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Están entre nosotros: mitos y verdades sobre los abusadores de niños
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Francisco Flores | Agencia UNO
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El abuso sexual contra menores es quizá el delito que mayor repudio genera en la ciudadanía, pese a lo cual diariamente se conoce de casos en sectores acomodados y en poblaciones vulnerables, porque así como cualquiera puede ser víctima, cualquiera puede ser un potencial victimario.
Y es que tal como señala la detective de la Brigada de Delitos Sexuales y Menores Metropolitana de la PDI, Vanessa Inostroza, no existe un perfil único para eventuales abusadores, sino que la principal prevención es una buena educación al interior de las familias y una comunicación fluida con los hijos.
Por lo mismo, es importante despejar ciertos mitos, y detectar a tiempo las señales que podrían indicar un eventual abuso, para abordar correctamente una situación de estas características.
En ese sentido hay que aclarar el uso de los términos, porque si bien se habla de pedófilo y pederasta como sinónimos, lo cierto es que ambas figuras no aparecen en la legislación chilena, pese a que para los expertos ambas están consideradas como una “parafilia”, o antiguamente conocida como “perversión”.
¿En qué se diferencian? Simple, se habla de pedofilia cuando hay una atracción sexual de una persona adulta hacia niños, mientras que un pederasta va más allá llegando a la práctica sexual con un niño, abusando de él.
Hay casos en que el pedófilo siente una atracción sexual por un menor, pero que nunca concrete alguna agresión y se conforme con mantenerse cerca de él.
Están entre nosotros
Cuando se habla de pedófilos o pederastas, lo primero a considerar es que no existe un perfil único, porque todos tienen características transversales. Hay que pensar que un abusador puede ser de cualquier clase social, puede vivir en el radio urbano o rural, tener educación universitaria y una profesión destacada, o un desarrollar un simple oficio; ser ateo o practicar alguna religión, sin importar su orientación sexual, género, estado civil, en otras palabras, puede ser cualquier persona.
Según estudios a nivel mundial y de acuerdo a los casos que se ven diariamente, en su mayoría los victimarios son varones, con edades promedio entre los 20 y los 50 años, pero que bajo ningún punto de vista significa que una persona de 80 años no sea un eventual abusador. Reitero, no hay un perfil único ni nada certero, solo características que se repiten.
Entre esas características, en base a los casos registrados, un gran porcentaje de los agresores están dentro del núcleo cercano, ya sea padres, familiares cercanos, o simples conocidos, y en último lugar los desconocidos.
Esta misma situación genera una complicación para indagar casos donde los abusadores son los padres, debido a que son la figura representativa del niño. Ello porque la víctima debe enfrentar la disyuntiva respecto a que “si yo denuncio ,me quedo sin mi papá o sin mi mamá”.
Otro mito que se ha mantenido con los años, es la relación entre la homosexualidad y la pedofilia, cuando no existe algún estudio científico serio que los vincule. La pedofilia no tiene que ver con una condición sexual, es decir, un homosexual tiene inclinaciones hacia personas de su mismo sexo, pero no un niño.
Ahora bien, si cree que por tener hijos tiene menos probabilidades de ser víctima, lamentablemente no hay un patrón determinado, porque es el agresor quien elige a su víctima sin importar si es hombre o mujer. Aunque, también hay casos donde un agresor sólo se inclina por varoncitos o sólo con niñas. Incluso hay agresores que operan toda la vida con distintas víctimas, mientras que hay otros que se inclinan una sola vez con un niño determinado.
Otro de los puntos a considerar es que si bien hay algunos abusadores que presentan cuadros psiquiátricos y psicológicos, como falta de control de impulsos, también hay quienes jamás han enfrentado un diagnóstico previo, o algún rasgo que apunte a su parafilia.
Por lo mismo es que el agresor promedio generalmente busca instancias para relacionarse y poder acceder a relacionarse con niños, por eso es normal encontrar agresores entre profesores, miembros de iglesia, trabajadores escolares y todas aquellas actividades mas ligadas a niños.
A diferencia de otros tipos de delincuentes, los agresores sexuales se destacan por ser intachables, puesto que deben generan la confianza de sus víctimas y de su círculo cercano. Para esto utilizan diversos métodos, para llamar la atención del niño. Puede sacarlo a pasear, llevarle regalos, o tratar de suplir ciertas falencias que tenga el niño.
Sin embargo, cada niño en particular tiene su mundo, y un eventual abusador intentará ingresar a él para ganarse su confianza y conseguir el delito, por lo que elabora estrategias de acuerdo a su víctima. De ahí que no sea sorpresa para los investigadores descubrir que el abusador sabe más de un niño que sus propios padres.
