Durante este miércoles 19 de abril, como por arte de magia, volvimos a mirarnos por algunas horas como una nación, como una casa en que cabemos todos y bien valen todas nuestras enriquecedoras diferencia y se hacen más visibles nuestros desafíos como país. El censo, esa extraordinaria tradición republicana, detuvo por algunos segundos la cháchara cotidiana mental-social en que estamos sumergidos. Esa conversación-vorágine en que prima el proyecto personal, el partidario o ideológico, o simplemente el deseo irrefrenable de confirmar nuestro yo, a costa de los otros.