“La orden fue marchar esa mañana, aunque el clima no lo aconsejaba.
Con presagio oculto se marcharon, para cumplir la orden dada.
Con cantos de guerras los soldados en Los Ángeles se internaron.
Y un escalofrío que asustaba con ellos marchó esa mañana”
(Extracto de la canción “Antuco en un sueño” del grupo Pullay)
La tragedia comenzó el 17 de mayo, cerca de las 14:00 horas, cuando se dio inicio a la marcha de la Compañía “Cazadores”. Una hora después, siguió la Compañía de “Plana Mayor y Logística”. Ambas se juntaron en la marcha, y llegaron reunidas alrededor de las 23:00 horas del día 17 de mayo, al refugio de “La Cortina”.
No había personal fallecido pero sí 36 lesionados leves (3 hombres del Cuadro Permanente y 33 soldados conscriptos). Enfrentaron condiciones climáticas adversas durante prácticamente todo el trayecto en su marcha de repliegue desde el refugio militar de “Los Barros” al de “La Cortina”, consigna la sentencia definitiva. Ya había un antecedente de que ese día no había que seguir lo planificado.
El 18 de mayo, se ordenó marchar a la Compañía de “Morteros” y a la Compañía “Andina”, ambas hacia el refugio del sector de “La Cortina”. Las severas condiciones atmosféricas a las que se debieron enfrentar, se vieron agravadas por la presencia de una tormenta de nieve denominada “viento blanco”, lo que desencadenó el fallecimiento por hipotermia durante ese trayecto, por exposición al frío, de 45 uniformados.
Además, los soldados fallecidos no vestían prendas adecuadas para resistir el frío, viento y humedad que se presentó durante dicha actividad, indica la sentencia dictada por el ministro en visita del caso, Juan Arab Nessrallah.
En la autopsia del Servicio Médico Legal, llama la atención del médico legista que la gran mayoría de los cuerpos estaban en condiciones nutricionales límites, algunos de ellos bajos de su peso normal, y ninguno de ellos tenía alimento o vestigios de alimento en su estómago.
Los soldados que sobrevivieron dijeron que aquella mañana solo comieron un trozo de pan con mermelada y un tacho de café.
El médico además destaca en un informe, que la gran mayoría contenía en su estómago mucosidades provenientes de la vía traqueobronquial, lo que hace sospechar que presentaban algún grado de patología bronquial.
Compañía Morteros
Mauricio Carrasco: “… a mi unidad no me enseñaron prácticas de supervivencia en montaña o qué hacer en caso de viento blanco (…) no se nos entregó ropa de montaña, pero los clases y oficiales sí tenían (…) El día miércoles comenzó a caer mucha nieve, lluvia y con viento muy fuerte, pero a pesar de ello mi Mayor Cereceda ordenó a mi compañía marchar hacia el sector de “La Cortina”.
(…) Luego de marchar más de un kilómetro me di cuenta que toda la ropa que teníamos no era impermeable, ya que al cruzar un río nos mojamos enteros (…) Luego de unos 14 kilómetros caminando comenzaron a caer unos compañeros y nosotros los levantábamos (…) Como eran muchos los compañeros que caían y nos detenían mucho, lo que estaba provocando que me enfriara mucho, poniendo en serio riesgo mi vida, decidí solo caminar hasta llegar a algún lugar para protegerse. Luego de un tiempo logramos llegar al Refugio de “La Cortina” (…)”.
Cristian González: “Luego de una hora caminando las condiciones climáticas empeoraron mucho, era tanto el viento y la nieve que no lográbamos ver más de un metro de distancia, y era muy difícil caminar (…) vi que pasamos por al lado de unos refugios que son de la Universidad de Concepción, pero no paramos ahí (…) seguí caminando siguiendo la huella. En ningún momento escuché a mi Capitán ordenar que nos devolviéramos, además que ya estábamos muy lejos como para devolvernos (…) Deseo dejar constancia que la mayoría de mis compañeros fallecieron antes de pasar por el Refugio de la Universidad de Concepción, creo que se hubieran evitado muchas muertes más si nos hubiéramos quedado en el refugio de la Universidad…”.
