Cuando las temperaturas disminuyen uno podría dar por sentado que las relaciones de pareja se enfrían y los sentimientos se congelan, similar a un témpano de hielo en plena Antártica, llevando al sexo al extremo más bajo de la relación.
Inconscientemente muchos afirman que en verano hay un aumento de la libido, sobre todo debido al destape existente, escenario en que la piel se pasea por playas y ciudades, donde las mini prendas para combatir el calor son el mejor remedio para las altas temperaturas; ingrediente perfecto que llega a despertar el apetito sexual tanto de hombres como de mujeres.
Pero es en este mismo contexto estacional que uno se pregunta: ¿las bajas temperaturas producen una disminución de la actividad sexual? Hay quienes aseguran que en otoño se presenta una baja intensidad en las relaciones íntimas, situación que se ve mayormente afectada debido al frío presente en invierno.
Pero tales dichos son mera especulación, pues no hay estudios sobre sexualidad que informen acerca de este mito. Sin embargo, hay que dejar en claro que existen factores sociológicos que podrían explicar el escenario sexual que se vive en invierno, el cual no depende del clima pero si de otros agentes externos que podrían estar disminuyendo los encuentros con la pareja.
Por ejemplo, hay que tener claro que:
- El calor te invita al destape: la temporada estival crea un escenario idóneo para un mayor disfrute con la pareja, donde la diversidad y creatividad se hace más presente. El sol, el calor, y el periodo de vacaciones dan lugar a un estado de ánimo distendido y con mayor disposición para el placer y la aventura.
- En verano: los cuerpos comienzan a mostrarse sugerentemente, lo cual favorece a las personas que disfrutan mirando hombros, caderas, piernas, abdomen, torsos, entre otras zonas del cuerpo. Tal situación es un claro estimulante de la imaginación con respecto al sexo.
- Esa mirada cargada de deseo y acompañada muchas veces de comentarios halagadores y de un mayor contacto físico, resulta estimulante para aquellas mujeres que usualmente se incentivan (sexualmente hablando) por la situación de sentirse atractivas, donde predomina un mayor roce con el sexo opuesto
Tales factores externos son claros ejemplos del calor y del verano; pero debido a la disminución de las temperaturas propias del invierno, los cuerpos se cubren enfocando la atención en otras temáticas, donde las vacaciones quedaron en el pasado y hay que darle paso a las largas jornadas de trabajo. Dicha situación produce un cambio en el estado anímico de las personas, estrés constante, ansiedad y con ello, una disminución de las ganas de tener sexo.
Tal comportamiento tiene directa relación con el denominado “Trastorno Afectivo Estacional”, publicado en la revista de la asociación española de neuropsiquiatría “Winter Blues”.
Dicho trastorno se caracteriza por la presencia de episodios depresivos mayores recurrentes en una época determinada del año. En su fisiopatología están implicados diferentes mecanismos tales como: la alteración del ritmo circadiano, la sensibilidad retiniana a la luz, el metabolismo anormal de la melatonina y la disminución de la secreción de neurotransmisores, sobre todo de la serotonina.
En este cuadro uno de los mayores factores de riesgo es la región geográfica y estación anual en que se encuentra la persona. Pues en el artículo de la revista científica “Winter Blues” queda establecido que los países más cercanos al Ecuador presentan menor prevalencia de trastorno depresivo. En cambio, quienes se encuentran en territorios más adyacentes al polo norte y sur, presentan mayor incidencia de depresión al principio del invierno (por ejemplo Suecia y Finlandia en octubre y Argentina y Chile en junio).
Estas diferencias están medidas por la latitud, el número de horas de luz al día, los variados estados climáticos, diferencias genéticas y socioculturales entre los distintos países.
teniendo eso en cuenta, hay que preguntarse ¿quiénes son más propensos a disminuir su deseo sexual? “Tal estado tiene directa relación con el escenario que vida cada persona, ya que si alguien está sometido a un estrés constante esto puede repercutir seriamente en las relaciones de pareja, haciendo que vea el acto sexual como una obligación más que como una instancia de goce con la pareja” indicó Andrés Córdova, Psicólogo Clínico y Experto en Terapias de Pareja.
Asimismo, tal situación tiene directa relación con cuadros de ansiedad, mayor carga laboral, cansancio extremo por parte de uno de los dos cónyuges, lo que tendrá como resultado un desgaste en la relación, asociado a un desinterés que provoca una falta de conexión en el compromiso.
Ante tal problema el especialista en terapia de pareja insta a las personas a buscar momentos de exploración, ya que si hay una intención en conquistar al otro, el frio no debería congelar la forma de como se tiene sexo
¿Cómo combatir esta baja?
Tal disminución del deseo sexual se podrá revertir una vez que la persona logre conectarse con la pareja; momento en que consiga explorarlo de una manera diferente, una que le permita descubrir lo que realmente le gusta y hace feliz.
Tal comportamiento aumenta el libido y es una clara señal de que se desea romper con la monotonía, enriqueciendo así la vida sexual. “Si hay un deseo mutuo, existe una mayor conexión y apertura a experimentar nuevas formas de relaciones sexuales, caricias, juegos, utilización de accesorios y disfraces, todo para aumentar el placer e incentivar al acto mismo”, aseveró el profesional.
Si debido a las bajas temperaturas no se dan las condiciones necesarias para incentivar el deseo de manera tan espontánea, hay que buscar la forma más idónea de generarlas. Una buena temperatura ambiente es lo mejor para reencontrarse con la pareja y volver a encender esa chispa que por motivos de ánimo ha disminuido.
Hacerse el tiempo, preparar el ambiente, tomar unos tragos que den ‘calor’, hacerse unos masajes con aceites aromáticos que aumenten la temperatura corporal; son todas ideas comprobadas que puedan potenciar el acto mismo.
Asimismo, se debe aprovechar el frío como una oportunidad de acercamiento, ofreciéndole a la pareja un abrazo cálido, friccionar los cuerpos buscando darse calor mutuamente, decir palabras al oído que enciendan la excitación sexual y de esa manera despertar el ‘fuego interno’ al activar la circulación sanguínea.