El reciente estreno del tráiler de la polémica película de Julia Ducournau, Raw (Crudo), pone nuevamente en la palestra los límites de la representación en el cine de terror. El impacto visual que suscita la extrema violencia, la sexualidad desatada y el quiebre de los parámetros éticos, nos permite reflexionar sobre los miedos que acosan hoy en día a los espectadores y hasta qué punto el morbo ha significado una condición esencial para el mercado cinematográfico.
Muchos ejemplos han puesto en tela de juicio esta directriz del cine; quizás el más reciente, pero en formato televisivo, fue el capítulo que inauguró la séptima temporada de la exitosa serie The Walking Dead, en donde dos personajes fueron brutalmente asesinados por el villano de turno. El trauma colectivo no se dejó esperar y las múltiples críticas obligaron a la cadena AMC a “suavizar” los siguientes episodios. Del mismo modo, otras cintas consideradas de culto, como A Serbian Film (2010) de Srđjan Spasojević o The Human Centipede (2009) de Tom Six, proponen también la misma problemática.
En esta ocasión presentamos cinco cintas de terror, algunas no tan conocidas, que más allá de sus atributos estéticos, se caracterizan por llevar a términos insospechados el horror visual a la pantalla.
1. Hard Candy (2005) de David Slade
El director británico David Slade es mundialmente conocido por dirigir Eclipse, tercera entrega de la saga Crepúsculo (2010), y en menor medida por estar atrás de las cámaras de 30 días de oscuridad (2007), adaptación de la historieta de terror escrita por Steve Niles, en donde los vampiros sí asustan.
Hard Candy relata la descarnada venganza de una adolescente de 14 años (Ellen Page) hacia un fotógrafo pedófilo, Jeff (Patrick Wilson). La acción ocurre casi por completo en la casa del depredador sexual, quien es sometido a las más desquiciadas torturas. El film se caracteriza por las soberbias interpretaciones del dúo protagónico y el desarrollo de un guion repleto de humor negro. La escena más perturbadora es sin duda es la castración que sufre Jeff por medio de una retorcida intervención quirúrgica.
2. Martyrs (2008) de Pascal Laugier
No solo la ya mencionada Raw (Crudo) produjo desmayos y ataques de ansiedad en su estreno, la cinta de Pascal Lugier generó una gran polémica en sus primeras exhibiciones, y hasta el día de hoy sigue causando gran malestar a los espectadores. La película presenta dos argumentos: el primero muestra a dos amigas de infancia (Stéphane Martin y Nathalie Moliavko-Visotzky) coludidas en el sangriento asesinato de una familia, luego, paulatinamente, se devela el conflicto central del film, que se focaliza en una secta religiosa que tortura y martiriza a jóvenes mujeres para que estas logren alcanzar un estado éxtasis, como los mártires de la Iglesia. La razón del despiadado suplicio es que las muchachas puedan revelar el secreto de la trascendencia. Una de las apuestas más brutales y esteticistas del cine de horror francés de los últimos años.
3. No moriré sola (2008) de Adrián García Bogliano
No moriré sola es una eficaz y despiadada cinta argentina que se alimenta del seno de cintas tan emblemáticas y rupturistas como La masacre de Texas (1974) de Tobe Hopper o Escupiré sobre tu tumba (1978) de Meir Zarchi. La película nos presenta a cuatro jóvenes que conducen por unas rutas alternativas de Buenos Aires. En su camino prestan ayuda a una chica herida sin saber que le han quitado la presa a un grupo de cazadores furtivos. De ahí en adelante se desata el horror más extremo: salvajes violaciones, asesinatos y persecuciones que retratan las más sórdidas exploraciones de la deshumanización. Es imposible no apartar la mirada de la pantalla de vez en cuando para tomar aliento y sopesar el perverso realismo de la cinta. La violencia es tan hiperbólica que pareciera rozar los límites de lo posible; un verdadero punto de inflexión para el género en Latinoamérica.
4. I Saw the Devil (2010) de Kim Jee-Woon
La internacionalización reciente del cine de terror coreano, más allá de los estándares de comercialización, se debe en gran medida a la audacia y versatilidad de sus realizadores. Ejemplos hay muchos, desde The Host (2006) de Bong Joon-ho hasta la reciente Train to Busan (2016) de Yeon Sang-ho, las que han significado una revolución para el género y la industria. I Saw the Devil nos presenta el vertiginoso juego del gato y el ratón entre un agente de policía (Lee Byung Hun) y un despiadado asesino serial (Min-Sik Choi). La película muestra la ilimitada crueldad de un villano que viola y asesina sin miramientos a jóvenes mujeres. Entre sus víctimas se encuentra la esposa del protagonista, quien es descuartizada estando en cinta. La deshumanización de los personajes y el realismo exacerbado de las escenas de violencia convierten a esta película en un espectáculo visceral pocas veces visto en pantalla.
5. Secuestrados (2010) de Miguel Ángel Vivas
Probablemente, Secuestrados es la película sobre “invasiones domésticas” mejor logradas en la historia del cine español. Si bien el film emula a clásicos como Funny Games (1997) de Michael Haneke o The Strangers (2008) de Bryan Bertino, propone una forma narrativa mucho más descarnada y verosímil a través de una premisa inquietantemente básica: el asalto a una familia de clase alta en las afueras de Madrid. El móvil de los delincuentes no es más que conseguir dinero, sin importar traspasar los límites de la crueldad. Los miembros de la familia son ferozmente heridos y maniatados, incluso la hija del matrimonio es violada por mero divertimento. La película no da respiro. La puesta en escena en tiempo real y los brillantes planos secuencias destrozan los nervios del espectador. Lo más destacado, aparte de las deslumbrantes actuaciones, es el salvaje e inolvidable final que invierte las convenciones del género.