El liceo Enrique Molina Garmendia de Concepción pretende establecer una serie de medidas para recuperar el brillo de antaño. Acusan a la municipalización, pero también otras voces colocan el énfasis en la calidad docente, para explicar el estado actual del establecimiento que fue referente de la educación del sur de Chile.
Todo comenzó como Instituto Literario, en agosto de 1823, como una necesidad de la naciente República de Chile, que establecía en Concepción el tercer establecimiento del país.
El terremoto de 1835 obligó a su cierre y un par de años después se reabrió en el terreno donde hoy está el Liceo Comercial ex Insuco. Más tarde se trasladaría a Chacabuco con Caupolicán, donde está la Escuela Bío Bío, hasta ubicarse en Aníbal Pinto con Víctor Lamas.
Estuvo bajo la dirección de Vicente Varas cuando estalló la revolución, y los estudiantes de la época, quebraron los vidrios del recinto en repudio a los detenidos que albergó.
En el año ’65 surgió al alero del liceo un curso fiscal de Leyes, precursor de la Escuela de Derecho de la futura Universidad de Concepción, que se trasladó en 1924 y consignó la particularidad del profesor talquino Enrique Molina Garmendia como rector de ambos establecimientos.
Hablar del Liceo de Hombres, Liceo 1 o Enrique Molina, es hablar de la historia. Desde todo el sur de Chile y desde la patagonia hoy argentina llegaban estudiantes a su internado y era el Instituto Nacional de esta parte del país. Entre sus ilustres estudiantes hay presidentes de la República, ministros, deportistas, escritores y poetas, entre otros. Llegó a sostener a 2.500 estudiantes, cuna de la democracia, que se dice hacía convivir al “hijo de médico con el del obrero”.
Pero esta es una historia que hoy se mira con distancia.
Actualmente este liceo no es el mejor de los recintos públicos. Con 550 estudiantes lucha contra la fuga de alumnos y busca estrategias para sostener la calidad.
En conversación con Radio Bío Bío, el rector Ricardo Morales señaló que trabajan por recuperar el sitial de excelencia, apuntando a que los 35 estudiantes por sala no sólo adquieran conocimientos, sino que apunten a desarrollar habilidades.
El cariz cultural es algo en lo que están colocando esfuerzos, además de establecer una serie de convenios con diversas instituciones y se están recuperando los laboratorios de ciencias.
Para el rector hay un antes y un después de la municipalización.
En la misma línea, el historiador y actual encargado de la Biblioteca Municipal, Alejandro Mihovilovic, reconoce que fue un proceso paulatino de falta de atención en la educación pública.
Fue profesor durante 40 años del Liceo Enrique Molina, y reconoce hoy que a diferencia de otros establecimientos nunca se hizo selección ni se le cerró las puertas a nadie en el establecimiento, lo que significó que llegaran estudiantes que estaban en desventaja socioeconómica, a lo que se suma la diferencia con la capacidad de respuesta administrativa de los subvencionados y particulares.
Sin embargo, si antes -dicen Morales y Mihovilovic- se quitó la vista a la educación pública, la nueva reforma promete retomar el camino perdido.
En lo que también tiene esperanza el presidente de la Sociedad de Ex Alumnos del Liceo de Hombres, Eduardo Retamal, quien si bien también comparte el diagnóstico, agrega otros elementos que hoy se deben reconocer, como la vocación docente.
Y la recuperación cultural tiene que ver también con el destruido Teatro del Liceo, que recién en los últimos años ha avanzado, aunque poco.
La preocupación de la educación pública tiene un ejemplo claro en la larga lucha -por décadas- para recuperar el Teatro, sentenció Retamal.
Son efectivamente las luces y sombras del Liceo Enrique Molina, con una infraestructura que no se renueva desde el ’60, junto a una estructura abandonada de la ex Seremi de Educación que flaco favor le hace y una biblioteca que se configura como reminiscencia del pasado más que como una alternativa real para los estudiantes.
No sólo se trata del teatro, sino también los gimnasios patrimoniales, que llevan años derrumbados, en la incertidumbre de su futuro.
¿Será la Reforma Educacional, la gran oportunidad para el reverdecer de los antiguos logros? Parece ser una parte. El compromiso docente, el liderazgo de su Rectoría y la capacidad de traspasar a las nuevas generaciones lo significa ser parte del Liceo Enrique Molina, parecen ser elementos que hay que considerar para retomar “esa labor silenciosa, el amor y el fervor, que está en lo profundo del alma del Liceo de Concepción”.