Contextualicemos. “Alien: Covenant” se sitúa diez años después de los acontecimientos de “Prometheus“. Estamos en el Siglo XXII, y Covenant es la nave que se dirige a Origae-6 con dos mil colonos y otros tantos embriones. Después de la muerte del capitán (Personificado por James Franco, en una de las apariciones más cortas en la historia de la humanidad cinematográfica -hipérbole-), la tripulación debe despertar de su hibernación y reparar la nave. En ese intertanto, reciben una señal de Elizabeth Shaw (¿Sigue viva después de Prometheus?) y por ello, desvían su camino hasta el origen de la señal. ¿Qué tanto problema de desviarse unas semanas, si todavía le quedan 7 años para llegar a Origae-6?
La tripulación del Covenant, cual arca de Noé, compuesta por parejas sentimentales, llega a este lugar lluvioso, donde se encuentran con criaturas que quieren incubar al equipo. Eventualmente, serán rescatados por David, de Prometheus, en una pinta entre Jedi y vagabundo, y que vive en las ruinas de la ciudad que podemos ver al final de la cinta anterior.
William, que es la versión nueva del robot, pero que carece de la sensibilidad de David, viene en el Covenant. Por ello, la aparición de David parece muy tardía considerando la primera escena de Covenant. La relación entre ambos, encarnados por Michael Fassbender, será potenciada por sus diferencias y personalidades (por así decirlo).
“Alien: Covenant” se sitúa como precuela de “Alien, el Octavo Pasajero” (la original, de 1979, con Sigourney Weaver). En conectar a “Prometheus” con el inicio de la saga anterior, Covenant cumple con sutileza. Aún así, cae en un pastiche, de repetir una estructura narrativa presente en todas las entregas anteriores.
Prometheus fue víctima de las expectativas durante su estreno, y se dedicó más a plantear preguntas que a resolver interrogantes. En cambio Covenant cierra mejor, aunque tampoco está a la altura de la original.
Las falencias de la película están lideradas por un diálogo insoportablemente innecesario y predecible, y una idea de abordar un aspecto religioso (del Capitán reemplazante Christopher Oram) que no logra cuajar y parece estar puesto ahí sólo para incordiar. Por su parte, las mejores características de Covenant son lideradas por el excelente arte inspirado en H.R. Giger, y una fotografía a cargo de Dariusz Wolski, que ya habíamos visto en la anterior (y por qué no decirlo, en “The Martian“).
La historia de esta nueva saga, con un enfoque en el origen del xenomorfo como consecuencia de la búsqueda del origen de la humanidad, tiene mucho potencial independiente, aunque si bien estas nuevas películas respetan el universo, no se conecta con la emocionalidad que genera la Alien original en sus fanáticos.
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