El pasado miércoles se estrenó en todo el mundo (por Netflix) “Okja“, la cinta del surcoreano Bong Joon-ho, y que ganó celebridad después de su resistido paso por Cannes este año, donde hasta el Presidente del Jurado, Pedro Almodóvar, aseguró que no debían seleccionarse en el festival a cintas que no hayan pasado por salas. Eso, y la fallida proyección de la película, con atascos y todo.
“Okja” es la apuesta más audaz de Netflix como casa productora de películas. Desde “Los Ridículos 6“, su primera película, ha tenido entregas más bien regulares, pasando por la reciente “War Machine“, con Brad Pitt. Curiosamente, logra su mejor cometido con la película menos hollywoodense.
La historia comienza hace varios años, en un colorido prólogo. Lucy Mirando (Tilda Swinton) es la CEO de una poderosa corporación multinacional (Mirando Corporation) que, con gran fanfarria, anuncia el descubrimiento de un nuevo cerdo (en Chile!) que su compañía reproducirá y luego enviará a 26 rincones del mundo, donde vivirán con agricultores locales.
10 años más tarde, en una remota granja de Corea del Sur, una de las criaturas, ahora adulta, es cuidada por una niña. Ella es Mija, la nieta de uno de los agricultores elegidos para cuidar al animal. Naturaleza. Este es su mundo.
El abuelo de Mija, un campesino pobre, ya había hecho en trato de “devolución” de Okja a la corporación, para “elegirla como la mejor” en un “concurso mundial” en Nueva York. Desesperada por salvar a su amiga, Mija se dirige a Nueva York, cruzando caminos con el caóticamente idealista Frente de Liberación Animal, liderado por Jay (Paul Dano), que planea usar Okja como un ejemplo de lo que sucede en los mataderos de Mirando.
Así, “Okja” es la historia sobre una niña a quien le quitan su mejor amigo, para convertirlo en un ícono de la industria de alimentos genéticamente modificados. Pero sobre todo una niña atrapada en un mundo duro dirigido por adultos envueltos en codicia, y éxito.
El guión incluye temas sobre la ética del consumo de carne, pero con un estilo que nos preguntarnos si es una película infantil. Digamos que es muy fiel al estilo, que está seteado desde el minuto uno. El desarrollo icónico de cada personaje, que pudiera parecer sobreactuado, es propio de un estilo que más parece cercano a una cinta de los Estudios Ghibli, pero con personas.
En este punto sobresalen las actuaciones de Tilda Swinton como la maléfica dueña, pero sobre todo Jake Gyllenhaal como el Dr. Wilcox, un veterinario de televisión que es el rostro de Mirando Corporation. El personaje de Gyllenhall, por ejemplo, es unidimensionalmente divertido. Esa diversión se mezcla con una primera parte de la película bastante negra en humor y tratamiento, que va tornándose más crítico y reflexivo hacia la segunda parte.
Por eso tampoco hay que perderse en la vorágine sigloveiniunista de reconocer las injusticias del mundo desde el púlpito del entretenimiento. Sí, Okja es cruda al mostrar la parte fea de cómo llega comida a nuestro plato, y puede que convenza de ser vegetariano por una semana, hasta que llegue el siguiente asado. Así fue, en el fondo, la conferencia de prensa de los actores de Okja en Cannes frente a su discurso de no maltrato a los animales, discurso que se fue cayendo casi hasta el “tuve un perrito cuando chico”.
Con todo, “Okja” sí removerá la conciencia del espectador por un rato, y sobre todo, no se despegará de la pantalla durante las dos horas de metraje. La mejor noticia para Netflix es que por fin está entrando en el sendero de hacer películas dignas de festivales, competitivas y, sobre todo, bien hechas.
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