A las 2:30 en punto, por orden municipal, se termina la fiesta y la Croisette se va a dormir, para desesperación de los festivaleros noctámbulos, nostálgicos de la edad de oro de las legendarias noches de Cannes.

En parte a causa de la crisis y en parte por las quejas de los vecinos que quieren tranquilidad, se terminó la competencia entre productores por ver quién organiza la velada más extravagante.

Quedaron para el recuerdo aquellas fiestas dignas de Hollywood en las villas lujosas, con bañeras llenas de sangría, decorados de grandes producciones traídos en avión de carga y fuegos artificiales privados.

Sólo Canal+, patrocinador del festival, sigue manteniendo la leyenda. El año pasado, unos mil privilegiados asistieron a su fiesta en una casona Mougins, cerca de Cannes, con fuentes del siglo XVIII, arañas de cristal colgadas de los árboles, mesas deliciosas y champagne a voluntad.

La decisión de Vincent Bolloré, presidente de Canal+, de reducir costos y suprimir este evento mundano, confirmó una tendencia: las noches del Festival están en vías de desaparición.

“La situación ha cambiado mucho desde hace 15 años. La gente ya no sabe festejar”, lamenta Alain Grasset, encargado de la rúbrica cine del diario Le Parisien, que ya cubrió 32 festivales de Cannes. “Hoy todas las fiestas son iguales, sin locura, pagadas por los promotores”.

La playa Magnum patrocinada por ese fabricante de helados acoge entrevistas durante el día y fiestas de las películas por la noche. La misma estrategia siguen la “Villa Schweppes”, el espacio Nespresso o el Château Mouton Cadet. Una mina de oro para los promotores.

La flor y nata con Albane

La Quincena de Realizadores, sección paralela del festival, también anexó una playa de Cannes para celebrar sus películas. Pero para entrar hay que tener la tarjeta o su versión electrónica, algo muy codiciado por las capacidades reducidas de estas fiestas, todas muy parecidas.

“Estados presentes en Cannes hace cuatro años con un presupuesto de varios cientos de miles de euros, equivalente a una campaña publicitaria en televisión. En 2015, se generaron mil millones de contactos en las redes sociales”, explica a la AFP Solenn Paillard, responsable de la marca Magnum que distribuye 20.000 helados a los acreditados al festival.

“La industria del cine cambió. Las fiestas evolucionaron mucho, con menos eventos en las villas, pero no hay menos cantidad de fiestas”, asegura el alcalde de Cannes, David Lisnard. “Los que más critican son los nostálgicos de sus primeros festivales”.

“Las fiestas son permitidas mientras respeten las reglas, en particular sobre ruidos molestos. Hace treinta años, nos conformábamos con una banda de jazz. Hoy hablamos de sistemas de parlantes de 3.000 watts”.

Fabricante de la Palma de Oro, el joyero Chopard sigue gastando sin moderación y su fiesta es una de las más concurridas. El lunes, 800 invitados asistieron a un recital de Diana Ross en un decorado de jungla.

La flor y nata del festival, estrellas internacionales como Robert De Niro, Woody Allen, Sean Penn o Ryan Gosling, tienen cita en “Albane”.

En la azotea de un gran hotel, Albane Cléret, reina de las fiestas exclusivas de Cannes, hace construir cada año un club tan exclusivo como inaccesible. Se invierten 800.000 euros por apenas 11 noches, patrocinadas por Moët et Chandon, BMW y Chopard. Todo para unos 300 “happy few” que no desembolsan un centavo.

“Es un club de redes de contactos. Más que bailar, la gente conversa. Los productores y actores hablan de sus asuntos. “Allí es donde suceden muchas cosas, entre el mundo del cine y de los medios”, asegura el periodista Alain Grasset.

El alcalde de Cannes sugiere a los festivaleros que añoran la diversión de antes ir más allá del perímetro de los acreditados y frecuentar bares o restaurantes de Cannes: “¡Son muy divertidos!”, asegura.