Tres niños, bicicletas, un monstruo y una poderosa telépata se conjugan para dar vida al fenómeno televiso más reciente. Todas las miradas se han concentrado a su alrededor: espectadores, críticos y cineastas debaten sobre la magia que se desprende de Stranger Things, la serie creada por The Duffer Brothers para Netflix.
Después de su estreno mundial el pasado 15 de julio la ficción no ha dejado de cosechar buenas críticas, especialmente por su misión revisionista sobre la cultura popular de los años 80. Cine, literatura y cómics se reúnen no solo para rendir tributo a las obras de Stephen King, John Carpenter y Steven Spielberg, los X-Men, Calabozos y Dragones o los relatos de terror de H. P. Lovecraft, sino para retroalimentarse dentro de una historia donde, sorprendentemente, ninguno de los elementos desentona.
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Muchos pueden afirmar que el núcleo del argumento de Stranger Things resulta predecible, pero la serie no pretende innovar en ese aspecto, más bien todo lo contrario. The Duffer Brothers consiguen reunir seres, personajes y tramas de aquí y de allá para hacerlos fluir bajo una misión común de 8 capítulos, teñidos por una ecléctica y evocativa banda sonora de la mano de Kyle Dixon y Michael Stein, con resultados asombrosos.
Uno de los personajes mejor tratados en la serie es Eleven, la hermética niña con poderes que interpreta la jovencísima Millie Brown. Por ello, no es fortuito que su encuentro con el grupo de amigos se produzca poco después de la mención al emblemático ejemplar 134 de los X-Men.
Los 80 fue la época dorada de los cómics Marvel, con los mutantes de Chris Claremont y John Byrne como sus grandes estandartes. En aquel número legendario tuvo lugar la primera aparición de Jean Grey como Fénix oscura, lo que significó un punto de inflexión para el personaje al asumir un poder tan devastador como incontrolable. Además, no hay que olvidar que a finales de dicha década los mutantes también coqueteaban con las invasiones procedentes de dimensiones infernales. Allí están la saga Inferno y el personaje de Magik para constatarlo.
Sin embargo, la dimensión enciclopédica de Stranger Things no se limita sólo a emular referentes fílmicos y gráficos de la ciencia ficción de la década de los 80, sino que también dialoga con la literatura fantástica de principios del siglo XX.
La presencia de dimensiones alternas en donde habitan entidades monstruosas y malignas nos recuerdan a obras como La casa en el confín de la tierra de William Hope Hodgson y las horribles criaturas que acechan al protagonista en un portal tridimensional; como también la posibilidad de realidades paralelas que conviven en el mundo lógico y que transgreden las leyes de la naturaleza a través de pequeños indicios que conllevan al horror; característica fundamental del pavoroso panteón de deidades creadas por el ya mencionado H. P. Lovecraft, particularmente, el imperecedero ciclo narrativo de Cthulhu: historias repletas de seres grotescos que habitan en dimensiones alternas y que buscan destruir la humanidad desde tiempos inmemoriales.
En este sentido, la obra de The Duffer Brothers traza además una línea directa con el subgénero de la “investigación sobrenatural”, vertiente fantástica desarrollada por escritores como Algernon Blackwood con su detective paranormal John Silence, personaje que dedica su vida a la exploración de mundos ilógicos y terribles que gravitan sobre la dimensión racional del hombre contemporáneo.
Más adelante se suman otros investigadores de lo oculto que contribuyen al imaginario fantástico popular, como el emblemático John Constantine de la saga gráfica Hellblazer (DC Comics), la dupla compuesta por Dana Scully y Fox Mulder en The X-Files (FOX), los hermanos Winchester de la imperecedera Supernatural (CW Network), etc., modelo que en el caso de Stranger Things se replica en la figura de Jim Hooper (David Harbour), el sheriff del poblado ficticio de Hawkins, quien encabeza la búsqueda de Will Byers (Noah Schnapp) adentrándose paulatinamente en el misterio paranormal que rodea su desaparición.
Dichos personajes marcan la senda y al mismo tiempo revitalizan la confrontación entre el saber científico y los misterios que han obsesionado al hombre desde siempre, como la muerte y la inmensidad del universo; cuestionamientos que se imponen más allá del dominio tecnológico y de las redes de información.
Jesús Diamantino Valdés. Doctor © en teoría de la literatura y literatura comparada, Universidad Autónoma de Barcelona. Docente y Director del Departamento de Expresión de la Universidad Adolfo Ibáñez.
Ignacio Pillonetto. Doctor © en Lenguas y Literaturas Modernas, Universidad de las Islas Baleares. Docente Universidad Adolfo Ibáñez.