“La torre de mando estaba destruida, el casco con aureolas y agujeros negros; en la cubierta Lillo vio cadáveres y hombres que corrían buscando refugio. Sintió un escalofrío de admiración y tuvo que contener las lágrimas que amenazaban con transformarlo en un viejo chocho a ojos de los marinos.” (pp 249)
El último libro de Carlos Tromben es una novela histórica sobre la cacería y captura del Huáscar, hecho que finalmente posibilita el avance de las tropas chilenas por mar hacia el norte (por tierra era inviable), y define la guerra a favor de Chile.
Amena y bien escrita, “Huáscar, la cacería naval que marcó la historia de Chile y Perú”, de Ediciones B, es un relato que conjuga la mirada política y militar de Chile con la de los hombres de ambos bandos directamente involucrados en los hechos.
La novela de Tromben tiene muchos puntos a favor, como combinar la gran política con las vivencias de los marineros, las maquinaciones de diversos políticos y dirigentes del momento con los sentimientos y reacciones de la gente común, dando una mirada diversa, compleja, multicolor y humana de ese momento tan trascendental y que cambiara, de forma dramática y definitiva, el destino y las relaciones de los países involucrados (no sólo de Chile y Perú).
“El Perú había perdido el mar y probablemente la guerra, ¿pero cuánto tardaría en llegar la paz?” (pp 270)
Tromben no tiene una postura falsamente neutral, sino que toma posición frente a diversos personajes, como Agustín Edwards Ross (que describe como un ser brillante, codicioso sin límites y un diestro manipulador), Benjamín Vicuña Mackenna (Populista sin pudor que no duda en cambiarse de bando), Eusebio Lillo o Galvarino Riveros, al que describe como un inepto. Carlos Tromben destaca los claros y oscuros de los combatientes de ambos bandos, la astucia y la brillante estrategia de Juan José Latorre (bajo y rechoncho) al mando del poderoso blindado Cochrane, Domingo Santa María (que con este triunfo pavimentó su carrera presidencial) y Eusebio Lillo (el autor de los versos del Himno Nacional y pieza clave en idear la trama).
Carlos Tromben toma postura frente a los personajes mostrándolos con matices, humanizándolos, evitando los “blanco o negro”, las caricaturizaciones. En este punto el autor cuestiona desde el espolonazo a la Esmeralda (innecesaria en la voz de uno de los personajes) a las severas limitaciones de los mandos navales chilenos antes de la aparición de Latorre.
Al mismo tiempo, Tromben evita tomar posición hacia uno u otro bando, caer en el chauvinismo o en un patrioterismo vulgar, destacando el valor que hubo en ambos bandos y, en particular, la increíble resistencia del Huáscar incluso sabiéndose perdido:
“Con la alegría de la muerte gozosa e inminente, redentora de cualquier vida, el aspirante Carlos Tizón de la Rosa retomó su querida ametralladora y volvió a disparar.
-¡A la conchadesumadre! ¡Viva el Perú!” (pp237)
(pp 265)
Una novela como esta siempre deja –para el grueso de los lectores- muchas dudas sobre qué es ficción y qué datos son fieles a lo que sucedió. La duda sobre qué es objetivo, qué son interpretaciones o versiones y miradas parciales, y qué legítima ficción y creatividad de Tromben.
“El grumete Alberto Medina envolvió al contraalmirante con la bandera agujereada que le recordaba a él, Alberto Medina, lo que era y sería hasta el fin de sus días: un negro peruano.
Con la fuerza que le quedaba caminó hasta hacia la borda y arrojó el medio cuerpo del contralmirante Miguel Grau al lugar donde pertenecía: el mar.” (pp 265)
Finalmente el libro también se da espacio para hacer una descripción descarnada de la guerra, de su violencia, de las muertes y destrucción. Destrucción y masacre que no es ajena a los avances tecnológicos que se hicieron presente en el Combate de Angamos, el primer combate entre dos naves blindadas.
El libro sin embargo tiene unos puntos negros inaceptables. Una cantidad de errores que un autor reconocido como Tromben y, en particular, una importante editorial –que debiera tener correctores- no se pueden permitir. De muestras la cita de la página 265 ya citada y la siguiente:
“Anderson era el más viejo y había estado en el la flota del Mediterráneo;” (pp171)