Del sueño a la realidad: La historia del chileno que tocó dos veces con Pearl Jam

Jota McCready | YouTube
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Mientras el público chileno tarareaba los agudos que cierran “Black”, Eddie Vedder distinguía un rostro familiar entre las más de 65.000 almas que se encontraban en la explanada del Parque O’Higgins. Tras unos minutos, dio el visto bueno al personal de seguridad para que esa persona subiera. Sí, era él, ese con quien se abrazó tan solo dos semanas antes. Ese con quien compartió escenario dos años atrás. El mismo al que Eddie le regaló una uñeta que sirvió de garantía para repetir la experiencia.

Ese era Juan Pablo López (28 años), ingeniero informático de Viña del Mar. Sobre su cabeza sostenía un cartel pidiéndole tocar nuevamente un tema junto a Pearl Jam, que lideraba la tercera versión del festival. Para el líder de la banda de Seattle eso era más que una solicitud: era el recordatorio de la promesa que él mismo le hizo al chileno.

La experiencia, según relató Juan Pablo a BioBioChile, fue una suerte de revancha en comparación con 2011, instancia donde tocó por primera vez con el conjunto de Estados Unidos. Si bien admite que es una de las mayores alegrías que ha tenido en su vida, muchos de los momentos se borraron de su mente por el éxtasis.

Para él, todo se gestó tras los dos míticos conciertos de Pearl Jam en San Carlos de Apoquindo, en noviembre de 2005.

“Yo me eché un ramo por segunda vez por ir a verlos, me importaba una raja en ese momento”, confidencia respecto a su fanatismo hacia la agrupación por la cual compró su primer CD y que inspiró un buen tramo de su aprendizaje musical. Habiendo logrado verlos, a los pocos meses reunió a otras personas para iniciar una de las tantas bandas tributo en las cuales ha estado inserto

Cuando se confirmó el regreso de Pearl Jam en 2011, Juan Pablo ya sabía casi todo el repertorio de ellos y resolvió seguirlos en la gira que, además de nuestro país, cruzaba por Brasil, Argentina, Perú, Costa Rica y México.

Antes del concierto en el Estadio Monumental, Juan Pablo se dejó llevar por una corazonada. En un trozo de cartulina, un marcador y una foto escribió la humilde solicitud que más tarde anularía transitoriamente su cerebro. “Con pura fe nomás, el fanatismo y todo, hice un cartel. Quiero tocar un tema nomás poh. Pensé ‘puta, no se pierde nada‘”, sostuvo.

La posición que logró entre el público fue más que privilegiada, aunque ello le significó previamente varias horas de incomodidad: “Llegué a las 10:00 y me quedé adelante. Aguanté el calor, la tierra, sentado en el suelo. La cosa es que eso me permitió quedar adelante. Así lo he hecho cada vez que he ido a ver a Pearl Jam”.

Quedando en la ubicación más cercana al escenario, en una cancha sobrevendida al máximo, solo le quedaba alzar sus brazos y esperar a que vieran su cartel. Tras el encore, Eddie miró el afiche e hizo unos gestos que Juan Pablo no entendió. Después de unos dos temas, logró subir.

Lo que puede ser el momento más memorable de tu vida, aquel que recuerdas de principio a fin y donde podrías evocar en orden todas las sensaciones que recorrieron tu cuerpo, para Juan Pablo es una serie de imágenes casi desconectadas.

“Quedé como medio borrado. Pasaron como cuatro temas y estaba el manager del tour y estaba otro de los tipos que veía las partituras de los temas en un computador. Y en esa me preguntaron qué temas me sabía”, señala.

Previendo que se “taimaría”, él anotó una lista con al menos 90 canciones que conocía de principio a fin y la entregó. “Ya, este”, le dijeron. Y después ocurrió lo que vieron miles de personas en el recinto de Pedreros que escucharon a un chileno ejecutando “Last Kiss”, de Wayne Cochran.

https://youtu.be/FzRHh4My1Wo

Del instante arriba del escenario y la sensación de tocar junto a su banda favorita Juan Pablo no recuerda mucho ya que, para él, ese momento rozó el límite entre el sueño y la realidad. “Era una sensación tan cuática. Me empecé a morder la lengua y me rajé la lengua, no sabía si estaba soñando. Era súper cuático, sin histeria… estaba como flotando”, afirma.