Por lo mismo, una de las últimas tácticas es crear un perfil de Faceboook falso o mantener dos cuentas, con una dedicada en exclusiva a su accionar delictivo. Pero no es exclusivo, puesto que también contactan a niños por Whatsapp, se hacen pasar por otras personas para averiguar primero si el niño va a acceder o no a conversar, para ganarse su confianza.
“Ellos hacen preguntas como típicas como “¿estás solo?” “¿qué edad tienes?” “¿a qué hora llegan tus papás a la casa?”, “¿tienes más hermanos?”… hay agresores que preguntan si ha tenido relaciones, si sabe lo que es un pene, es decir, lo empiezan a evaluar para saber cuánta información tiene”, señala la experta.
“Cuando ya logran tener la confianza del niño comienzan a hacer mas requerimientos, le piden fotografías, audios, y siempre asegurándose que estén solos y que no le cuenten a los papás”, agrega Inostroza.
El agresor manipula la situación de forma que el niño acceda a sus exigencias, para luego involucrarlo de forma que entienda que no es bueno lo que está haciendo. Así, los niños quedan en la encrucijada si le cuentan o no a los papás, porque les da vergüenza y sienten que le han fallado a los papás, por hacer cosas como fotografiarse desnudos, por ejemplo.
¿Cómo saber si mi hijo sufre algún abuso?
Para nuestro desaliento no hay una lista taxativa que permita alertar a los padres de un eventual abuso. Sin embargo, hay indicadores físicos, emocionales y conductuales que deberían al menos llamar la atención.
En primer lugar están los indicadores a nivel corporal, como dificultad para caminar o para sentarse, dolor y/o lesiones en los genitales, contusiones o sangrado, ropa interior con manchas de algún fluido o derechamente ensangrentada.
Además, aunque es poco usual, pueden presentar dolores estomacales, vómitos y/o dolor de cabeza. Eso, porque no se atreven a verbalizar la situación, entonces somatizan alguna situación de amenaza que puedan estar sufriendo.
Ahora bien, a nivel emocional y conductual, hay que prestar atención a los cambios repentinos de comportamiento, baja del rendimiento escolar, relatos de actos sexuales explícitos, conocimiento sexual muy avanzado para la edad del niño, que puede presentar un comportamiento y lenguaje sexualizado que no es acorde a su edad.
¿Cómo abordarlo?
Según nos explica Inostroza, lo primero que deben hacer los padres en el caso que el niño presente alguna lesión, es formalizar la denuncia en Carabineros, Ministerio Público o en la PDI. Incluso, se recomienda guardar posibles evidencias, como ropa interior con alguna mancha.
También, es necesario llevar a la eventual víctima para un exámen sexológico que determinará si existen lesiones atribuibles a un hecho de connotación sexual, para luego dejar todo en manos de la justicia.
Lo importante, asegura la funcionaria de la Brisexme, es que una vez que el niño revela el hecho, no se siga tratando el tema en círculos familiares para evitar una victimización secundaria. Por lo mismo, en el caso de la PDI el menor es entrevistado por un psicólogo, donde se graba su declaración para ser presentada en un eventual juicio, evitando que el niño vuelva a contar una y otra vez lo sucedido y recuerde permamentemente el hecho.
En esa misma línea, se recomienda que -en el caso que sea necesario- los padres pongan al tanto de lo sucedido al colegio para que no intervengan mas de lo justo y necesario, para que el tema no se vuelva a tocar y menos con el niño.
De acuerdo a la detective Inostroza, si bien no hay relación en que un niño abusado se convierta en abusador cuando sea grande, es importante que los padres estén atentos a su conducta, y de ser necesario pedir ayuda profesional si lo amerita.
¿Cómo prevenir un abuso?
Lo más importante para prevenir un abuso es un niño bien educado, que sabe cuáles son sus partes íntimas, los tipos de secretos que pueden tener con sus papás y demás personas, y que en el minuto que alguien intente agredirlo sexualmente, lo va a acusar de inmediato o va a tener las herramientas para defenderse ante una agresión.
Aquí es donde toma mucha importancia la educación y la confianza en la casa, con papás que sepan sutilmente consultar a diario cómo le fue en el colegio, dónde jugó, con quién, no en actitud dominante. Asimismo, deben mantener un control de las redes sociales, y tener esa confianza para el que el niño sepa lo que es bueno y lo que es malo, y en caso de sentirse amenazado, poder comunicarlo de inmediato a los papás.
Por lo mismo, hay que responder las preguntas que los niños hagan, ser claro con el nombre de los genitales y enseñarle con claridad las partes de su cuerpo.
En lo posible, también se sugiere consultar el registro de pedófilos, que los padres deben revisar para elegir el transporte escolar o un colegio determinado.