En abril de 2005, un grupo de 400 jóvenes ingresó al Regimiento Reforzado N° 17 “Los Ángeles” en la ciudad del mismo nombre para cumplir con el Servicio Militar Obligatorio, la mayoría de los cuales optó por la vía voluntaria. Eso ocurrió el 4 de abril. La gran novedad de ese año fue la incorporación, por primera vez en su historia, de un contingente femenino. 20 mujeres entraron a cumplir con su periodo de conscripción.
Dentro del proceso formativo, la unidad militar trasladó a los conscriptos hacia la zona de Los Barros, al interior de la comuna de Antuco, en plena Cordillera de Los Andes.
El 18 de mayo, dos de las cinco compañías que realizaban su proceso de formación básica – las compañías de Mortero y Andina- iniciaron la marcha de retorno desde Los Barros hasta el refugio de La Cortina, de 20 kilómetros de extensión. En la víspera, las compañías de Cazadores, y de Plana mayor y Logística realizaron la misma marcha.
Sin embargo, ese 18 de mayo, las condiciones atmosféricas empeoraron de manera abrumadora. Los reclutas, sin la indumentaria ni la preparación adecuada, se enfrentaron a una brutal tormenta de viento blanco que hizo caer los termómetros a los 25 grados bajo cero.
Al mando de la tropa estaba el mayor Patricio Cereceda, quien impartió la orden de marcha. En el proceso judicial, se estableció que no recibió los partes meteorológicos que advertían de un sistema frontal que afectaría a la Región del Bío Bío.
Los hechos ocurrieron un miércoles. El primer despacho de Radio Bío Bío a las 16:50 horas dio cuenta del volcamiento de un camión en la zona cordillerana, con dos soldados fallecidos. Inmediatamente, familiares de los soldados comenzaron a llamar a los medios de comunicación locales y después se trasladaron hasta la misma unidad militar.
Había completo hermetismo, pero si bien se reconoció que los soldados estaban desaparecidos, la información oficial no daba cuenta de víctimas fatales. Sin embargo, la expectación hizo que padres, amigos y hermanos de los conscriptos se acercaran igualmente a la unidad militar. Fue así como decenas de cientos de personas llegaron y repletaron hasta el Gimnasio “Andino”, aledaño al recinto castrense, en búsqueda de una respuesta.
Las comunicaciones del hecho se concentraron en Valdivia, sede de la Tercera División de Ejército, pero la presión ciudadana hizo que el entonces Comandante en Jefe del Ejército, General Juan Emilio Cheyre, viajara al día siguiente a Los Ángeles. No se habló de soldados desaparecidos, sino que de efectivos dispersos en la montaña.
Mientras, en la zona cordillerana morían 44 soldados y un sargento segundo, quienes no pudieron soportar la ventisca o “viento blanco” por diversos factores, entre ellos su precaria vestimenta que no soportaba bajas temperaturas ni el paso por cauces de aguas gélidas.
La marcha empezó desde el refugio Los Barros, situado al nororiente del Volcán Antuco. La Compañía Morteros inició el recorrido, pero al desatarse la tormenta, empezaron a caer, agotados por el extremo esfuerzo físico al avanzar en la nieve, muriendo por hipotermia.
A eso de las 03:15, y luego de 10 horas de infernal caminata, algunos lograron llegar al refugio La Cortina. No había nadie y nada, salvo unas brasas, pero nada para comer. El viento entraba por todos lados, pero al menos pudieron descansar ahí. Encendieron una salamandra que no tenía cañón, pero el humo era mejor que nada. Ya había pasado lo peor.
Como alguien tenía harina tostada, la mezclaron con nieve derretida. Luego llegaron unos panes y trozos de vienesa, mientras en la habitación contigua uno de sus compañeros agonizaba.
Fueron pocos los jóvenes de esta compañía que se salvaron al llegar al refugio, el cual se encontraba en precarias condiciones. La compañía Andina alcanzó las instalaciones abandonadas del refugio de la Universidad de Concepción.
Pese a las labores de búsqueda, éstas no fueron desarrollándose con la rapidez que se deseaba, extendiéndose hasta el 6 de julio el rescate de los cadáveres. Para estas tareas se utilizaron sofisticados equipos, dado que algunos cuerpos quedaron sepultados por la nieve a más de cuatro metros.
El resultado ya es conocido: 45 mártires y 77 sobrevivientes. De los fallecidos, 31 pertenecían a la Compañía Morteros y 14 a Andina.
Algunos de los soldados que marcharon y que sufrieron daños psicológicos por ver a sus compañeros morir o ser rescatados en adversas condiciones, solo siguieron su conscripción hasta octubre de ese año. El resto fue licenciado por parte del regimiento en los meses siguientes.