El primer lunes de abril del 2005, 450 muchachos de la provincia de Bío Bío ingresaron a realizar el Servicio Militar Voluntario en el Regimiento Reforzado número 17 de Los Ángeles.
David Alejandro Yáñez Medina era uno de ellos. Ingresó al Ejército estando en una relación, enamorado, por lo que las semanas de instrucción se le hacían largas a la espera de reencontrarse con la mujer con la que tenía “cosas que nunca antes tuvo”.
Tras salir de franco, un poco antes de volver a su proceso de instrucción, escribió una sentida carta a su amada Virginia. Esta vez debía partir a Los Barros, a la zona cordillerana de la provincia. Sería una experiencia dura, lejos de la calidez de su incipiente pololeo.
“Saber que tengo que irme, se me destroza el corazón, pero saber que voy a volver me llena de esperanza”, fue la frase que escogió para tranquilizar a su novia, porque estaba seguro que pronto regresaría.
Sin embargo el 18 de mayo del 2005 sus más cercanos recibieron una trágica noticia. El conscripto que dejaron con grandes ilusiones y proyectos en el recinto militar de calle Ercilla había muerto en el marco de una fatídica marcha. Junto a otros 44 soldados sufrieron la furia de una tormenta de viento blanco y sus cuerpos habían quedado bajo la nieve.
Pero todo fue un error, y una década más tarde el propio David cuenta que “yo no tenía idea, se supone que ellos le avisaron a mis familiares que yo había fallecido. Confundieron a un compañero con el que teníamos el mismo nombre y los mismos dos apellidos”, relató.
Mientras tanto, al conocer la información, Virginia su polola, se aferró a esa simple hoja cuadriculada que leyó una y otra vez. Para ella más que un papel ajado, era el compromiso del regreso y en cada letra crecían sus ansías por volverlo a ver.
Es que Virginia no estaba sola, pues en su vientre crecía el hijo de ambos, y la esperanza de reencontrarse con David, quien sería su esposo. La mujer recuerda que le escribió un par de meses más tarde para relatar su cruda experiencia.
“…yo la leía (la carta) a cada instante porque él no me podía fallar. Yo lo sentía así. Sé que hubo momentos en que caí, que me desesperé, pero él no me falló, gracias a Dios”.
David y Virginia, marido y mujer
Actualmente David y Virginia continúan juntos. Sellaron su amor al unirse en matrimonio a comienzos de este año. Él reconoce que ella ha sido un pilar fundamental en su vida, porque con su familia nunca ha podido hablar de lo que ocurrió esa jornada en la cordillera.
“En mi casa nunca se habló del tema, no se escuchaban las noticias y cuando aparecía en la tele se cambiaba de canal”, relata.
El ex conscripto asegura que el estar con vida es “un milagro” y gracias a eso pudo conocer a su hijo Miguel Ángel, que ya tiene nueve años, mientras que las cartas que relatan esta historia de amor fueron plastificadas, para mantener el testimonio vivo del lazo que no logró destruir la tormenta blanca.