“Querido Ibsen: Soy Nora”: un montaje excepcional de FIBA en Chile

“Querido Ibsen: Soy Nora”, Fitam (c)
“Querido Ibsen: Soy Nora”, Fitam (c)
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Una actuación descollante de Belén Blanco en el rol de Nora, una escenografía e iluminación –a cargo de Gonzalo Córdova- de una simpleza y belleza sobrecogedora y una música e interpretación en escena –de Pablo Cécere- que logran completar y redondear “Querido Ibsen: Soy Nora”, son claves en la obra de la dramaturga argentina Griselda Gambaro.

Una obra inteligente, aguda, que hace un contrapunto moderno y crítico al clásico de Ibsen. Una obra en permanente tensión, tanto por los diálogos como por actuaciones que están en el borde con lo exagerado, lo grotesco. Una tensión que se sostiene –en buena medida- por la belleza, simpleza y composición de la escenografía e iluminación (siempre logrando “cuadros” atractivos y bien compuestos), además de los notables juegos de sombras y de escalas (entre objetos y personas y sus sombras). Sólo mirarla ya es un gran regalo.

Pablo Cécere, compositor e intérprete en escena de la música (con un notable piano de cola), cumple un rol fundamental al crear ambientes, tensiones, sensaciones a través de ella. Una música atractiva, cautivante, que, por momentos es protagonista, además de interactuar –la música, el piano y/o Cécere- directamente con algunos personajes.

Belén Blanco hace un rol difícil, exigente –en los diálogos como en los despliegues físicos- y lo cumple de forma notable, en el filo… una personificación de Nora memorable.

“Querido Ibsen: Soy Nora” es realmente una gran experiencia, y un goce visual.

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Una actuación descollante de Belén Blanco en el rol de Nora, una escenografía e iluminación –a cargo de Gonzalo Córdova- de una simpleza y belleza sobrecogedora y una música e interpretación en escena –de Pablo Cécere- que logran completar y redondear “Querido Ibsen: Soy Nora”, son claves en la obra de la dramaturga argentina Griselda Gambaro.

Una obra inteligente, aguda, que hace un contrapunto moderno y crítico al clásico de Ibsen. Una obra en permanente tensión, tanto por los diálogos como por actuaciones que están en el borde con lo exagerado, lo grotesco. Una tensión que se sostiene –en buena medida- por la belleza, simpleza y composición de la escenografía e iluminación (siempre logrando “cuadros” atractivos y bien compuestos), además de los notables juegos de sombras y de escalas (entre objetos y personas y sus sombras). Sólo mirarla ya es un gran regalo.

Pablo Cécere, compositor e intérprete en escena de la música (con un notable piano de cola), cumple un rol fundamental al crear ambientes, tensiones, sensaciones a través de ella. Una música atractiva, cautivante, que, por momentos es protagonista, además de interactuar –la música, el piano y/o Cécere- directamente con algunos personajes.

Belén Blanco hace un rol difícil, exigente –en los diálogos como en los despliegues físicos- y lo cumple de forma notable, en el filo… una personificación de Nora memorable.

“Querido Ibsen: Soy Nora” es realmente una gran experiencia, y un goce visual.