Esa palabrita que quiere implicar un afecto familiar, falso y/o hipócrita, es el título de esta obra crítica de Leonardo González (Aquí no se ha enterrado nada, Misceláneas, mierdas y memeces) que dirige Ana López, al frente de la cia. Interdram (El efecto, Rocha).
Porque el término “nana” pretende endulzar el trabajo doméstico realizado por mujeres durante largas horas, con poca remuneración y, muchas veces, maltrato de su dignidad.
Una realidad que la obra ubica en la inmigración femenina en nuestro país y cuyo texto se nutre con los testimonios reales de una mujer chilena y tres de Ecuador, Perú y Santo Domingo.
En esta propuesta, las voces son las protagonistas, ya que cada una cuenta su experiencia personal, a veces como reflexión íntima o abierta, e incluye también la de personajes secundarios que se mencionan en los monólogos.
La obra, financiada con un Fondart Regional, ganó los premios Municipal de Literatura de Santiago 2014 y Mejor Dramaturgia 2017, Hispanic Organization of Latin Actors, de Nueva York.
A una realidad económica estructural y a su superestructura cultural alude este montaje, con miles de mujeres con pocos estudios que son sobreexplotadas y al indispensable trabajo doméstico como soporte de la familia actual.
Y al surgimiento inevitable de un sistema de relaciones entre empleadores y empleadas que la directora completa a través de una quinta actriz que interpreta a una “jefa” vieja y enferma y a otra más joven e híper ventilada, ambas absorbentes.
La directora entrega los cuatro monólogos del texto original en fragmentos que se van entrelazando para subrayar aspectos emotivos, divertidos y dramáticos de cada mujer.
Una opción que, con el apoyo de los desplazamientos coreográficos del elenco, agiliza el relato global -coral si se quiere-, aunque dificulta seguir cada historia personal.
Como las voces son las protagonistas, cada actriz busca darle a su rol un espacio propio, a través del gesto corporal, formas de hablar y entonaciones de cada país, exigencia que Claudia Cabezas cumple de manera brillante.
Su experiencia y talento generan mini universos de hondo sentido y profundidad humana, y credibilidad, hacen que sus textos cumplan la función de traer al presente el mundo en que está, aquel de donde proviene, sus dolores y sueños.
Tres grandes “esculturas escenográficas” forman parte del ambiente de la obra, una gigantesca bolsa de basura y dos grupos de escobillones, símbolos del trabajo doméstico (diseño de Fernanda Videl).
Son presencias inmóviles e invasivas para mujeres que la necesidad las obliga a vivir la vida de otros, ya que trabajan para reemplazarlos en sus quehaceres domésticos diarios.
Un drama con aristas de humor-ironía, un texto que destaca por la diversidad temática y las conexiones múltiples que establece, y una puesta en escena contemporánea que habla por un importante grupo de mujeres sin voz.
Matucana 100. Miércoles a sábado, 20.00; domingo 19.00 horas. Entrada general $6.000; estudiantes y tercera edad $3.000; miércoles y jueves popular $2.000. Hasta el 22 de abril.