Los músicos, según confidencia Juan Pablo, estaban nerviosos. “De las veces que se había subido un fan, siempre era para cantar un rato o huevear sobre el escenario, a saltar, a tocar un pandero, pero nunca a tocar un instrumento”.

En bambalinas, una vez que terminó el concierto, pudo compartir unos minutos más con sus ídolos. Asegura que conversaron “de la vida” y que incluso se permitieron tocar un par de acordes.

Debido a lo inédito del hecho, a muchos les pareció que todo había sido orquestado de antemano. Otros preferían que subiera Javier Díaz, quien por ese entonces granjeaba fama en el concurso de talentos “Mi nombre es”, precisamente imitando a Eddie Vedder. López sostiene que todo fue tan espontáneo como se vio en la serie de registros que circulan.

Muchos lo felicitaron o derechamente le manifestaron su insana envidia, pero Juan Pablo se sentía incómodo. Su pensamiento, mucho más orientado hacia lo analítico, producto de su profesión, no lograba procesar cómo algo que solo se gestó por largo tiempo en su cabeza pudo cruzar desde el mundo onírico a la realidad.

Por eso, y dejando atrás la emoción, decidió reivindicarse consigo mismo cuando se anunció que Pearl Jam encabezaría el Lollapalooza criollo, en medio de la gira que llevaría al grupo a recorrer nuevamente Brasil y Argentina. Fue ahí cuando resolvió seguirlos por todo su trayecto hasta llegar al Parque O’Higgins.

En Brasil, dos días antes de la versión local del festival creado por Perry Farrell, Juan Pablo se encontró fortuitamente con Eddie en un restaurante. Pese a que los amigos que lo acompañaban entraron en colapso, resolvieron esperar en una esquina en el exterior. Al salir, el músico se acercó a ellos y miró a Juan Pablo, como si algo le llamara la atención en particular. “¿Te conozco? Estoy muy seguro que sí”, le dijo Eddie Vedder. El chileno, un tanto desconcertado, narró a grandes rasgos la atípica experiencia. “Aaah, Huan Pablou!”, le respondió, abrazándolo.

López afirmó que intercambiaron palabras por un rato y, cuando ya se despedía, Eddie le entregó un regalo. “Después de que conversamos de todo yo le doy la mano y me dice ‘espera un poco‘. Se mete la mano al bolsillo y me regala una de las uñetas personalizadas que tiene. ‘Toma, vamos a tocar en Chile‘, me dijo, y ahí exploté”, asegura.

Con ese antecedente, más algunas instrucciones generales que le dio el vocalista para reconocerlo entre la multitud, a Juan Pablo solo le restaba elaborar un nuevo cartel que llevó al Parque O’Higgins.

Y fue ese 6 de abril de 2013 cuando, tras haber sido invitado nuevamente a subir al escenario, Juan Pablo cambió los planes que tenía el líder de Pearl Jam. “Last Kiss?”, le preguntó el norteamericano. “No, Sonic Reducer“, rebatió ante un descolocado Eddie que afirmó en inglés al público “Él quiere tocar este tema, espero que se lo sepa”.

En ese entonces su sobrepeso era evidente. “Pesaba 118 kilos”, señala, por lo que no era de extrañar que las no muy cariñosas interpelaciones lanzadas desde el público iniciaran con “guatón“, seguida de algún adjetivo de grueso calibre que preferimos no reproducir. Sin embargo, logró ganarse la admiración del público con el cover de Dead Boys, donde se dio el lujo de cantar parte de los coros.

https://youtu.be/sTvb5CcrdOI

“De 2013 yo me acuerdo de todo. Es como cuando grabas con una GoPro y ves todos los movimientos que hiciste. Me acuerdo hasta de los pedales de Mike McCready donde cayó crema de la torta de cumpleaños [McCready cumplió 47 años un día antes] . Hasta de esos detalles me acuerdo”, afirma Juan Pablo.

Ahora, a menos de siete meses del próximo concierto de Pearl Jam, todo es distinto. Juan Pablo pesa 20 kilos menos que en abril de 2013, recientemente encontró trabajo y será padre en los próximos meses. Ya cuenta con dos presentaciones con la banda que roba sus sueños y conoce absolutamente todo su repertorio. Si todo sale bien, ya tiene en mente el tema que pedirá ejecutar. Tiene visualizado cada aspecto, solo falta que llegue pronto el anhelado 4 de noviembre para liberar esa melodía de seis minutos que resuena en su cráneo.

