Un emotivo homenaje a Jorge Teillier se realizó en la Biblioteca Central de la Universidad de La Serena, en donde acompañados de copas, poemas, música y velas encendidas, recordaron el natalicio del destacado vate lautarino.
Un 24 de junio de 1935 en la localidad de Lautaro, al sur de Chile, nació Jorge Teillier Sandoval, ese mismo día en Colombia, la gente lloraba la muerte de un grande: Carlos Gardel, quien se despedía de este mundo en un fatídico accidente aéreo.
Según los amigos del poeta, así como variadas citas en su obra, a Jorge le gustaba mucho Gardel y por las vueltas de la vida, las dos figuras se encontraban en un mismo día, un mismo año. Uno nacía y el otro se convertía en leyenda.
Los acordes de “Cambalache” de Santos Discépolo, interpretado por el músico Pedro Dubó, comenzaron a sonar, dando inicio a la ceremonia. Entre medio de ediciones prácticamente inhallables como “El árbol de la memoria” o “Crónica del forastero”, ambos libros de Teillier impresos en Arancibia Hermanos, el público escuchaba en silencio. Detrás, en un televisor, muestras de inéditas imágenes del poeta enviadas por su amigo Jorge Aravena Llanca, acercan aún más a quien definía su labor como la del “guardián del mito y de la imagen, hasta que lleguen tiempos mejores”.
Ya inmersos en el mundo de la poesía, el profesor Walter Hoefler lee el poema “Treinta años antes”, donde dialoga con “Despedida”, texto de Teillier aparecido entre otros libros, en su antología “Muertes y maravillas”, recordando el exilio y los años con Jorge dice;
“Ya no me despido de nada, ya no estoy, ni soy, ni estaré en el lúcido recuero de la hermana. El poeta no elige su destino, sólo elige las palabras que imitan al destino”. Los aplausos espontáneos resonaban en la sala principal de la biblioteca Irma Salas.
La poesía de Teillier es intensa, es apasionada e inspiradora. El grupo musical “Acero de Invierno”, en su intento por rescatar la poesía latinoamericana más subterránea, menos oficial, ha musicalizado algunos versos del autor de “Poemas secretos”. Acompañados de dos guitarras, un cajón peruano y una armónica interpretaron “Sentados frente al fuego”, “Andenes” y “Pequeña confesión”, despertando a la poesía, aquella que muchas veces ha estado guardada entre la bohemia y los vasos de vino, para rescatarla y hacer presente la notable tradición que existe en Chile.
Porque somos más que veinte poemas de amor y piececitos de niño. Teillier, al igual que Vicente Huidobro, María Luisa Bombal y Enrique Lihn, nunca ganó el Premio Nacional de Literatura, pero su poesía, su compromiso ético, valen más que cualquier tipo de recompensa y lo anterior lo convirtió, como el mismo dijo sobre René Guy Cadou; en “un fuego que no es olvidado”.