Lissette es parte de una familia de mujeres. Para ella su abuela es muy importante, pero su tía Adriana (“la Chani”) es su “ídola”.
Adriana es, para Lissette, la mujer simpática, bonita, exitosa, la que le enseñó a decir la verdad de frente. Es su modelo hasta que, radicada en Australia, llegando de visita al país es arrestada en el aeropuerto acusada de violaciones a los Derechos Humanos.
Entonces Lissette se entera que su tía no trabajó en la Fuerza Aérea sino con Manuel Contreras en la DINA, y específicamente en la Brigada Lautaro -la brigada más brutal del órgano represor- en el cuartel Simón Bolívar -el único lugar donde no hubo opositores a la dictadura que salieran con vida-.
Entonces, Lissette Orozco decide buscar la verdad, una verdad dolorosa que la conducirá a lugares oscuros llenos de fantasmas, mentiras y seres siniestros, donde explorará en forma cruda la condición humana expresada de maneras extremas.
El documental que realiza Lissette Orozco sobre ella y su tía es de una valentía y de una humanidad conmovedora como muy pocos (con la valentía de “El color del camaleón”, de Andrés Lübbert, y la emotividad de “Niña sombra”, de María Teresa Larraín). Es un documental que no muestra imágenes escabrosas o de violencia física, pero en la que confronta paulatinamente y en forma creciente a su tía con las acusaciones que pesan sobre ella hasta, develar su parte más íntima y humana.
“El pacto de Adriana” es un gran documental para el que se debe estar preparado para ver y digerir. Una obra que nos muestra la brutalidad de la DINA como la condición humana, las debilidades (de Adriana como de muchos más) y la sorprendente fortaleza (de Lissette y, en parte, de su madre) del ser humano.
“El pacto de Adriana” es, sin duda, un gran aporte, un imperdible, un documental que debiera ser parte de nuestras conversaciones, de nuestro imaginario colectivo como de nuestro patrimonio.
“El pacto de Adriana” es una obra “femenina”, en su enfoque (tan humano y emotivo), en su feroz valentía y su final.