El documental de Cristóbal Valenzuela y María Paz González, que se estrena hoy en salas de Miradoc y cines Hoyts, Cinemarket y Cineplanet de Santiago, aborda el robo de “El torso de Adèle”, escultura de Auguste Rodin, desde el Museo Nacional de Bellas Artes (MNBA) en mayo de 2005.
Con entrevistas a unas 25 personas, “Robar a Rodin” nos muestra los hechos desde muchas miradas y perspectivas, entregando gran cantidad de antecedentes sin dar un “veredicto”.
Desde el autor confeso (Luis Emilio Onfray Fabres), a compañeros de éste, Milan Ivelic y Ramón Castillo (ex-director y ex-subdirector del MNBA), Clara Budnik (Ex-directora DIBAM), Sergio Bitar (Ex-Ministro de Educación), los curadores de la exposición (Bárbara Morana y Alejandro Molina), el guardia del Museo que descubrió la ausencia de la escultura (José Tralma), la jueza y el fiscal del caso (Carla Troncoso, Andrés Baytelman), un agente de la PDI vinculado al caso (Miguel Valdivia), y una serie de especialistas franceses y chilenos respecto a Rodin o al arte en general, entre otros, van dando un panorama muy completo (al punto que antes de los 10 minutos uno cree tener todos los antecedentes expuestos…) y complejo.
“Robar a Rodin” puede verse como un documental sobre un hecho que para algunos es un delito, para otros una acción de arte, una expresión de “el gusto chileno por lo ajeno” (como plantea un artista) o un acto vinculado a la irresponsabilidad, impulsividad y a algunas características psicológicas del protagonista de los hechos. O una mezcla de todas o algunas de las anteriores, en especial dadas las contradicciones que, a pesar del gran esfuerzo del documental, quedan sin resolverse.
“Robar a Rodin” también muestra -y no es excluyente- a los entrevistados, a nuestra sociedad, a diversos actores -en sus diversos roles- tanto en relación a los hechos como en relación a los diversos testimonios “franceses” (que funcionan como espejo y como puntos de referencia, de contraste).
“Robar a Rodin” sirve para ver nuestras precariedades -del MNBA, de las instituciones, etc., las humanas- como las miradas sesgadas, tan cerradas que en general prevalecen. En este sentido, resulta muy interesante ver las diferencias culturales entre los testimonios “chilenos” con los “franceses”.
En este sentido, vale destacar el testimonio y la opiniones de Claudio Berríos, neurobiólogo amigo de la familia de Luis Emilio. El entrega, en forma extraordinaria, una mirada humana, compleja, que trata de ser comprensiva, de entender y dilucidar, más allá de los hechos, al protagonista, situándolo en el centro. Se puede estar o no de acuerdo con él, pero su postura es, al menos, gratificante.
Otro aporte de “Robar a Rodin” son los documentos de archivo que incorpora, como registros de la televisión de la época y, en especial, varios videos de Emilio niño y joven que permiten una mejor aproximación a él.
“Robar a Rodin” está muy bien documentada y, aunque a mi juicio es muy abierta y le faltó ser más punzante, es una buena muestra de nuestra sociedad teniendo como excusa el hecho puntual que, en 2005, fue noticia en Chile y el mundo.
“Robar a Rodin” de Cristóbal Valenzuela y María Paz González se estrenará en salas de 18 ciudades de Arica a Punta Arenas a partir del 2 de noviembre, incluyendo cines Hoyts, Cinemark y Cineplanet de Santiago.
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