A la orilla del mar de Maccaresa, una pequeña localidad a pocos kilómetros al norte de Roma, la primera playa para perros de Italia, “Baubeach”, ha conquistado en 15 años a miles de mascotas al ofrecer arena y sol así como parasoles y veterinario.
“Aquí, nosotros estamos como invitados”, reconoce con tono divertido José Luis, el propietario de Morena, una encantadora labradora dispuesta a jugar en las olas durante el verano italiano.
En un país con seis millones de perros oficialmente registrados en el Ministerio de Salud, -sobre 60 millones de habitantes-, existen muy pocas playas a las que se puede acceder con perro.
“Una aberración, si se tiene en cuenta que según la ley caballos y cabras pueden pasear tranquilamente por la playa”, se lamenta Patrizia Daffinà, fundadora en 1998 de la primera playa italiana para perros, BauBeach.
Desterrados de las costas para dar espacio a las masas de turistas que cada año invaden las playas italianas, los perros tienen una vida difícil durante la temporada de vacaciones.
7.000 metros cuadrados de libertad
Organizada a pocos metros de la playa privada de la policía italiana, en un arenal de unos 7.000 metros cuadrados, cerca de 100 perros pueden gozar de la playa al mismo tiempo.
Para acceder a ese espacio privilegiado de diversión, los propietarios deben cumplir una serie de normas para que sus mascotas puedan socializar en total libertad y seguridad.
Además de una inscripción anual de 13 euros (poco más de 10.000 pesos) y una entrada por día de 4 euros (unos 3.000 pesos) para los más grandes, los organizadores ofrecen actividades, cursos, fiestas.
“Todos los perros pueden aprovechar la playa, desde un rottweiler a un caniche. No hay discriminación de raza. Los únicos que no pueden acceder son las perras en celo y los que no han sido registrados”, precisa Patrizia, quien tampoco acepta cachorros sin vacunar.
El año pasado, más de 7.000 perros gozaron de la playa entre mayo y septiembre: “una cifra que está aumentando constantemente”, sostiene.
Un “catador” de mascotas, una suerte de experto en determinar el carácter dócil del perro, decide a la entrada, como en las discotecas nocturnas, si se trata de un animal problemático o no.
Una vez autorizado le asignan su parasol, una tumbona además de contar para toda emergencia con un veterinario.
Vida de perro
Divididos por tamaños, los perros pueden jugar con palos, olas, mientras las razas nadadores, como el terranova y los golden retriever, pueden nadar tranquilamente en ese rincón del Mediterráneo.
“Es maravilloso. Mi perro se divierte y yo descanso”, comenta Roberta con Melissa entre las piernas.
Para garantizar la higiene, una de las mayores críticas de los que no tienen perro, se emplean productos naturales.
Un equipo de personas se encarga de desinfectar constantemente la arena, sobre todo donde han hecho sus necesidades.
“Ver el propio perro nadar te da enorme placer”, reconoce el propietario de Morena, concentrada en excavar un agujero en la arena.
Para el can playero no puede faltar un recipiente para el agua, bolsas para recoger los excrementos y si se quiere, crema contra las quemaduras en las delicadas almohadillas.
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