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Mientras el público chileno tarareaba los agudos que cierran “Black”, Eddie Vedder distinguía un rostro familiar entre las más de 65.000 almas que se encontraban en la explanada del Parque O’Higgins. Tras unos minutos, dio el visto bueno al personal de seguridad para que esa persona subiera. Sí, era él, ese con quien se abrazó tan solo dos semanas antes. Ese con quien compartió escenario dos años atrás. El mismo al que Eddie le regaló una uñeta que sirvió de garantía para repetir la experiencia.

Ese era Juan Pablo López (28 años), ingeniero informático de Viña del Mar. Sobre su cabeza sostenía un cartel pidiéndole tocar nuevamente un tema junto a Pearl Jam, que lideraba la tercera versión del festival. Para el líder de la banda de Seattle eso era más que una solicitud: era el recordatorio de la promesa que él mismo le hizo al chileno.

La experiencia, según relató Juan Pablo a BioBioChile, fue una suerte de revancha en comparación con 2011, instancia donde tocó por primera vez con el conjunto de Estados Unidos. Si bien admite que es una de las mayores alegrías que ha tenido en su vida, muchos de los momentos se borraron de su mente por el éxtasis.

Para él, todo se gestó tras los dos míticos conciertos de Pearl Jam en San Carlos de Apoquindo, en noviembre de 2005.

“Yo me eché un ramo por segunda vez por ir a verlos, me importaba una raja en ese momento”, confidencia respecto a su fanatismo hacia la agrupación por la cual compró su primer CD y que inspiró un buen tramo de su aprendizaje musical. Habiendo logrado verlos, a los pocos meses reunió a otras personas para iniciar una de las tantas bandas tributo en las cuales ha estado inserto

Cuando se confirmó el regreso de Pearl Jam en 2011, Juan Pablo ya sabía casi todo el repertorio de ellos y resolvió seguirlos en la gira que, además de nuestro país, cruzaba por Brasil, Argentina, Perú, Costa Rica y México.

Antes del concierto en el Estadio Monumental, Juan Pablo se dejó llevar por una corazonada. En un trozo de cartulina, un marcador y una foto escribió la humilde solicitud que más tarde anularía transitoriamente su cerebro. “Con pura fe nomás, el fanatismo y todo, hice un cartel. Quiero tocar un tema nomás poh. Pensé ‘puta, no se pierde nada‘”, sostuvo.

La posición que logró entre el público fue más que privilegiada, aunque ello le significó previamente varias horas de incomodidad: “Llegué a las 10:00 y me quedé adelante. Aguanté el calor, la tierra, sentado en el suelo. La cosa es que eso me permitió quedar adelante. Así lo he hecho cada vez que he ido a ver a Pearl Jam”.

Quedando en la ubicación más cercana al escenario, en una cancha sobrevendida al máximo, solo le quedaba alzar sus brazos y esperar a que vieran su cartel. Tras el encore, Eddie miró el afiche e hizo unos gestos que Juan Pablo no entendió. Después de unos dos temas, logró subir.

Lo que puede ser el momento más memorable de tu vida, aquel que recuerdas de principio a fin y donde podrías evocar en orden todas las sensaciones que recorrieron tu cuerpo, para Juan Pablo es una serie de imágenes casi desconectadas.

“Quedé como medio borrado. Pasaron como cuatro temas y estaba el manager del tour y estaba otro de los tipos que veía las partituras de los temas en un computador. Y en esa me preguntaron qué temas me sabía”, señala.

Previendo que se “taimaría”, él anotó una lista con al menos 90 canciones que conocía de principio a fin y la entregó. “Ya, este”, le dijeron. Y después ocurrió lo que vieron miles de personas en el recinto de Pedreros que escucharon a un chileno ejecutando “Last Kiss”, de Wayne Cochran.

https://youtu.be/FzRHh4My1Wo

Del instante arriba del escenario y la sensación de tocar junto a su banda favorita Juan Pablo no recuerda mucho ya que, para él, ese momento rozó el límite entre el sueño y la realidad. “Era una sensación tan cuática. Me empecé a morder la lengua y me rajé la lengua, no sabía si estaba soñando. Era súper cuático, sin histeria… estaba como flotando”, afirma.