Diego Vidal: “Yo no vi morir a nadie, solo vi que caían y me imaginaba que estaban cansados y que se levantarían (…) antes de bajar yo estaba adelante, y mis compañeros me dijeron que en la parte de atrás, el Cabo Pulgar, le estaba diciendo a mi Mayor Cereceda, que no iba a marchar a “la Cortina”, debido al mal tiempo, pero mi Mayor le contestó “es una orden” (…)”.
Luis Hernández: “Lo difícil comenzó después de que aclaró, en la mitad del camino y cuando dábamos la vuelta al volcán (…) De pronto empiezo a caer sobre la nieve, de rodillas, me levantaba, pero luego de la tercera caída no era capaz de levantarme (…) Me caigo nuevamente y mi Capitán Olivares, el Teniente Gómez y un Cabo me meten dentro de dos sacos de dormir y me empiezan a arrastrar sobre la nieve, desde ese momento recuerdo poco pues perdí el conocimiento y desperté dentro de una carpa, al atardecer”.
Rodolfo Aguilera: “(…) Continué mi marcha hasta que logré llegar en muy malas condiciones al refugio La Cortina, momento en el que me percaté que solo habíamos llegado unos dieciséis soldados de los más de cincuenta que habíamos salido (…)”.
Rodrigo Morales: “(…) en un pasillo del regimiento me encontré con mi Capitán y le pregunté porqué no nos entregaron ropa de montaña, y me respondió que mi Mayor le había dicho que no había ropa para todos (…)”.
Walter Oliva:“(…) la mayoría de mis compañeros fallecieron entre el Refugio de la Universidad de Concepción, y el refugio de la “Cortina”, creo que se hubieran evitado muchas muertes si nos hubiéramos quedados en el refugio de la Universidad, como yo creía…”
Compañía Andina
Genaro Muñoz: “(…) Cuando faltaban como dos kilómetros para llegar a las cabañas de la U. De Concepción, nos encontramos con cinco Soldados de la Compañía de “Morteros” que estaban tapados con sacos de dormir y medios moribundos (…) Poco más adelante, nos encontramos con Soldados de la Compañía de “Morteros” que estaban muertos a orillas del camino y dispersos en distintas distancias uno del otro (…)”.
Luciano Gutiérrez:“(…) al continuar la marcha nos percatamos que en el camino había varias mochilas y fusiles en la nieve y posteriormente me di cuenta que mi Capitán Gutiérrez con mi Teniente Duran revisaban a cuatro soldados que estaban dentro de sacos de dormir y cubiertos por un plástico, pero recibimos la orden de continuar, viendo en el camino a otros soldados dentro de sus sacos, a los que no tocamos. Posteriormente también vi tendidos en la nieve a unos tres soldados solo con sus ropas, por lo que presumí que estaban muertos, ya que no nos detuvimos hasta que llegamos al Refugio de la Universidad de Concepción”.
Jabiel Cea:“(…) comenzamos a ver los primeros cuerpos en el interior de sacos de dormir, y otros tirados en la nieve en posición fetal (…) hasta que el soldado Peñaileo que era de mi Compañía me solicitó ayuda, por lo que lo abracé caminando con él, hasta que me dijo que estaba muy cansado y que necesitaba dormir un momento, por lo que me pedía que caminara solo y me alcanzaría y sin escucharme se arrodillo en la nieve, cayendo de frente sobre la misma, por lo que tuve que dejarlo al ver que no tenía ningún signo vital (…)”.
Javiera Aguilera: “(…) de repente vimos dos o tres cuerpos de SLC. de la Compañía de “Morteros”, que estaban juntos en sacos de dormir y señalizados con un coligue y una raqueta (…) A medida que íbamos avanzando aparecían más cuerpos (…) algunos compañeros de mi Compañía íbamos cayendo (…) sentí el sonido de un pito, lo que me sirvió para orientarme”.
José Rosales: “(…) empezamos a ver mochilas botadas sobre la nieve (…) agaché la cabeza para no ver nada más y seguí caminando; no dándome cuenta cuando mis propios compañeros caían, porque lo único que quería era llegar con vida”.
Simón Uribe: “(…) Yo me sentí apoyado por un solo instructor, mi CBO. RIQUELME, quien me ayudaba a marchar y me decía que faltaba poco y que me familia me estaba esperando (…) Por lo que vi muchos de mis compañeros quedaron abandonados a su propia suerte, ya que no fueron auxiliados por quienes tenían más capacidad física, preparación y experiencia (…)”.