El CNAC presenta en su arquitectura, en su rehabilitación, una serie de aciertos que ponen en valor al edificio del antiguo aeropuerto Cerrillos como una serie de falencias y errores –gruesos e inexplicables- que dificultarán su funcionamiento.
La gran explanada que antecede al edificio (que no se aprovecha), la falta de espacios intermedios para entrar al “hall” (en foto superior se ve que se eliminó volado que servía de protección y sombra) como una “lectura” poco clara de su distribución (no entender fácilmente cómo está distribuido el edificio al entrar en él), el desaprovechamiento de su espacio central y, en especial, el no control del sol oriente y -en particular- el poniente (de la tarde), crearán dificultades permanentes en el funcionamiento del CNAC. A menos que se tomen medidas y se invierta para solucionarlos.
Al recorrer el CNAC Cerrillos se percibe una disociación entre la arquitectura y el proyecto cultural. Aunque siendo justos con los arquitectos, debemos decir que el proyecto cultural resulta difícil de comprender. Tampoco tenemos claro si conocían la propuesta cultural antes de hacer el proyecto.
Arquitectura de Cerrillos
El aeropuerto de Cerrillos fue por algunas décadas, hasta 1967, el más importante del país. Su arquitectura refleja el progreso de la aviación y los principios del movimiento moderno.
El edificio, que tuvo diversas modificaciones antes dejar de funcionar, se encontraba bastante deteriorado, especialmente en su tercer piso, que ha sido totalmente rediseñado y reconstruido.
El proyecto de remodelación y acondicionamiento para su nuevo uso –albergar al Centro Nacional de Arte Contemporáneo Cerrillos – estuvo a cargo del destacado arquitecto –y especialista en arquitectura y patrimonio moderno- Humberto Eliash. (En rigor, no sabemos si Eliash trabajó teniendo clara la función y el programa específico que tendría el ex-aeropuerto).
El “espíritu” del edificio
El edificio original –a pesar de su tamaño y escala modestos- reflejaba el espíritu moderno, con líneas simples, dinámicas, limpias, donde las vistas al entorno y la luz jugaban un rol fundamental.
En una de las tantas modificaciones, al edificio se le agregaron unos murales en cerámica de Samuel Román y su hijo que, junto con algunos revestimientos en piedra, han sido recuperados y puestos en valor en la remodelación.
CNAC
El proyecto respeta en gran medida el edificio original.
El tercer piso, completamente reconstruido, fue diseñado de manera pulcra y elegante, respetando el espíritu original del edificio pero sin negar el ser nuevo, actual, en un equilibrio muy logrado.
Entre el edificio original y el actual se ven cambios que pueden ser objeto de opiniones divergentes como, por ejemplo, la pérdida de curvas en la fachada, que le daban un ritmo y lectura muy diferente al exterior del edificio. En este sentido, su arquitectura estaba más acorde a la imagen de los grandes barcos de la época, mientras que ahora, más rígido y duro, se asemeja más a una arquitectura “autoritaria”, más cercana a Juan Martínez y “su” Escuela Militar.
También el edificio actual es mucho menos transparente (aunque esto último se entiende dada las dificultades para controlar el sol, en especial el poniente).
El miedo al vacío
Un aeropuerto es un lugar de paso, donde muchas veces los pasajeros y el personal está atrasado. Al mismo tiempo, es un lugar de espera, tanto de pasajeros como de personas que van a buscar o dejar personas.
Por lo anterior, los aeropuertos buscan accesos expeditos a los mesones de atención, que están en general en el gran espacio al que se llega en forma muy directa.
Si el “hall” es un espacio privilegiado –por su gran tamaño y las puertas y grandes ventanales tanto a la cordillera como a la calle-, creo que el arquitecto ha cometido un gran error al situar en su centro un ascensor y una escalera. Una decisión que podría mostrar una especie de miedo al vacío que le da una importancia desmedida a algo práctico (el ascensor), pero que impide darle más flexibilidad de uso –práctico y simbólico- a ese espacio. En síntesis, ha puesto algo necesario pero banal -un ascensor a mi juicio lento y feo- en el “corazón” del edificio.
