Esta semana se estrenó “Atómica” (“Atomic Blonde”), dirigida por David Leitch (a cargo de John Wick, y que tendrá en sus manos “Deadpool 2”). Está basada en la novela gráfica “The Coldest City”, a lo que atribuye su estética comiquera (que no alcanza los niveles de “Sin City”, tranquilos). Finalmente, la protagoniza Charlize Theron, en lo que viene a ser una confirmación de la sudafricana como una intérprete de acción (pensemos en “Mad Max: Fury Road“).
La historia
Berlin, días previos a la caída del Muro. La espía británica Lorraine Broughton (Charlize Theron) debe recuperar una lista con los nombres de los occidentales que actuaron como agentes dobles durante la Guerra Fría. Especialmente debe buscar a Satchel, un agente doble, que vende secretos a los soviéticos. Todo bien hasta acá.
La tensión se vive en la ciudad, y el inminente colapso del bloque del Este ha convertido el tablero de ajedrez en algo bastante endeble. El director de la inteligencia británica en Berlín, David Percival (James McAvoy) sigue estando en el bando occidental, pero abierto al mejor postor, sin mirar muchos colores. Mucho caos.
La recuperación de la lista es el McGuffin, como diría Hitchcock (el objeto deseado por los protagonistas, pero que sirve para mover la historia… Como el anillo de “El Señor de los Anillos“, o la maleta en “Pulp Fiction“). La excusa para mostrar peleas y más peleas, cuyo ir y venir se compensa con las escenas del interrogatorio (el tiempo presente de la película), en las cuales un correcto John Goodman personifica a un agente de la CIA que colabora para el Mi6.
Se podría decir que a ratos se parece a “The man from U.N.C.L.E“, pero sin el aspecto de comedia. “Atomic Blonde” sobrepasa en atributos de acción, llámese peleas, coreografías, y un ritmo frenético. Pero carece de una historia contundente, con alguna intriga más profunda que la búsqueda de la lista. Más bien hace recordar a esa época en que los directores de videoclips entraron al ruedo (recordemos cuando McG dirigió “Los Ángeles de Charlie“) con resultados decentes en taquilla, pero cojos en profundidad. Un efecto muy a corto plazo.
Ok, está bien. No todas las películas tienen que ser “Ciudadano Kane“. Pero tampoco pueden tomarnos el pelo. Recurrir a una banda sonora 70-80 (con canciones como “Blue Monday”, “London Calling”, “Cat People”, “Under Pressure”, entre otros) es un recurso nostálgico bastante evidente para salir del cine diciendo que es buena. Pero más allá de la plástica, aquí se perdió una oportunidad de contar una historia que sonaba potente (A un nivel de decepción similar al salir de “The Body” -2001-, con Antonio Banderas).
Fuera de la sobreestimulación coreográfica, curiosamente hay un antecedente estético -y nostálgico- interesante. Durante una pelea en un cine, de fondo se ve una escena de “Stalker” (Andrei Tarkovsky, 1979), una película sobre una zona prohibida que está fuertemente custodiada por soldados armados y asegurada por alambradas de alambre de púas (muy berlinés, digamos).
Raya para la suma. ¿Es entretenida? Sí, especialmente por las peleas y la música (original y covers). ¿Se pudo haber sacado más partido? Totalmente. La Guerra Fría parece una circunstancia, está muy desaprovechada y el contexto era terreno fértil para más elementos narrativos. En todo caso, dado su éxito, y la frescura del personaje de Lorraine, es muy probable que “Atomic Blonde” se convierta en una franquicia, y salgan más películas, digamos, similares. Ojalá con relatos menos enredados.