El ruidoso estreno de “Annabelle” y de la versión remasterizada de “La masacre de Texas” demuestran que las películas de terror siguen teniendo su público, sobre todo entre los más jóvenes.
Cuarenta años después de su creación -y de su inmediato retiro de las pantallas en varios países-, la motosierra de Texas vuelve a aterrorizar y deleitar a los fans de este filme de culto dirigido en 1974 por Tobe Hooper.
“Los adolescentes adoran todo lo que es tabú, prohibido o aterrador, porque eso les recuerda la angustia de lo desconocido y el misterio de la edad que atraviesan”, destaca Tom Nunan, profesor de la UCLA School of Theatre Film and Televisión de Los Ángeles. “Es un desahogo perfecto para los terrores que genera la adolescencia”.
“El tema es asustarse para dejar de tener miedo”, explica Alex Lefebvre, profesor de psicología clínica de la facultad de Bruselas. “Es como si les permitiese prepararse a ver situaciones horribles”.
“La mayoría de la gente sabe diferenciar entre ficción y realidad”, agrega el profesor. “Esa frontera puede ser más porosa en la adolescencia pero los jóvenes frágiles rara vez van a ver películas de terror”, un pasatiempo practicado a menudo en grupo “en el que cada cual actúa de apoyo para el otro”.
Los incondicionales de las películas de terror interrogados por AFP evocan por su parte el placer de tener miedo “en total seguridad” y la diversión que les aportan ese tipo de filmes.
Alexandre Prot, de 32 años, creador de un sitio especializado en internet, menciona por su parte “un sentimiento de miedo que no se puede experimentar en ninguna otra parte en nuestras vidas -al menos eso esperamos- sensaciones extraordinarias, un poco como las montañas rusas, un pico de adrenalina”.
Todo sin correr riesgos, en el confort de las salas de cine o de su sofá frente a un DVD.
Momento de comunión
Jack Parker, seudónimo de la animadora de 27 años de un blog sobre filmes de terror, dice que siempre va en grupo al cine y que le encanta juntarse con la comunidad del género (directores, actores, admiradores) en los festivales.
Durante la proyección de REC, una de las películas de terror más famosas de la última década realizada por los españoles Paco Plaza y Jaume Balaguero (2007), “todo el mundo dejaba de respirar o gritaba al mismo tiempo en la sala”, recuerda Alexandre Prot, que evoca un momento de “comunión”.
“Annabelle”, de calidad muy mediocre según los fans, tuvo que ser retirada de las salas en Francia porque los adolescentes llegados en bandas al cine perturbaban las proyecciones gritando, arrojando palomitas de maíz y provocando otros disturbios.
Las películas de terror “nos ponen frente a nuestros miedos y nuestras pesadillas y es por eso que a veces desencadenan risas. Es un desahogo”, dice Laurent Aknin, autor de un libro sobre el género.
Según él, las películas de terror o el heavy metal no traumatizan a los adolescentes y menos aún los convierte en potenciales asesinos. “Es un período en el que se necesitan experiencias fuertes y entonces mejor verlas en el cine, en total seguridad”.
Alex Lefebvre no alienta a ver películas de terror, pero tampoco preconiza prohibirlas.
Los videos o imágenes en internet sacados de la realidad, ya sean fotos de chicas adolescentes desnudas distribuidas sin su consentimiento o escenas de violencia real, “son mucho más impactantes”, advierte. “Allí ya no está el parachoque de la ficción” y son mucho más destructivas para el psiquismo de un individuo.
“La realidad nos reserva cosas mucho más terribles”, remata Alexandre Prot.