Los músicos, según confidencia Juan Pablo, estaban nerviosos. “De las veces que se había subido un fan, siempre era para cantar un rato o huevear sobre el escenario, a saltar, a tocar un pandero, pero nunca a tocar un instrumento”.

En bambalinas, una vez que terminó el concierto, pudo compartir unos minutos más con sus ídolos. Asegura que conversaron “de la vida” y que incluso se permitieron tocar un par de acordes.

Debido a lo inédito del hecho, a muchos les pareció que todo había sido orquestado de antemano. Otros preferían que subiera Javier Díaz, quien por ese entonces granjeaba fama en el concurso de talentos “Mi nombre es”, precisamente imitando a Eddie Vedder. López sostiene que todo fue tan espontáneo como se vio en la serie de registros que circulan.

Muchos lo felicitaron o derechamente le manifestaron su insana envidia, pero Juan Pablo se sentía incómodo. Su pensamiento, mucho más orientado hacia lo analítico, producto de su profesión, no lograba procesar cómo algo que solo se gestó por largo tiempo en su cabeza pudo cruzar desde el mundo onírico a la realidad.

Por eso, y dejando atrás la emoción, decidió reivindicarse consigo mismo cuando se anunció que Pearl Jam encabezaría el Lollapalooza criollo, en medio de la gira que llevaría al grupo a recorrer nuevamente Brasil y Argentina. Fue ahí cuando resolvió seguirlos por todo su trayecto hasta llegar al Parque O’Higgins.

En Brasil, dos días antes de la versión local del festival creado por Perry Farrell, Juan Pablo se encontró fortuitamente con Eddie en un restaurante. Pese a que los amigos que lo acompañaban entraron en colapso, resolvieron esperar en una esquina en el exterior. Al salir, el músico se acercó a ellos y miró a Juan Pablo, como si algo le llamara la atención en particular. “¿Te conozco? Estoy muy seguro que sí”, le dijo Eddie Vedder. El chileno, un tanto desconcertado, narró a grandes rasgos la atípica experiencia. “Aaah, Huan Pablou!”, le respondió, abrazándolo.

López afirmó que intercambiaron palabras por un rato y, cuando ya se despedía, Eddie le entregó un regalo. “Después de que conversamos de todo yo le doy la mano y me dice ‘espera un poco‘. Se mete la mano al bolsillo y me regala una de las uñetas personalizadas que tiene. ‘Toma, vamos a tocar en Chile‘, me dijo, y ahí exploté”, asegura.

Con ese antecedente, más algunas instrucciones generales que le dio el vocalista para reconocerlo entre la multitud, a Juan Pablo solo le restaba elaborar un nuevo cartel que llevó al Parque O’Higgins.

Y fue ese 6 de abril de 2013 cuando, tras haber sido invitado nuevamente a subir al escenario, Juan Pablo cambió los planes que tenía el líder de Pearl Jam. “Last Kiss?”, le preguntó el norteamericano. “No, Sonic Reducer“, rebatió ante un descolocado Eddie que afirmó en inglés al público “Él quiere tocar este tema, espero que se lo sepa”.

En ese entonces su sobrepeso era evidente. “Pesaba 118 kilos”, señala, por lo que no era de extrañar que las no muy cariñosas interpelaciones lanzadas desde el público iniciaran con “guatón“, seguida de algún adjetivo de grueso calibre que preferimos no reproducir. Sin embargo, logró ganarse la admiración del público con el cover de Dead Boys, donde se dio el lujo de cantar parte de los coros.

https://youtu.be/sTvb5CcrdOI

“De 2013 yo me acuerdo de todo. Es como cuando grabas con una GoPro y ves todos los movimientos que hiciste. Me acuerdo hasta de los pedales de Mike McCready donde cayó crema de la torta de cumpleaños [McCready cumplió 47 años un día antes] . Hasta de esos detalles me acuerdo”, afirma Juan Pablo.

Ahora, a menos de siete meses del próximo concierto de Pearl Jam, todo es distinto. Juan Pablo pesa 20 kilos menos que en abril de 2013, recientemente encontró trabajo y será padre en los próximos meses. Ya cuenta con dos presentaciones con la banda que roba sus sueños y conoce absolutamente todo su repertorio. Si todo sale bien, ya tiene en mente el tema que pedirá ejecutar. Tiene visualizado cada aspecto, solo falta que llegue pronto el anhelado 4 de noviembre para liberar esa melodía de seis minutos que resuena en su cráneo.