Lo primero con “The Meyerowitz Stories” (Noah Baumbach, 2017) es quitarse de la cabeza “Zoolander” o “Billy Madison”. Si bien Ben Stiller ya ha dado muestras de una aproximación dramática más profunda, como en su “Vida Secreta de Walter Mitty”, de Sandler sólo hemos tenido una descendente filmografía que no encontraba lugar ni en la comedia (y en la que Netflix se pensaba apoyar luego de comisionarle una serie de películas como la olvidable “The Ridiculous 6” o “The Do-Over”). “The Meyerowitz Stories” aleja esos prejuicios, con un Sandler dramático y cómodo, y apoyado por un fuerte Dustin Hoffman.
Esta cinta tuvo su primer revuelo durante Cannes este año, en el ya comentado conflicto sobre incluir en la competencia películas que no tuvieron estreno en Francia, sino directamente estaban planeadas para el streaming. La primera que salió fue “Okja”, luego, venía esta. Ambas son claramente distintas, pero se nota la maduración de Netflix como espacio de una narración más elaborada (algo que parece estar recluido al cine independiente y desterrado de Hollywood).
Sandler, Stiller, y Elizabeth Marvel son respectivamente Danny, Matthew y Jean, los hijos de Harold Meyerowitz (Hoffman), un escultor exitoso pero algo negligente como padre. Así, mientras se reúnen para asistir a una exposición que celebra su trabajo y su vida, se abren las heridas familiares típicas. A esto se añade la actual pareja de Harold, Maureen, interpretada por Emma Thompson, una hippie con problemas de alcoholismo que se ufana de haber sido pareja de Willem Dafoe.
El primer tercio de “The Meyerowitz Stories” se centra en Harold y Danny, y sus intentos de acercamiento después de que Eliza (la hija de Danny) se va a la universidad a estudiar cine; el segundo tercio muestra a Ben Stiller como Matthew, el medio hermano más exitoso de Danny que trabaja como gerente financiero para celebridades en Los Ángeles. Aquí, paralelamente, se desarrolla un Stiller más silencioso y un Sandler cuyo resentimiento comienza a florecer. Este quiebre es vital tanto para la disputa del amor paterno, como la apreciación de éste sobre la valoración a cada uno de sus hijos hombres. Con respecto al último tercio, no vamos a decir nada.
Al acecho en la banca de suplentes se encuentra Elizabeth Marvel, que es muy divertida como la tercera hija de Harold, Jean, aunque su condición de relegada dentro de la familia tiene un propósito de historia. Es un poco decepcionante que nunca se sienta tan encarnada como sus hermanos, aunque su papel se parece al de Gwyneth Paltrow en “The Royal Tenenbaums” (no, no hay ningún spoiler aquí, así que tranquilos).
Como una película del también neoyorkino Woody Allen (aunque se diferencia en cómo escribe personajes femeninos, definitivamente), “The Meyerowitz Stories” destaca por el bombardeo de diálogo preciso que aporta un ritmo frenético pero fluido, como reflejo de una dinámica familiar que funciona como un reloj suizo, pero no por lo perfecto, sino por lo acostumbrado. De hecho, es el caos familiar natural el que potencia esta misma dinámica.
Con un estilo propio, Baumbach también es visualmente atrevido en cuanto abandona las historias de cada personaje. Así como los diálogos de todos los personajes se pisan y se interrumpen, Baumbach corta las secuencias en lo que parece ser un inevitable ascenso del conflicto verbal. Apenas empieza a haber un grito, la historia se interrumpe, como la reminiscencia de un recuerdo infantil por evitar las peleas familiares. La película construye momentos trágicos de relaciones caóticas, con un toque de humor negro y sin melodrama. Un cúmulo de neuróticos.