibió una comisión. Entre tanto, asegura que ya no lleva a cabo ese tipo de encargos.
EnerSys-Hawker, por su parte, distribuidora de las baterías, aún no se ha pronunciado al respecto, a pesar de que se le ha requerido repetidas veces para que dé una explicación.