Un sitio privilegiado en las narraciones de la relación bilateral entre Chile y Bolivia ocupa lo que trascendió a la historia como el ‘Abrazo de Charaña’, el 8 de febrero de 1975.
Dicho enunciado, que hace hincapié en la demostración de amistad entre dos dictadores, hecho no menor para el caso de ambos países gobernados por administraciones de facto, no debe soslayar el calibre de la cita binacional, pues ‘Charaña’ constituyó un compromiso oficial para retornar al diálogo diplomático y, junto con ello, cimentó lo que fueron largas negociaciones para ofrecer a Bolivia una salida soberana al Océano Pacífico.
Esa es precisamente la primera aclaración a destacar: la negociación de Charaña fue un puntapié y no una negociación en sí. Su importancia, no obstante, radica en que culminó con una declaración escrita y firmada por Augusto Pinochet y Hugo Banzer, quienes de manera explícita se comprometieron a tratar el tema marítimo en algunos puntos centrales del acta:
4. Ambos mandatarios con ese espíritu de mutua comprensión y ánimo constructivo, han resuelto que continúe el dialogo a diversos niveles para buscar fórmulas de solución a los asuntos vitales que ambos países confrontan, como el relativo a la situación de mediterraneidad que afecta a Bolivia dentro de recíprocas conveniencias y atendiendo a las aspiraciones de los pueblos boliviano y chileno.
5. Los presidentes, para materializar los propósitos señalados en la presente declaración conjunta, han resuelto normalizar las relaciones diplomáticas entre sus respectivos países a nivel de embajadores. (Extraído de Historia de las negociaciones chileno-bolivianas, Ministerio de Relaciones Exteriores).
La propuesta de Bolivia
Al respecto, la historiadora y Directora de Investigación del Centro de Estudios Horizontal Valentina Verbal sostiene en una investigación relativa al caso que tras la reposición de los agentes diplomáticos en ambos países, Bolivia procedió a levantar una propuesta tendiente a superar su enclaustramiento. Esta consistía en:
1. Cesión a Bolivia de una costa marítima soberana entre la Línea de la Concordia y el Límite del radio urbano de la ciudad de Arica. Esta costa deberá prolongarse con una faja territorial soberana desde dicha costa hasta la frontera boliviano-chilena, incluyendo la transferencia del ferrocarril Arica-La Paz.
2. Cesión a Bolivia de un territorio soberano de 50 kilómetros de extensión a lo largo de la costa y 15 kilómetros de profundidad, en zonas apropiadas a determinarse, alternativamente, próximas a Iquique, Antofagasta o Pisagua.
Igualmente, recalca la autora, “Bolivia se abrió de manera abstracta a la posibilidad de algún tipo de compensación en favor de Chile, usando la palabra ‘aportes’: ‘El Gobierno de Bolivia estará dispuesto a considerar, como asunto fundamental de la negociación, los aportes que puedan corresponder, como parte integrante de un entendimiento que consulte recíprocos intereses’”.
Chile contrapropone
Chile, por su parte, contestó en una manera que puede ser calificada de contrapropuesta, la cual Verbal resume en los siguientes puntos:
a) Cesión a Bolivia de una costa marítima soberana, unida por una faja territorial igualmente soberana; b) descarte del enclave propuesto por Bolivia, ya que afecta su continuidad territorial; c) canje compensatorio de territorios, equivalente a la extensión de tierra y mar cedidos a Bolivia; d) derecho a aprovechar la totalidad de las aguas del río Lauca; e) desmilitarización del territorio cedido a Bolivia.
El siguiente mapa grafica la propuesta de cesión territorial de Chile. (Clic para ampliar)
Además, Chile reconoció la la necesidad de consultar a Perú en virtud del artículo 1º del Protocolo Complementario del Tratado de 1929, que zanjó las divergencias territoriales con la nación incaica tras la Guerra del Pacífico.
En este momento, agrega Verbal, “puede decirse que se llegó a un principio de acuerdo. De hecho, Bolivia manifestó explícitamente su aceptación del canje territorial propuesto por Chile”. Sin embargo, ya en 1976, lo que fue una firme posición proclive al intercambio mutuo en Bolivia, luego se transformó en una oposición, que se trasladó al mismo gobierno del país vecino desde sectores nacionalistas de la opinión pública que defendían la idea de que “el corredor era muy estrecho, que la costa no era adecuada para la construcción de un puerto, que lo único importante era recuperar Antofagasta”, señala citando la obra del historiador boliviano Alberto Crespo.
El preponderante rol de Perú
Perú, Estado a consultar en aras del citado protocolo, efectuó una contraoferta, reducible a cuatro puntos básicos: a) que el corredor terrestre tenga soberanía compartida de los tres países; b) que Bolivia tenga derecho a construir un puerto bajo su exclusiva soberanía; c) que el mar adyacente al territorio de soberanía compartida sea de soberanía exclusiva de Bolivia; y d) que en el puerto de Arica exista una administración trinacional.
El ofrecimiento peruano, entendido en algunos sectores como confuso, ciertamente complicó la negociación, “pero no la hizo fracasar de plano. Desde el mismo momento en que se llegó a un principio de acuerdo, las elites bolivianas rechazaron el canje territorial. Lo que vino después fue una profundización de la permanente intransigencia boliviana”, afirma Verbal.
El fracaso definitivo
1977 fue un año complejo para las conversaciones de Chile, Perú y Bolivia. El país altiplánico, asegurando que se trataba de un recambio, retiró a su embajador en Santiago, Adalberto Violand, sin restituirlo con posterioridad. En 1978, el gobierno de Chile ofreció proseguir con el diálogo, pero sobre las bases mínimas que había constituido el primer entendimiento de las partes.
Más tarde, la administración boliviana oficialmente descartó un canje como vía al mar. Refutando dicha propuesta inicial, puso de relieve la posibilidad de que “el corredor no tuviese soberanía en favor de Bolivia, aunque sí un régimen de autonomía”, arguye Verbal en su indagación, dejando entrever una serie de presiones que le hicieron a las autoridades del país vecino rehuir de su pretensión de soberanía en pos de no entregar territorio.
En marzo de ese mismo año, Bolivia cesó definitivamente las relaciones bilaterales con Chile, repuestas apenas dos años antes tras el concorde abrazo de Pinochet y Banzer en la pequeña estación ferroviaria altiplánica.
¿Habrá influido la cercanía con el centenario de la Guerra del Pacífico en la drástica decisión boliviana? Posiblemente, como también las voces nacionalistas en los tres países involucrados. Lo cierto es que desde el tratado de 1904 Bolivia nunca volvió a estar más cerca del litoral que con Charaña, sus negociaciones y altibajos.