Con el ascensor en ese lugar, se hace muy difícil o se dificulta de manera gratuita el poder ocupar ese espacio para actividades masivas o para instalar grandes obras “centrales”.
La luz, el sol y el paisaje
El aeropuerto de Cerrillos estaba orientado de acuerdo a la forma del terreno original destinado a la aviación civil y la ubicación de la pista, es decir con sus fachadas principales hacia el oriente (gran vista a la Cordillera) y el poniente (con un sol de la tarde muy molesto y difícil de controlar).
Por otro lado, el proyecto aprovechaba las vistas privilegiada.
Lo anterior, requería de un trabajo especial y delicado considerando que su nuevo uso es para exhibir obras visuales y para el trabajo de artistas, donde el control de la luz y los estímulos es muy importante. Esto no se ha logrado.
El edificio y su entorno
El edificio está aislado, con grandes explanadas delante como atrás. Esto presenta un gran potencial de uso futuro para realizar muestras o actividades en ellas. Pero en la actualidad, en especial para quienes lleguen desde la calle, es un factor negativo: es una explanada inhóspita, que resulta muy desagradable en días de mucho calor o de lluvia. Es una explanada que “aleja” a los posibles visitantes de un edificio que ya está distante, no sólo fuera de circuitos: se debe hacer un esfuerzo importante para llegar a él.
Terminaciones de “bajo presupuesto”
Si por un lado se rescataron los murales y revestimientos de piedra, por otro se revistieron grandes superficies con una cerámica imitación madera que están lejos de la nobleza del edificio original o de la elegancia de las fachadas del tercer piso que se reconstruyó. Al menos eso se puede cambiar fácilmente a futuro.
Cambio de uso: grandes dudas a ver en el futuro
El uso original de aeropuerto y el de Centro de Arte Contemporáneo tienen diferencias y requerimientos que pueden ser contradictorios, casi incompatibles que, de seguro, presentaron desafíos que, a mi entender, no todos han sido resueltos.
El aeropuerto era un lugar de paso –en esa época con bastantes menos controles y sistemas de seguridad, y sin temores a atentados- donde la transparencia en la “entrada” y la “salida” del edificio eran totales.
Un centro cultural, y de arte en particular, requiere tener un control riguroso de la luz, para poder permitir una buena exhibición de las obras visuales (incluidos videos). Este control, en este caso, no se tiene, El sol, de la mañana y el poniente en especial, entra descontrolado no permitiendo una buena exhibición de obras, alterando los colores, introduciendo sombras que intervienen las obras, alterando la temperatura.
El mismo paisaje (con vistas muy hermosas) adquiere un protagonismo que en muchas ocasiones es molesto, invasivo, distrae o “interviene” las obras en “diálogos” poco felices.
Algunos puntos planteados arriba pueden ser trabajados para disminuir sus efectos. Pero la distribución de espacios, la forma de circular, son un problema mayor.
Al llegar al Centro, luego de una gran explanada, se sube una escalera que da a un gran “hall”, sin mediar nada. No hay intermedio, no hay doble puerta, un espacio de recepción, de informaciones, de orientación. Entonces, al llegar se produce una cierta desorientación. Además, salvo ese espacio central malogrado por el ascensor, no hay una “lectura” clara –por parte del visitante- de la distribución del Centro. Tampoco hay jerarquías en los espacios que permitan recorrerlos y apreciarlos de una forma que al visitante le faciliten la comprensión y la apreciación del lugar y de lo que se expone.
Un buen diseño arquitectónico de un centro cultural requiere de un buen proyecto cultural, por un lado, y de una buena comprensión y resolución de ese proyecto. Es decir, se tiene que tener claro qué se quiere con el Centro cultural, cómo eso que se quiere se puede lograr en ese lugar (y en este caso con ese edificio pre-existente) para recién en ese momento diseñarlo de manera adecuada (dentro de los tiempos y presupuestos).
Lo anterior debiera ser parte de un proceso “normal” para desarrollar un proyecto de estas características. Es evidente que en una o más etapas el proceso no ha sido satisfactorio. Y eso tendrá, como en buena parte de la infraestructura cultural construida en los últimos 25 años, un alto costo en su funcionamiento de CNAC como en las deficientes condiciones para exhibir y trabajar en él.