La crisis institucional de nuestras ciudades no da para más. Ejemplos que vemos en la hiperdensidad de los llamados “guetos verticales”, el deterioro del transporte público y el incremento del transporte privado, los proyectos de infraestructura postergados o en conflicto, la inaceptable segregación social de miles de familias o la persistente contaminación ambiental, son solo los síntomas de la enfermedad política de nuestras ciudades.