A pesar del gran éxito que tuvo en Turquía la teleserie El Sultán, una de sus protagonistas se vio en la obligación de dejar la serie debido a una enfermedad poco conocida, pero bastante común.
Tras tres años en el espacio, la actriz turco alemana Meryem Uzerli -más conocida en Chile como la Sultana Hurrem- anunció que no seguiría interpretando ese rol tras ser diagnosticada con “Fatiga crónica”, una condición que se produce debido al exceso de trabajo, demandas y presiones, la cual agota el organismo, reduciendo sus capacidades físicas y mentales.
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Aunque para muchos esta enfermedad es un problema psicológico, un estudio publicado en la revista especializada Science Advances, confirmó que se trata de un síndrome biológico que puede ser identificado por marcadores en la sangre, por lo que aumentan las esperanzas de hallar un tratamiento.
Según afirman los autores de la investigación de la Escuela Mailman de Salud Pública, en la, este descubrimiento constituye “la primera prueba física sólida” de que estamos frente a “una enfermedad biológica y no un desorden psicológico” y que además, la enfermedad comporta “distintas etapas”.
Sin causa ni tratamiento conocidos, el síndrome de fatiga crónica, conocida como encefalomielitis (ME/CFS), deja perplejos a los científicos desde hace tiempo. Además de un cansancio constante, provoca dolores de cabeza y musculares y dificultades para concentrarse.
“Ahora tenemos la confirmación de algo que millones de personas que sufren de este mal ya sabían: la ME/CFS no es psicológica”, afirma Mady Hornig, profesor asociado en epidemiología de la escuela Mailman y principal autor del estudio.
“Nuestros resultados deberían acelerar el proceso para establecer un diagnóstico (…) y descubrir nuevos tratamientos al poderse concentrar en estos marcadores sanguíneos”, añadió.
Los investigadores examinaron los niveles de 51 marcadores del sistema inmunológico en el plasma de 298 enfermos y 348 personas sanas.
Descubrieron que la sangre de los pacientes que sufrían fatiga crónica desde hace tres años o menos tenían niveles más elevados de moléculas llamadas citoquinas, a diferencia de los sanos.